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¿Cómo se cambia el mundo?

Actualizado: 30 may 2023



Crédito de la imagen: Ruben Dubrovsky



Arrasamiento. Angustias. Soledad. Desesperación. En esta nota, Rocío Dubrovsky Berensztein nos pone en evidencia violencias colectivas que se viven cotidianamente como condición de pertenecer a este sistema. Frente a éstas, la salida parecería tener que ser el empuje a un mayor esfuerzo individual por resolverlas o luchar contra ellas. Pero si es ésta una problemática sistémica, ¿la salida no será cambiar el sistema?



por Rocío Dubrovsky Berensztein*



En esta reflexión voy a intentar de desarrollar un interrogante que me viene resonando hace tiempo, que surge en el intercambio con colegas, pacientes y en la praxis cotidiana. Tiene que ver con la idea de que frente a violencias sistémicas y sistemáticas que se viven y reproducen en este sistema, en este mundo, pareciera que la respuesta siempre debe terminar siendo individual. ¿Por qué frente a un problema social, colectivo, multitudinario y que nos afecta a muches, pareciera que la respuesta debe ser la presión por un mayor esfuerzo para su resolución de carácter individual, solitario? 1. Elles Para empezar a abrir esta red pienso en las violencias que sufren les usuaries de salud, y más específicamente de salud mental, al intentar acceder al sistema: falta o demora en los turnos, falta de medicación, insuficiente cantidad de profesionales, falta de consultorios para atender y malas condiciones edilicias en general, etc. Según el entrecruzamiento que supone pensar las problemáticas sociales en interseccionalidad, estas violencias se agudizan aún más cuando las personas pertenecen a un sector social vulnerado, o cuando son migrantes, mujeres o personas del colectivo LGBTQ+. Aún después de la pandemia, período en que la lupa estuvo puesta en el sistema de salud, y en el que parecía que a los distintos gobiernos realmente les importaba fortalecerlo (aunque al mismo tiempo se le exigía como nunca antes), todo el sistema quedó resentido, desgastado, harto. Y para les usuaries esto derivó en un aumento de la burocratización y una degradación de la calidad de la atención. Los trámites y pasos a seguir para conseguir atención se incrementaron aún más de lo que ya existía; el colapso de las guardias, el maltrato, la disponibilidad de medicación, de camas, etc.todo empeoró. Pienso también en la violencia que se puso y pone de manifiesto en reiteradas oportunidades en la escena pública, tanto nacional como regional, a manos de la derecha recalcitrante y neoliberal (y el sentido común que ésta construye) que, ni lerda ni perezosa, aprovechó el estado de crisis sanitaria que implicó la pandemia y malabarismo de los gobiernos, para salir a desplegar su odio. Sólo algunos ejemplos de esto fueron, en nuestro país, las marchas en contra de la cuarentena, con manifestaciones como la quema de barbijos, una burla perversa para quienes estaban en el frente de batalla. Pienso también en las movilizaciones con las bolsasmortuorias con las caras y nombres de personas del oficialismo, la horca, el desfile por los medios masivos de odio-municación, la burla descarada y desafiante dedeterminades comunicadores de tomar compuestos químicos al aire, entre muchos etcéteras… y que alcanzó uno de sus puntos de máxima expresión en el intento de asesinato a la vicepresidenta. Tanto odio y violencia desplegados con naturalidad por cada rincón del tejido social tiene impacto en las subjetividades del pueblo,cuyos efectos, creo, aún no terminamos de dimensionar. 2. Nosotres Durante los últimos meses del año 2022 estuve atravesada por diversas aristas de violencia a causa de la enfermedad que padezco [1], una enfermedad crónica cuyos tratamientos suelen ser carísimos. Esta violencia consiste en dificultad para conseguir medicación, requisitos insólitos y siempre nuevos por parte de la empresa de medicina prepaga (que aunque en su nombre lleva las palabras “obra social”, en su funcionamiento no lo es) para autorizar la medicación, tiempos que no se condicen con las necesidades de la enfermedad, soledad absoluta. Dificultad para obtener el certificado de discapacidad, dificultad para que la sociedad entienda y respete, empatice y acompañe. Digo todo esto sin perder de vista la situación de privilegio en la que me encuentro en comparación a otras personas, aquellas que no tienen la posibilidad de pagar una empresa de medicina privada, o de pagar los tratamientos y estudios que esta enfermedad requiere. Cada 8 semanas cuando me aplico la medicación pienso en qué será de la vida de la gente que no tiene prepaga u obra social y debe acceder a esta medicación o a las otras que requiere esta patología, todas carísimas. ¿Cómo hacen? Sé que somos varias las personas que padecemos esta situación no solo en Argentina sino de otras partes del mundo también, pero sin embargo la respuesta a estas múltiples violencias sigue siendo individual, cada quien debe ocuparse de conseguirlas autorizaciones, llamar mil veces a la compañía de medicina prepaga, o al laboratorio o a la droguería, lidiar con informaciones falsas, esperar buenos tratos y explicaciones claras que no llegan. Cada quien debe ocuparse individualmente de bancarse la impotencia y la angustia de que todos esos agentes, además, cometan negligencias en el modo de ejercer su trabajo, y pagar con la propia salud ese costo. A lo sumo buscar información y ayuda en algún organismo de defensa de las personas con derechos en el acceso a la salud o Defensoría del Pueblo,o la Superintendencia de Serviciosde Salud, pero todo hacerloindividualmente. Teniendo toda esta soledad en cuenta, como tengo el incorporado chip de la organización y la generación de colectivo a donde sea que vaya, me incorporé avarios grupos de personas de distintas partes del mundo que padecenenfermedades inflamatorias intestinales (Colitis Ulcerosa y Enfermedad de Crohn las más conocidas). Sin embargo no encontré una unidad, un colectivo real, un nosotres, sino un conjunto de individualidades. Nos ayudamos, sí. Nos contenemos como podemos, nos brindamos consejosy nos aportamos historias de vida, experiencias que nos han sido útiles en el propio transcurrir de estas situaciones. Pero esto no termina de conformar un nosotres que unides podamos enfrentar las violencias. Gracias a estos grupos me enteré, por ejemplo, que hay obras sociales que ni siquiera cubren ciertos tratamientos, que de otro modo son impagables (ya que pueden costar hasta 960 mil pesos las ampollas que se aplican cada 6, 8 o 12 semanas, según el caso). Nuevamente me pregunté ¿cómo hace esa gente? ¿presentará amparos para que se le brinde la medicación?, dudo que lo hagan, pero de lo que no dudo es que si lo hacen es en soledad, desde la individualidad de cargar con la responsabilidad, de nuevo individual, de no poder pagar una prepaga. Quienes logran acceder al CUD también deben atravesar múltiples instancias de violencia. En primer lugar,exigen que se presenten estudios de no menos de seis

