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Algunas notas contra el trabajo (y El psicoanálisis que lo adula)

Actualizado: 15 jun 2023


[Primera parte]



"¡De esta crisis se sale tra-ba-jan-do!; ¡Es un paciente que no trabaja!"

¿Es un trabajo el psicoanálisis? ¿Es el trabajo parámetro de salud?

Trabajo psíquico, trabajo elaborativo, trabajo de elaboración, trabajo del duelo: ¿Qué decimos cuando hablamos de trabajo?


por Juan Pablo Pulleiro*


A la vista que ofrece el trabajo (me refiero a esa dura actividad que se realiza de la mañana a la noche), podemos comprender perfectamente que éste es el mejor policía, pues frena a todo el mundo y sirve para impedir el desarrollo de la razón, de los apetitos y de las ansias de independencia. Y es que el trabajo desgasta la fuerza nerviosa en proporciones extraordinarias y quita esa fuerza a la reflexión, a la meditación, a los ensueños, al amor y al odio; nos pone siempre ante los ojos un fin nimio, y concede satisfacciones fáciles y regulares...

Friedrich Nietzsche, Aurora (1881)



0. El trabajo es una noción cuya centralidad para el psicoanálisis es peculiar. Puesto que, existen singularidades que dependen del modo en el que lxs analistas aprehenden la misma, y simultáneamente -si aún corresponde buscar las bases para tal disciplina en sus raíces- las referencias al trabajo son sumamente abundantes; Sin embargo, huelga probar el carácter categorial de las reiteradas apariciones del significante en cuestión.


La perspectiva aquí planteada es que no existe una sistematicidad exhaustiva que permita considerar al trabajo una categoría freudiana. Sí creemos que resultaría loable retomar ciertos rudimentos genealógicos para aspirar a delimitar una posible formalización psicoanalítica, para ello proponemos deambular entre tres nudos semánticos en los cuales se pueden incluir las apariciones en la obra de Freud de las alusiones al trabajo. Teniendo la reserva de que no debemos considerar estas distinciones como nociones autárquicas, iniciemos estas exploraciones precisando tres sentidos (estos son al menos los que me interesa recuperar):


(i) En relación al trabajo de psicoanalista, incluso se podría plantear el tópico en términos del oficio. Si bien el creador del psicoanálisis deja poco margen para la duda y el divague, hay psicoanalistas que no consideran su práctica un trabajo. Por otro lado, para quienes se alinean con el postulado laboralista del médico vienes, el debate se desplaza hacía el tipo de trabajo, siendo una figura de alta afabilidad para muchxs colegas la del artesano. En ese campo de problemas (el de la afirmación del psicoanálisis como un trabajo) tampoco podemos rehuir de abordar la figura representativa del profesional liberal. Representatividad que como intentaremos ver -aquí y ahora- debe ponerse en duda, aunque no sin considerar algunas hipótesis respecto de la vigente eficacia imaginaría de una tal identificación corporativa.


Ahora bien, lo que ante esta primer arista del asunto sería concorde acordar, es que Freud no escatima comentarios en los que no se explicita sino la relación entre su actividad (como psicoanalista o terapeuta) y la reproducción de sus condiciones de existencia, e incluso con sus posibilidades de participar en los circuitos del consumo desde la preocupación por sus ingresos. Sin ir más lejos, en la trayectoria de aquel, antes que el pago adquiera un carácter simbólico, tal acto estuvo enmarcado desde siempre en la compra-venta de un servicio. Para quien le resulte esto una obviedad, lo que intentamos establecer es una reflexión sobre cierto costumbrismo: cuando solo se habla de las subrrogaciones simbólicas del pago, es decir este en términos “de lo que representa en un análisis” (costumbre que en general se arrima al hábitus quinielero), queda renegado ese devenir de la cosa (el dinero, el pago) en Freud que coincide con un orden que es material. En otras palabras, cuando se alude al dinero como “elemento técnico” desde el referido costumbrismo, este nunca es... dinero. Pero el devenir de la cosa en Freud no es sino el devenir de la cosa misma, porque solo hay un orden material para establecer el uso del pago: primero el dinero es dinero, luego se podrá -análisis mediante y sólo mediante- indagar si hay otra significación relevante, útil para el método. Siendo así las cosas, no hay maniobra posible para eludir el tándem trabajo-dinero-mercado. Por lo que, entre otras cuestiones, el artesanado psicoanalítico no puede cojurar ninguna dinámica feudal por lo que su referencia, por ende, no puede sino ser limitada, inexacta, muy puntual, o a lo sumo metafórica.


