Gaza, un Epílogo.
- Pablo Tajman
- 9 jul
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En este texto, el autor ensaya un balance histórico de lo que nos llevó hasta acá con una precisión, lucidez y capacidad de síntesis que impresionan.
Por Pablo Tajman*
Una vez más se trata de la amenaza de destrucción del pueblo judío. Pero ahora ya no de aquella que los demás llevan contra él, sino la que él lleva contra sí mismo. La destrucción espiritual de un pueblo es lo importante: se puede haber rozado el aniquilamiento –el llamado “Holocausto”- y, sin embargo, haber conservado el sentido moral –humano- como pueblo. Pero también se puede conservar la existencia y sucumbir moralmente como pueblo.
Estamos asistiendo a la más dramática de las verificaciones por donde circula el sentido –el ser o no ser- del pueblo judío: su conversión en lo contrario de aquello que constituyó su más honda persistencia en las vicisitudes de la historia. El pueblo judío pudo conservar su lugar en el seno de una humanidad a la que le proporcionaba, por su experiencia creadora, algo irreductible. Y este pueblo perseguido sin razón, he aquí que su razón de ser se ve amenazada en el momento mismo en que, por la fuerza de las armas, cree que impone su pretendida existencia más material, más decisiva, más segura. Pero al mismo tiempo más negadora de sí mismo, de su derecho, de su esencia de aquello que llevó a que pudiera acceder a la tierra. En el momento mismo en que elige hacerle a otro pueblo o que le hicieron a ellos mismos –eso por lo cual adquirieron el derecho ético e histórico de tener una tierra-, en ese mismo momento ponen en duda el derecho moral e histórico de retenerla. Porque no era cualquier tierra la que se reivindicaba: era una tierra con sentido, con un sentido moral e histórico indeclinable. Era una tierra, la judía, que llevaba inscripto un destino indelegable. Y este destino no podría ser cualquiera, para el caso, el convertirse en dominadores de otros pueblos.
Pero el origen mismo del Estado llevaba implícita una difícil ecuación de la que debía hacerse cargo. Y ese fue el equívoco de un planteo originario: “un pueblo sin tierra –se decía- para una tierra sin pueblo”. Pero no era cierto: era una tierra que a lo sumo podía ser compartida con otro pueblo que estaba asentado en ella también desde muy antiguo. Fue Buber quien planteó en el comienzo mismo la creación de un Estado binacional: hubiera sido el reconocimiento del “otro” en uno mismo, ecuación difícil, es cierto, pero irrenunciable. Fue la razón de Estado, o la razón de la fuerza, la que en su momento decidió plantear la exclusión de otro pueblo para ocupar su suelo como si fuera exclusivo. La escalada de la colonización es inexorable: y ahí está ahora el Estado judío como antes los colonizadores de América: la estrella de David y los cañones judíos suplantan a la cruz y la espada de los españoles y portugueses. ¿Les llegará también, en la escalada, la necesidad de exterminar a la población árabe, por considerarlos aborígenes e inferiores?
¿Qué quedó del sentido de su propia historia? ¿Cómo pudo metamorfosearse en su contrario para llevarles a hacer a los otros lo que rechazaron para sí mismos? ¿Qué extraña inversión se produjo en las entrañas de ese pueblo humillado, perseguido, asesinado, como para humillar, perseguir y asesinar a quienes reclaman lo mismo que los judíos antes habían reclamado para sí mismos? ¿Qué extraña victoria póstuma del nazismo, qué extraña destrucción inseminó la barbarie nazi en el espíritu judío? ¿Qué extraña capacidad vuelve a despertar en este apoderamiento de los territorios ajenos, donde la seguridad que se reclama lo es sobre el fondo de la destrucción y dominación del otro por la fuerza y el terror? Se ve entonces que cuando se señaló que el Estado de Israel enviaba sus armas a los regímenes de América Latina y de África, ya allí era visible la nueva y estúpida coherencia de los que se identificaban con sus propios perseguidores. Los judíos latinoamericanos no lo olvidamos.
Esta situación actual tiene su origen. La reivindicación de un “hogar judío” no implicaba la creación de un Estado capitalista y relegar la hermandad socialista a los kibutz. ¿Es extraño, además, que sean las ideas de la derecha, de la Iglesia judía, del capitalismo, de la libre empresa, las que se aúnan para proseguir en Israel esta política de la cual la humanidad, el reconocimiento del otro diferente, está excluida? Esa inhumanidad de los que sometían al pueblo judío está ahora –y eso nos causa horror- inficionando también al pueblo judío. Queremos decir entonces que no es la judeidad, la cultura heredad, la experiencia sufrida, la que aparece determinando directamente el sentido de lo que esta comunidad nacional situada en Israel vive como mayoría, que es una determinación de clase y que, por lo que hace concretamente, se iguala a cualquier otra: que puede alcanzar los dominios de los siniestro por sí misma. Es el judío de derecha es que está destruyendo el sentido histórico del judío.