meses en los cuales se compruebe la presencia de actividad inflamatoria. O sea que en medio de la crisis o brote de la enfermedad, o en medio de una internación (que son muy frecuentes en estas enfermedades) uno se tiene que poder ocupar de sacar el turno, concurrir a la junta médica, etc. Porque si se espera a estabilizarse, ya los estudios pierden validez. Si se logra acceder a la junta médica ahí viene el segundo round. Hay que explicar con lujo de detalles por qué estas son enfermedades incapacitantes. Por ejemplo porque requieren el uso de un baño en condiciones, muchas veces por día (hasta 40 en momentos de crisis), lo cual genera debilidad extrema, anemia, deshidratación, pérdida de muchos nutrientes esenciales para el buen funcionamiento del organismo, etc. Que además este tipo de enfermedades trae otras asociadas como dolores e inflamaciones articulares, cansancio extremo, sólo por nombrar algunos. Que condiciona el bienestar integral, los vínculos, las actividades de la vida diaria.. Así y todo, explicando todo esto con detalles, a la junta médica se le puede ocurrir que no es motivo válido para portar un CUD. Gracias a mi presencia en los grupos de pacientes que mencioné más arriba, supe que hay gente que lo solicitó hasta 6 veces. Si esto no es violencia, manoseo, revictimización… ¿Qué es? Pero no son sólo éstas las violencias que atravesamos individualmente. Quienes trabajamos en el sistema de salud público nos acostumbramos a ciertas violencias instaladas e institucionalizadas que vivenciamos desde el comienzo del transitar por el mismo. Malas condiciones de trabajo (si en el mejor de los casos se logra acceder a un cargo rentado), hacinamiento, falta de consultorios, salarios que no alcanzan a llegar a fin de mes, control y persecución mediante las agendas digitales, malos tratos.. Y frente a todo esto, falta de tiempo para la mínima reflexión crítica y la organización. Sumado a todo esto, la pandemia arrasó con la subjetividad y la energía transformadora de quienes la teníamos. Pasó por sobre las identidades, voluntades y cuerpos de quienes tuvieron que estar presentes en los momentos más difíciles. Aplaudides, sí, pero en extrema soledad. Algún que otro paro general para intentar visibilizar las problemáticas, alguna marcha y muchas fotitos. ¿Tiene esto un carácter de continuidad que nos permita como profesionales pero sobre todo como trabajadoras y trabajadores sentirnos contenides y partes de una organización que nos representa, protege y desdela


