
Los términos “política” e “inconsciente” participan de un campo semántico situado históricamente que podríamos reconocer como el campo de la teoría crítica contemporánea, y en tanto ello sucede de esa manera, su sentido convive tensado con otros términos; en ocasiones, lo hace de maneras pacíficas y estratégicas, en otras, lo hace de maneras conflictivas y combativas.
por Claudia Cappello
Para empezar a contornear algunas de estas intersecciones, es menester plantear las
siguientes aserciones sobre ambos términos:
- La política, entendida como praxis contra-hegemónica, es decir como actividad
dislocante y disruptiva del orden lógico-ontológico heredado, ataca la obsesión
contemporánea por la identidad (sea racial, sexual, de clase, etc.).
- La conciencia no es el operador de lo inconsciente, es decir que una vez que
aceptamos su tesis, este término elimina cualquier determinación consciente.
- La tesis de lo inconsciente exige articular una teoría del sujeto donde las viejas
categorías de persona e individuo no aplican para pensar la articulación entre
política y subjetividad.
- Tanto lo inconsciente como la política cuestionan la idea posmoderna de la
meritocracia individual como instancia causal de transformación social y su
consecuente idea de la responsabilidad subjetiva.
- Lo inconsciente y la política interpelan así toda idea de completud y libertad,
normalidad y armonía.
- Lo inconsciente y la política convocan una determinada posición ética, un
quehacer vinculado a la interrupción del automatismo y la sobredeterminación
de la estructura.
- Es decir que lo inconsciente y la política exigen una pregunta por la causa.
- Ambos términos están tomados por la ley significante y, en ese sentido, ambos
términos exigen trabajar ese Otro lugar donde la palabra pueda plantearse
como verdad.
- Por último, ambos términos implican la entrada en juego de un real, entendido
como imposible lógico y no como realidad.
Respecto a esta serie finita y arbitraria de aserciones, podríamos intentar formalizar
algunas preguntas, como, por ejemplo: ¿Se trata de politizar lo inconsciente o más
bien de una/s política/s de lo inconsciente? ¿Cómo se articulan política e
inconsciente? ¿Es lo inconsciente un efecto de cierta política? ¿Hay una política para
lo inconsciente? ¿Qué prácticas y qué dispositivos toman hoy en cuenta la dimensión
política del inconsciente? ¿Qué matriz de lectura corresponde organizar alrededor de
esta posibilidad, tomando en consideración que no se trata de términos mediados por
la función consciencia ni de la voluntad?
A partir de estas intersecciones y preguntas, propongo considerar la relación entre
ambos términos como una comunidad topológica, que tendrá como punto de apoyo la
definición del inconsciente estructurado como un lenguaje. Esta conceptualización
resulta fundamental para sostener el anudamiento estructural de los registros
simbólico-imaginario-real como también para las afirmaciones acerca de la estructura
del sujeto.
¿Por qué recurrir a la geometría topológica combinatoria o de superficies? Porque es
la geometría que mejor se articula a esa definición de inconsciente y nos permite
pensar de qué manera ambos términos se intersectan sin apelar a las viejas
antinomias interior-exterior, sujeto-objeto, al tiempo que nos permite pensar que, si
bien el inconsciente es el discurso del Otro, a su vez es lo más propio que tiene el
sujeto.
Esta herramienta topológica también pone en cuestión las concepciones de tiempo y
espacio como continuum infinitos.
Ni lo inconsciente ni la política funcionan como términos opuestos, es decir que no se
trata de pensar lo inconsciente por un lado y la política por el otro, sino de una relación
inmanente en la que ambos términos comportan la marca constituyente de la Otredad.
A partir de la idea de una comunidad topológica, es decir de una concepción de tiempo
y espacio, se puede pensar la relación entre política e inconsciente como un par
ordenado que da cuenta de una estructura, de una lógica, de un automatismo y de un
real, al tiempo que todo ello puede ser formalizado y forzado, es decir interrumpido en
su repetición.