Un pueblo que vivió lo terrible del sojuzgamiento, el dominio sobre su población , la lucha por afincarse en una tierra propia, la miseria de sus guetos, los pogromos y el aniquilamiento, adquirió el derecho moral que los llevó a poder reivindicar ante el mundo su asentamiento en una tierra compartida. Pero al lograrlo le hacen a otro pueblo lo que ellos mismos sufrieron: los sojuzgan, los reprimen, los matan por reclamar su libertad, les rapiñan las tierras por razones llamadas “de seguridad”, los expulsan y los exilian. No hay razón de Estado, ninguna, que pueda llevar a esta situación: siempre –y no hay aquí excusa- ha habido y hay otras soluciones para situaciones difíciles. En pocas palabras: nos repugna como judíos esto que los judíos de Israel le hacen a otro pueblo. Y también como judíos nos repugna que hagan esto contra nuestro propio destino como judíos. Que destruyan el sentido humano que debiera hermanarnos en valores comunes compartidos. Eso que ahora nos lleva nuevamente a preguntarnos: ¿qué tengo yo en común con esa manera de ser judíos? ¿No son acaso ahora también los palestinos perseguidos mis hermanos en lanza de la historia actual compartida?
*
¿Hay algo que no sea lacerantemente actual de lo escrito hasta aquí?
Quiero aclarar que no lo escribí yo y que no está escrito en el año 2025. Es el texto del “Epílogo” que León Rozitchner escribió en mayo de 1988, hace casi cuarenta años, para una reedición de su libro “Ser judío”, de 1967, epílogo donde comprobaba con amargura que las tendencias que denunciaba veinte años antes, se habían continuado y profundizado. Solo saqué una referencia temporal con la que comenzaba, que hubiera embarrado su brutal actualidad, junto con cuatro nombres que eran especialmente importantes a fines de los ochenta (como Sharon y Rico) y cambié un "árabes perseguidos" por "palestinos perseguidos", porque también hubieran producido alguna extrañeza y desviado la atención.
Como dice León en su texto, “[…]No hay razón de Estado, ninguna, que pueda llevar a esta situación: siempre –y no hay aquí excusa- ha habido y hay otras soluciones para situaciones difíciles[…]”, y esto incluye las respuestas al ataque de Hamas del 7 de octubre de 2023. No validarlo no equivale a validar la respuesta genocida del Estado de Israel.
En 2009, en su texto “‘Plomo fundido’ sobre la conciencia Judía”, Rozitchner concluía:
“Estamos pagando muy cara esta conversión judía. Los israelíes, ya vencidos en lo más entrañable que tenían de judíos históricos, se han transformado en la punta de lanza del capitalismo cristiano que los armó hasta los dientes para enfrentar el mayor y nuevo peligro que tiene el cristianismo: los mil millones de musulmanes que pueblan el mundo. Pero ni los musulmanes ni los palestinos fueron los culpables de la Shoá: los culpables del genocidio son ahora sus amigos, que los mandan al frente.
Y aquí cierra la ecuación política amigo-enemigo de Karl Schmitt. Antes, hasta la Segunda Guerra Mundial, el fundamento teológico de la política era ‘amigo/cristiano-enemigo/judío’. Ahora que los judíos vencidos se cristianizaron como Estado teológico neoliberal la ecuación es otra: ‘amigo/judeocristiano-enemigo/musulmán”. ¿Este es el lamentable destino que Jehová nos reservaba a los judíos? Porque de lo que hacen ustedes en Israel depende también el destino de todos nosotros.”
Duele tanto para quienes somos judíos como para todos los otros. Duele para quienes queremos conservarnos humanos. Duele que haya rehenes, duele cada persona asesinada.
Duele más allá de lo que podemos contener con nuestros cuerpos salvajemente individualizados. No paremos de inventar modos de luchar y de manifestarnos en conjunto.
* Pablo Tajman, judío laico de izquierda no partidaria, psicólogo clínico trabajador de la salud mental pública, docente, supervisor y supervisor institucional de varios hospitales y centros de salud del AMBA, interesado en modelos integradores en psicoanálisis.




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