cual podemos ejercerla presión necesariapara obtener nuestrosderechos? Démosle el beneficio de la duda, pero me permito ser algo pesimista. Porque ya ha pasado.La espuma pasa y se vuelve a la dinámica cotidiana aplastante y conformista [2].

3. ¿Todes? Ahora bien, si es posible identificar que el origen de las violencias y su reproducción están vinculados a lo social, a la sociedad, a su cultura y al sistema en que vivimos, a decisiones políticas y económicas que fueron tomadas en momentos decisivos de la historia, para luego desplegar un complejo entramado de reproducción y creación de sentidos… Si logramos identificar este escenario, entonces ¿por qué no sólo no podemos salir de la respuesta individual sino que la única salida parece ser un incremento en la voluntad y el esfuerzo, el mérito individual? Vuelvo entonces a la pregunta inicial: ¿Será que entonces la solución será cambiar este sistema?. En “Modernidad y holocausto” Bauman plantea: “...el Holocausto no fue simplemente un problema judío ni fue un episodio sólo de la historia judía. El Holocausto se gestó y se puso en práctica en nuestra sociedad moderna y racional, en una fase avanzada de nuestra civilización y en un momento álgido de nuestra cultura y, por esta razón, es un problema de esa sociedad, de esa civilización y de esa cultura.” En este sentido surge la pregunta de cómo podemos horrorizarnos de algo que al mismo tiempo avalamos como sociedad. Creo que la misma pregunta sería aplicable para los modos de violencias mencionados anteriormente, que se suceden delante de nuestras narices, los vemos pasar, los analizamos, los comentamos y hasta nos horrorizamos de ellos.

Ahora bien, de alguna manera considero que no todo es lo mismo, que si bien hay acuerdos implícitos que se tejen a nivel social para dejar pasar o no ciertos sucesos, también considero que esto se monta sobre una base de desigualdad estructural. En este punto es necesario recuperar la idea de la división social en clases y la opresión que ejerce una sobre la otra, mecanismo que (gracias al éxito del capitalismo) se vuelve invisible, formando una ilusión de igualdad y libertad frente a las posibilidades de ejercicio del poder. Si bien las clases oprimidas guardan la potencia de organizarse y pelear por un cambio social, mientras eso no ocurra se mantienen bajo la opresión, y encima invisibilizada. Claro que es una discusión mucho más compleja pero no quería dejar de reflexionar sobre este punto que me parece clave, no solo a la hora de pensar los complejos conflictos sociales y los diversos tipos de violencias, sino también a la hora de pensarnos en nuestra práctica clínica, en cómo concebimos la salud mental y las múltiples causas de su deterioro u obstáculos para su acceso. Creo que no es sin ese vaivén, ese diálogo de ida y vuelta entre lo individual y su anclaje y determinación en lo social, que debemos pensar y pensarnos en nuestro hacer profesional. Santiago Levin en su columna radial en “Segurola y Habana” del 5 de septiembre, a días del intento de asesinato a Cristina Fernandez de Kirchner, plantea:

“Es importante la construcción desde una concepción colectiva. Y la construcción desde una concepción colectiva sólamente se puede hacer promoviendo la solidaridad. Para decirlo en términos muy generales: este tipo de actos de violencia son el resultado de infinidad de microcosmos comunicacionales entre los cuales está el triunfo de la derecha neoliberal de haber entronizado el individualismo, la meritocracia, el “te salvas vos solo” (...) ¿Qué tiene que ver todo esto con la salud mental? (...) la violencia es uno de los venenos más conocidos y mejor manipulados por ciertos intereses de la salud mental. Y la democracia requiere salud mental en el sentido de no perder la capacidad de pensar, no perder la capacidad de ayudar a los demás,no perder la capacidad de pensarse a cada uno de nosotros y nosotras como formando parte de un entramado, donde si uno tira un poquito de un lado se siente del otro, todo lo que decimos y lo que hacemos, termina repercutiendo en la calidadde vida de los demás (...) Necesitamos una nueva cultura democrática donde el otro y la otra sean lo más importante. Este tipo de acciones nos alejan de ese ideal, entonces no es solamente la vida de Cristina lo que está en juego sino el propio avance hacia una estructura más justa y equitativa de vida. (...) La generosidad, la ternura, el amor por el otro, saber que tengo que cuidar al otro para cuidarme a mí, son cosas que se aprenden y que dependen del entorno cultural comunicacional que reciba a ese cachorro humano. Por eso es tan importante que si queremos diseñar un mundo mejor nos preocupemos primero por diseñar un entorno cultural, simbólico, de palabras, de metáforas, de comunicación que nos albergue como seres merecedores de esa ternura.” También me pareció interesante la definición que aporta Byung-Chul Han en Topología de la violencia: “Los griegos denominaban a la tortura«νάγκαι». «ναγαῖος» significa «necesario» o «indispensable». La tortura se entendía y se aceptaba como un destino o una ley natural (νάγκη). Nos encontramos ante una sociedad que sanciona la violencia física como medio para un fin. Es una sociedad sangrienta, distinta a la sociedad moderna, que es una sociedad del alma. Aquí, los conflictos se resuelven directamente con el uso de la violencia, es decir, se eliminan de golpe. La violencia externa, en este sentido, es un alivio para el alma, pues esta exterioriza el sufrimiento. El alma no se encierra en un monólogo mortificador. En la Modernidad, la violencia toma una forma psíquica, psicológica, interior. Adopta formas de interioridad psíquica. Las energías destructivas no son objeto de una descarga afectiva inmediata, sino que se elaboran psíquicamente.” Considero que en este momento que estamos atravesando, se cristalizan ambas formas de violencia, tanto la más explícita, directa, el arma en la cabeza, como aquella que se interioriza, pero que no logra plena figurabilidad. Creo que este es uno de los principales gérmenes del padecimiento de esta época. Por último quisiera tomar el aporte de la indispensable Rita Segato, cuando en Las Estructuras Elementales de la Violencia postula:

“...erradicar la violencia de género es inseparable de la reforma misma de los afectos constitutivos de las relaciones de género tal como las conocemos y en su aspecto percibido como "normal". Y esto, desgraciadamente, no puede modificarse por decreto, con un golpe de tinta, suscribiendo el contrato de la ley. No es por decreto, infelizmente, que se puede deponer el universo de las fantasías culturalmente promovidas que finalmente conducen al resultado perverso de la violencia, ni es por decreto que podemos transformar las formas de desear y de alcanzar satisfacción constitutivas de un determinado orden sociocultural, aunque al final se revelenengañosas para muchos. Aquí el trabajo de la conciencia es lento pero indispensable. Es necesario romoverlo, instigarlo, trabajar por una reforma de los afectos y de las sensibilidades, por una ética feminista para toda la sociedad. Los medios masivos de comunicación,la propaganda -incluyo aquí la propaganda de la propia ley- deben ser en esto aliados indispensables.”


Por eso creo que esta transformación cultural profunda, que se desprenderá a su vez de una transformación material y concreta de las condiciones de vida de nuestro pueblo, transformación que por momentos parece lejana y por otros momentos muy posible y necesaria. Este proceso de aceptación e incorporación de las diferencias, de simbolización colectiva de las violencias y opresiones, y de búsquedas también colectivas de su transformación, es lo único que puede volverse como alternativa frente a la violencia individualizante y arrasadora.

Cuando lo escribo y lo leo me parece una utopía, pero abandonar la búsqueda por conseguirlo sería resignarse. Y la resignación es un suicidio cotidiano.


* Rocío Dubrovsky Berensztein: rociodubro@gmail.com

Lic. en Psicología, especialista en drogadependencias, feminista. Se desempeña como psicóloga en el equipo de adicciones y el equipo de adolescencia del Hospital General de Agudos Dr. T. Álvarez (CABA), además pertenece a la Red de Psicólogxs Feministas.




[1] Colitis Ulcerosa, enfermedad autoinmune de inflamación intestinal.

[2] No es el caso de otros espacios de trabajo que cuentan con sindicatos que mediante la organización y la lucha cotidianas consiguen logros concretos y sustanciosos para sus trabajadoras y trabajadores, como es el caso del Sindicato de Prensa de Bs As (SiPreBA) que en el último año conquistó, entre otras cosas, un acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat, mediante el cual muches afiliades accedieron a una vivienda propia.


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