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No soy analista político, pero tal vez (p) si (co) analista político.


En este ensayo, Manuel Rivadeneira nos lleva a preguntarnos: ¿uno debería saber el posicionamiento político de su analista?




*Por Manuel Rivadeneira



Elecciones, ética, neutralidad, abstinencia y política.


Límites, silencios y muertos con un aire Maradoniano.



10:39 Today Unread Messages Lunes post-electoral, llega un paciente totalmente atravesado por la victoria de Milei a nivel nacional. Los primeros 15 minutos se pasan hablando de sus sensaciones, temores e incertidumbres al respecto y luego comenzamos a articular con los asuntos que veníamos trabajando previamente.

Finalizamos unos minutos pasados de horario, agarra sus cosas que había dejado en el diván y en una coda de la sesión me dice: “Igual, me preocupa más Milei que la discusión con mi vieja”, a lo que sonrío cómplice y asiento con la cabeza. Él suspira aliviado, “uh, que bueno. ¿te imaginás si llegaba y vos estabas contento por el 30% del peluca?”

Distintxs pacientes fueron trayendo el tema a sesión aquel lunes y como habitante de la era digital, y a modo de juego catártico, en mi Instagram hice una encuesta donde preguntaba a mis contactos si podrían atenderse con un psicologx que estuviera ubicado políticamente en las antípodas de su pensamiento. El electorado se inclinó mayoritariamente en 2 opciones: “No, ni a palos” y “¿Uno debería saber esas cosas?”.

El dato concluyente fue que nadie dijo que Sí.

El “No, ni a palos” me resulta fácil de comprender ya que, en algún punto, la mayoría de quienes respondieron eso están muy atravesados por la política en su vida cotidiana, y aunque parezca innecesario, tengo que aclarar que con política no me refiero a partidismo. Defender la educación y la salud pública, horrorizarse ante la represión y el negacionismo de los crímenes de la dictadura, estar a favor de la redistribución de la riqueza, o tener una mirada feminista de la realidad, no implican ningún partido, pero sí posiciones políticas concretas.

La pregunta que me parece interesante pensar es si “uno debería saber esas cosas”. Mi hipótesis es que en algún punto sí. El primer reparo en contra de esta idea son los conceptos Freudianos de neutralidad y abstinencia, definidos por Laplanche en el diccionario de psicoanálisis de esta manera:

Neutralidad: “El analista debe ser neutral en cuanto a los valores religiosos, morales y sociales, es decir, no dirigir la cura en función de un ideal cualquiera, y abstenerse de todo consejo; neutral con respecto a las manifestaciones transferenciales, (…) por último, neutral en cuanto al discurso del analizado, es decir, no conceder a priori una importancia preferente, en virtud de prejuicios teóricos, a un determinado fragmento o a un determinado tipo de significaciones”.

Abstinencia: “Principio según el cual la cura analítica debe ser dirigida de tal forma que el paciente encuentre el mínimo posible de satisfacciones substitutivas de sus síntomas. Para el analista, ello implica la norma de no satisfacer las demandas del paciente ni desempeñar los papeles que éste tiende a imponerle.

Comprendo y suscribo a tales ideas, pero entendiendo que analista y paciente viven en un contexto que es imposible escindir de la cura, y es necesario que sea tenido en cuenta para articularlo con la singularidad de cada paciente. Desconocer o negar las variables contextuales nos pondría en riesgo de individualizar el padecer y creer (meritocráticamente) que el único responsable del padecer es el o la paciente. La pregunta repetida hasta el hartazgo durante la carrera de “¿qué tienes que ver tú en el desorden del que te quejas?” puede llevarnos a una idea de responsabilidad subjetiva culpabilizante y descontextuada.

Ahí es donde considero indispensable entender la necesidad de un posicionamiento ético/político del terapeuta. ¿Puede un terapeuta pensar una situación de violencia de género y cuestionar qué responsabilidad tiene la persona agredida en la agresión sin contextualizar y pensar la coyuntura actual? Hace poco escuchaba a alguien decir “¿ves cómo se deja maltratar?”. Si el foco está puesto en que “se deja” maltratar y no incluye que hay alguien que activamente maltrata y un determinado contexto, estamos tomando una posición y haciendo una lectura simplista, que seguramente se reproduzca en el posicionamiento ético político de quien lleva a cabo ese pensamiento. Problematizar el contexto nos permitirá cuestionarnos cuánto de éste incide, cuánto hay de lo subjetivo, y cuánto de la construcción de ese encuentro.