(ii) Sobre el trabajo psíquico. Aquí es donde más afinidad encontramos para un desarrollo categorial disciplinar, donde más [me]rodeos dió Freud empero también donde más atolladeros dejó su obra. La especificidad de una sistematización crítica que derive en la formalización de esta categoría (que no puede realizarse sin un dialogo multidisciplinar ni sin contemplar el desarrollo pos freudiano y pos lacaniano) tiene además urgencia programática. Es evidente que la forma contemporánea del trabajo desterritorializada y destemporalizada, es decir ilimitada no puede dilucidarse sin una serie de hipótesis que iluminen la operatoria psíquica del trabajo en el capitalismo actual. Ergo es igualmente notorio, que dicho programa solo puede aceptarse para quienes el psicoanálisis debe inscribirte en el territorio de las teorías críticas, es decir si concebimos nuestra teoría y nuestra práctica en el marco de las preocupaciones inscriptas en el problema de la dominación y de la emancipación; O para ser menos rimbombantes: si pensamos que podemos colaborar a ampliar los márgenes de deliberación y autonomía ante la dominación tendencialmente totalitaria del capital, la cual no puede sino imbricarse con sus potencias generativas de psiquismo. Como explica el filósofo local Facundo Martín, tal punto de miras es un parte aguas para quienes pretendan hacer o reproducir cualquier teoría:


...la teoría crítica de la sociedad [se plantea] como una forma de comprensión históricamente situada y autorreflexiva de la moderna sociedad capitalista, centrándose en la dialéctica entre sus formas opresivas y sus potencialidades liberadoras. Mientras que la teoría tradicional busca establecer regularidades observables empíricamente, la teoría social crítica trata de desentrañar algunas conexiones sistemáticas entre los fenómenos, que dan cuenta de su adscripción en una época histórica única. Esta atención a la especificidad histórica de la sociedad capitalista viene de la mano de un énfasis en su carácter dual y contradictorio, esto es, en la vigencia simultánea de posibilidades liberadoras y dinámicas opresivas en la modernidad del capital[1].


Siendo así, es que buscaremos informarnos de la relación existente entre trabajo y dominación, para poder darnos algunos parámetros revisionistas de una posible reformulación del trabajo psíquico. En la órbita de los estudios freudianos, hallamos tempranamente (1893) quizás una primer forma germinal de lo que luego será el sintagma nuclear de nuestros objetivos. Es llamativo que desde el vamos se incorpora en la argumentación como una categoría autoevidente. Doblemente autoevidente: no requiere ningún tipo de explicación, y arrastra consigo una idea de trabajo que se brinda con pretendida claridad inequívoca. La forma prematura en la que el trabajo psíquico surge en los trabajos freudianos se encolumna en la también germinal teoría del trauma en la histeria y refiere a una forma de trabajo consciente cuya eficiencia se mediría en algún tipo de incidencia en la lógica que va de la dinámica propia subconsciente (sic.), a la combinación entre un recuerdo traumático y el afecto -lo que definía en un comienzo tal propiedad- a la formación del síntoma. La incidencia del trabajo psíquico en tal mecanismo, y en tal momento de la teoría freudiana, parece responder a una lógica binaria: sin ese trabajo (salvo cuando hubiera “reacción motriz” ducha) hay síntoma, con trabajo psíquico consciente tal derivación se podría ahorrar en tanto a través de este se conseguiría suprimir la eficacia del afecto. Cabe recalcar entonces que sobre el autoevidente sentido se imprime una valoración del trabajo… psíquico. Valoración que escallará sin cesar ante el relieve ininterrumpido del problema que el trabajo manifiesta en las experiencias clínicas que Freud transita y de las que no sin contradicciones incorpora a su derrotero teórico. Nos referimos a las variadas ocasiones en las que el primer psicoanalista se topa ante el conflicto psíquico metabolizado por la imposibilidad de trabajar de sus pacientes. Atolladero en el que la valoración del trabajo, así como su apego a una concepción transhistórica del mismo, lo llevan a inclinarse en la pendiente del trabajo como índice de salud mental, plausible delegación de una tradición humanista, en la que la actividad general -imprecisa también- del trabajo es condición de la humanización. Es por este sendero, que logra comprenderse porqué consumadamente se presentará el restablecimiento de la capacidad de producir y trabajar como una meta deseable del análisis (iii)[2].