Para pensar el asalto de este par ordenado, es necesario (re)pensar las operaciones
lógicas de causación del sujeto establecidas por Lacan: alienación y separación que se
plantean como una novedad para la teoría psicoanalítica diferenciándose de la
consideración de enajenación al otro, para la primera, y de toda idea de recuperación
individual, para la segunda.
Jacques Lacan, luego de abandonar el deseo de reconocimiento hegeliano, plantea en
su enseñanza, que alienación y separación son operaciones lógicas articuladas a la
teoría matemática de conjuntos. Para la primera elección propone la estructura de un
“vel (o) alienante”, distinto a los dos tipos de ‘o’ estudiados por la lógica clásica: el ‘o’
exclusivo o la disyunción exclusiva (uno u otro de los términos) y el ‘o’ inclusivo o
disyunción inclusiva (la elección puede recaer sobre ambos términos a la vez). El ‘o’
alienante tiene la estructura de la reunión de conjuntos, A U B que requiere del
operador lógico ‘o’ en tanto consiste en el conjunto de todos los elementos que
pertenecen a A ‘o’ a B ‘o’ a ambos, aclarando que la reunión de conjuntos no es
idéntica a la operación de suma de términos, pues impone una elección entre sus
términos eliminando uno de ellos, siempre el mismo, sea cual sea su elección. Al
tratarse de la hegemonía del significante, el significante juega y gana dirá Lacan,
perdiéndose toda chance de ‘mismidad’, se ataca con esta lógica el sí mismo, el yo
como identidad y la posibilidad de reflexión del sí mismo. La operación de alienación
se concibe como pérdida en el Otro simbólico, factor letal de la dupla significante
(pérdida en el Otro simbólico que repercute en el sujeto); el inconsciente vaciado de
significaciones y significantes será un borde entre S1 y S2.
A partir de esta estructura topológica de borde, sin interior-exterior, sin sujeto-objeto,
se ubicará la segunda operación lógica, la separación, que lleva a su término la
relación del Sujeto al Otro y rescata al primero del factor letal de la alienación
mediante una torsión indicada a partir de una inversión en la relación entre los
elementos, esta salida no consiste en negar la falta, el intervalo, el agujero en el Otro
pues es una salida que llevará su marca, lo que se encuentra nunca será idéntico a lo
que se perdió. No lo desarrollaremos aquí, pero se trata de una articulación con la
falta, la sustracción y la pérdida constitutiva del campo simbólico.
La separación queda articulada a la lógica de la intersección en la teoría de conjuntos,
siendo la intersección de los conjuntos A y B el conjunto que posee los elementos
comunes a A ‘y’ a B.
Quedará planteada la relación entre el par alienación y separación, el sujeto y el Otro, inconsciente y política, como una relación significante circunferencial (delimita un
intervalo, un agujero) y no recíproca ni simétrica (implica por estructura una torsión
que tiene como efecto una inversión y una pérdida). La articulación entre alienación y
separación no es unidireccional ni evolutiva, e introduce otra concepción de tiempo, la
del futuro anterior (Nachträglich). Lacan recuerda que es el primero en extraer esta
concepción del texto de Freud, el trauma que se implica en el síntoma, muestra una
estructura temporal de un orden más elevado , la temporalidad del futuro anterior.
El primer término entra en relación con el segundo, pero una vez que esto ocurre, ya
no se podrá seguir sosteniendo que el primero sea anterior.
Los conceptos de repetición y corte, inversión, retorno, intervalo, pérdida y sustracción
son fundamentales a la hora de considerar estas operaciones y esta relación formal
entre términos.
Pensar inconsciente y política en esta articulación topológica es pensar una operatoria
en los tres registros simbólico, imaginario y real, siendo este último engendrado por la
articulación significante.
Concluimos entonces con una apertura para poder dejar en el horizonte de este
planteo axiomático el inconsciente (y la repetición) y la política (como interrupción
emancipatoria).
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