Yendo a ejemplos extremos: ¿Podría un hijo o nieto de desaparecidos atenderse con unx psicologx que niega los 30.000 y reivindica la dictadura militar? ¿No debería saber esas cosas?

Entiendo la complejidad del tema y no planteo atender explicando constantemente el marco teórico y posicionamiento ético-político (ni con banderas militantes y bustos de Marx en la mesa), pero sí considero un riesgo, que detrás de la idea de neutralidad y abstinencia se esconda un dispositivo de poder en el cual el analista, en un velo de misterio, esconda ciertas concepciones importantes que pueden llegar a funcionar como condicionamiento de poder en esa relación analista-analizado.

Una imagen muy reproducida y que parecía ser EL modo de la neutralidad y abstinencia, es la de “hacer el muerto”, tomada de Lacan. Este concepto reviste cierta complejidad, pero muchas veces llegó a vulgarizarse de cierto modo por algunos psicoanalistas generando una lectura “lineal” de hacer el muerto al punto tal de parecerlo.

Esto muchas veces convierte al analista en un ser misterioso, silencioso, “neutro”, sobre el cual proyectar, pero ¿es la única forma de que la transferencia se proyecte haciendo el muerto al punto tal de parecerlo?

Tal vez la referencia más clara para explicitar a lo que me refiero sea la frase muy escuchada de conocidxs diciendo “Mi psicólogx no me dice nada”, o preguntando a amigxs si su psicólogo “les habla”.

La situación que evoca mi imaginario cada vez que pienso en esta idea es la de Diego Maradona yendo a preguntarle al árbitro Javier Castrilli por una jugada de la que no sabe qué cobro.

Diego le pide “explíqueme por favor, explíqueme por qué” a lo que Castrilli se mantiene inmutable, sosteniendo un semblante rígido que siempre me hizo recordar a cierto arquetipo de psicoanalista. “¿Usted está muerto? No está muerto, explíqueme por favor se lo pido” replica el jugador mientras el árbitro sigue sosteniendo el semblante y la mirada al horizonte. Se acerca un compañero y le dice a Maradona que no le va a contestar, a lo que Diego se va a los gritos de “es un botón”.

Elegir una neutralidad aséptica, misteriosa y muda también es un posicionamiento político, el asunto es poder saber desde dónde nos paramos cuando encaramos nuestra tarea. Cada vez más aparece la búsqueda por parte de lxs pacientes de terapeutas con determinada orientación teórica, o con perspectiva de género, entre otras posibilidades.

Respondiendo a la pregunta de si uno debería saber el posicionamiento político de su psicologx, mi sensación es que unx se da cuenta en algún momento, y es justo que, si la ubicación es en las antípodas, esto se piense y se sepa para que la relación transferencial sea justa. Cuando pienso en la idea de “transferencia justa”, lo pienso en sentido de que no funcione como un dispositivo de poder dominante donde aspectos cruciales le sean ocultados al paciente. Si un psicoanalista sostiene que “todos los trans son psicóticos”, sería justo que se cuestione si está en condiciones de atender a unx paciente trans, o si ese sesgo es un imposibilitante para dicha tarea, así como también que el paciente sepa la concepción que quien lx atiende tiene al respecto.

No se trata de la persona del analista, pero sí de ciertos valores e ideas que son parte de la transferencia. La proyección transferencial no es tan simple como la seriedad y el silencio, o alguna vestimenta en detrimento de otras, es algo más sutil que se construye en el encuentro de analista y paciente.

Luego de que aquel primer paciente post PASO se fuera, llega una paciente para quien esa era su segunda sesión. Sin decir nada, y al solo abrir la puerta, me dice “Hola, hoy vamos a hablar de lo terrible que pasó ayer, ¿no?”



*Manuel Rivadeneira:

Lic. y Prof. en Psicología, Artista escénico y Psicoanalista con perspectiva de género. – manuelrivadeneira91@gmail.com





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