La expresión más pornográfica puede hallarse probablemente en El Porvenir de una ilusión, es decir con más de 30 años de edificación del psicoanálisis, cuando su autor llega a afirmar que:


“...llegamos a inteligir que toda cultura descansa en la compulsión al trabajo y en la renuncia de lo pulsional, y por eso inevitablemente provoca oposición en los afectados por tales requerimientos"


Las intelecciones que auxilian la breve cita planteada son de laudable amparo bajo una perspectiva transcendental a lo largo de la trayectoria freudiana, la que supone el desvío biologizante de las pulsiones, tanto como el afán del dominio de las mismas. El trabajo entonces empalma en dichas consideraciones a tono con los principios instrumentales de la modernidad. Pero, tal deriva -Laplanche ha demostrado que no siendo la única, las versiones biologicistas son las más trabajadas si se rastrilla la totalidad del legado freudiano- no puede sino resultar problemática, y para comenzar a encarar esta basta con perseguir las pistas que deja lo arriba citado intentando profundizar otras posibles definiciones respecto de la pulsión para intentar establecer relaciones de otro tipo entre tales términos, como para avanzar en una sistematización del trabajo psíquico, como un aporte especifico. Como veremos, además, cuando el vienés transmite sus experiencias de análisis muestra de manera holgada que el trabajo es un tema de la clínica, tanto como trabajo psíquico y como conflicto inherente (digamos que esta vez hablamos de la venta de la fuerza de trabajo) a la sintomatología en la que se andamió el psicoanálisis.


Para apuntalar una plataforma desde la cual encausar nuestras indagaciones podemos decir que el asunto del trabajo es al menos cuádruple: los individuos trabajan (venden su fuerza de trabajo para subsistir) y ello podría tener injerencia en la producción sintomática, los aparatos psíquicos trabajan (en ese sentido se trata más bien de máquinas psiquicas), y analista y analizante (también lo hacen entre, colaborativamente[3]) desarrollan una actividad que usualmente es llamada trabajo.


Para ir concluyendo esta primer entrega del texto, que no hace sino introducir un problema y una metodología de aproximación al mismo, nos interesa sumar una nueva pista que nos muestre desde y hacia donde buscaremos encauzar las elucubraciones de las próximas publicaciones. Pues, intentaré oponer una visión que asume la inmanencia capitalista del psicoanálisis a la estimación más consensuada que afirma la extraterritorialidad del psicoanálisis respecto del capitalismo, y que enarbola un anticapitalismo espontáneo. Siendo el trabajo un puntapié clave para una orientación de ese tipo. Puesto que, ante la consideración transhistórica, esencialista y humanista del trabajo, vamos a arrimar argumentaciones que brinden posibles respuestas a porqué resulta conveniente replantear el problema incluyendo una mirada que no oculte la especificidad del trabajo capitalista. Por su parte, es considerable el aporte que Lacan ha incorporado a nuestro corpus, con apreciaciones de relevancia epistemológica, aunque estimativamente podamos afirmar que dicho tema no se presente de forma tan ubicua en su obra como en la del neurólogo vienes. Las contribuciones de Lacan pueden enmarcarse en su impronta extimista, la cual permite superar el reduccionismo que restringe el trabajo que hace el aparato psíquico a fenómenos fisiológicos, biológicos y químicos, tal como ocurre en la visión más extendida de Freud respecto al problema, y nos brinda hipótesis arraigadas en desarrollos multidisciplinarios contemporáneos. De modo que, complejiza para nuestra disciplina la conceptualización de procesos impersonales y automatizados, de indudable implicación individual. En tal sentido, se pueden leer categorías como “máquina” (en relación a la estructura del significante) y “trabajador ideal” (en relación al Icc), tanto como sus intelecciones post mayo francés que proponen -siguiendo a Tomšič- que la “producción del valor en los aparatos sociales y la producción del goce en el aparato psíquico siguen la misma lógica”[4].


Antes de culminar no queremos dejar de advertir otra dificultad que encontramos en la aproximación a este problema. Aún cuando si las preguntas que nos venimos haciendo son pertinentes, y cuando la referencia al trabajo adquiere en Freud un lugar tan determinante, en buena parte bajo la consideración del trabajo de un modo vulgar (en el sentido que Canguilhem le da a este término) ha sido cosa de especialistas en las últimas décadas. Nos referimos con ello, a analistas que han investigado la cuestión a partir de la incursión en dispositivos que están directamente inmiscuidos con “demandas laborales”. Lo que rápidamente solemos catalogar como “psicología del trabajo” o “psicología laboral”. Este estado de cosas puede tener variadas significaciones y consecuencias para quienes nos consideramos psicoanalistas. Entre las significaciones, se nos arraiga la creencia de que con lo que ya se dijo (en general remitiendo a Freud, y en este tema en menor medida a Lacan) alcanza para nuestras prácticas más convencionales y legítimas, desconociendo tales investigaciones por considerarlas fuera de la propia lógica legitimada de producción de saber. Entre las consecuencias, podemos prescindir lecturas de autores como Dejours o Plut siendo que sus investigaciones son tema de interés sólo en el entrecruzamiento entre el mundo laboral y psicoanálisis o psicología, y que su riqueza se reduce en su utilidad exclusiva de dicho campo aplicado. Sin embargo, autores como los mencionados no dejan de señalar que la investigación de tal intersección no debe sino impactar en el psicoanálisis en general y en la clínica, incluso entendida del modo más tradicional. En otras palabras, debemos desvulgarizar el trabajo si efectivamente tiene un lugar importante en nuestra teoría, tanto como en nuestra práctica. Verbigracia: Dejours nos provoca al colocar al trabajo junto a la sexualidad como territorios privilegiados de producción del sufrimiento de quienes demandan un análisis. ¿Nos resulta convincente? ¿Cómo aparece la cuestión del trabajo en la clínica de cada unx? ¿No resulta nuclear en la concepción misma del universo social que habitamos? Si fuera así: ¿Por qué argucia queda fuera -no de los consultorios donde siempre está- de la construcción de los casos? ¿Qué sabemos del trabajo en la contemporaneidad capitalista? ¿Con qué constructos escuchamos -cuando lo hacemos- el trabajo? ¿Cómo categorizamos nuestro trabajo?





[1] Martín, F. N. (2020). Teoría crítica de la modernidad: Marxismo, movimientos sociales y proyecto emancipatorio. Herramienta.

[2] Este es un ejemplo canónico de la opción de un estudio crítico del psicoanálisis frente a la complacencia identitaria. Pues frente a este enunciado se podrá esgrimir que el psicoanalista no propone ninguna meta, negando la reiteración con la que esa misma meta es planteada por Freud, pretendiendo generar un sobre sentido, que en realidad quiso decir otra cosa o directamente defendiéndola al día siguiente de enunciar lo primero. Nuestra opción es la que implica la generación de hipótesis que permitan establecer algunas respuestas probables a porqué se sostienen ambas perspectivas.

[3] Aceptar la idea de trabajo colaborativo supone el despojo de conceptos tales como que “hay un solo sujeto” (pensado este adentro del analizante).

[4] https://lacaneman.hypotheses.org/1885

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