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¿Qué lugar ocupa el cuerpo del analista?

Pablo Picasso: "Niño con paloma" (1901)


En este trabajo, Eduardo Smalinsky nos trae algunas reflexiones acerca del lugar que ocupa la sensibilidad en la práctica analítica y nos plantea que, si bien constituye un marco adecuado, no toda práctica analítica puede ser pensada como sensible.



por Eduardo Smalinsky *


Tomando el texto de M. Little “Diario de mi análisis con Winnicott” encontramos que pone de manifiesto el problema de la transferencia y de la contratransferencia. Ella se pregunta -y es una pregunta importante que aparece en el prólogo-: hasta dónde es conveniente transmitir todos los avatares subjetivos que sufre como analizante, cuando ya era una analista con un recorrido muy significativo dentro de la Sociedad Británica de Psicoanálisis. Se interroga entonces hasta dónde es necesario exponerse. 


Es importante recordar que para Winnicott no solo era relevante el registro inconsciente sino también el lugar que ocupaba el ser, no considerando al ser ni obvio, ni dado. Además, el advenimiento de eso que llamamos ser toca al cuerpo de la persona del analista.


Para pensar el escrito de M. Little es útil tener en cuenta una de las operaciones que concibe Winnicott: la presentación de objeto. Habría que aclarar, para empezar, una diferencia entre Winnicott por un lado y Freud y Lacan por el otro, en cuanto el primero concibe a la experiencia de satisfacción no como originalmente perdida, sino como algo a constituir en el mejor de los casos durante los primeros dos años de vida.


La experiencia de satisfacción, Winnicott la piensa como una sucesión de experiencias de omnipotencia. El otro primordial, sea la madre o el adulto cuidador, en la medida que esté conectado al niño y se adapte mínimamente a sus necesidades posibilita que el niño atraviese el experimentar de que él crea lo que encuentra. De eso se trata específicamente la presentación de objeto, de presentarle el pecho, el mundo e incluso su propia imagen de modo que él tenga la experiencia de crearlas. De no ser así, el niño tendrá que acatar, adaptarse a las necesidades del mundo y eso irá en la dirección de desarrollar su falso self. En caso de desplegar la experiencia de satisfacción y de omnipotencia se desarrollará un verdadero sí mismo.


En este sentido, de lo que habla en su libro M. Little es de las consecuencias que tuvo, en su propia vida, lo que podemos diferenciar como fracasos del otro y no simplemente fallas. Los fracasos del otro pueden ser entendidos desde Winnicott como la falta de esa adaptación mínimamente necesaria. Cuando esta no se da, se produce un fracaso en la constitución del campo imaginario e ilusional. Es decir que no se puede experimentar esa experiencia de crear lo encontrado y esto puede manifestarse en los límites de las neurosis, como en algunas psicosis. Está es una perspectiva no estructural, que se manifiesta en personas que no constituyen un padecimiento sintomático, sino que padecen de un vacío, de una angustia permanente de esas que podemos pensar como agónicas y de una falta de sentido básico para cargar con su existencia. Son seres que de algún modo no terminan de existir, o de poseer un registro subjetivo de su propia existencia. Bergson los pensaría como aquellos que tienen afectado su elán, es decir su impulso vital.


Margaret Little se reconoce a sí misma como una persona con una existencia carente de todo sentido, más allá de que funcionalmente y dentro de un marco social era una reconocida psicoanalista. Ella pudo elaborar el concepto de transferencia delusional, desilusional o delirante, para pensar lo que sucedió en su propio análisis con Winnicott.


Nosotros podríamos tomar el texto freudiano “La pérdida de realidad en las neurosis y en las psicosis” para considerar que la pérdida de realidad no solo es inevitable, sino que lo único que podemos constituir en relación a la realidad son saberes, y lo que podemos preguntarnos es cómo constituimos esos saberes. Si los construimos cartesianamente como ideas claras y distintas, producto de un método que separa a la razón del cuerpo que es tomado como una interferencia u obstáculo o si construimos nuestros saberes desde una perspectiva spinozista en donde nuestra razón se apoye e incluya nuestras afecciones.


Las transferencias delirantes solo encontrarán un lugar en el análisis en la medida que el analista esté disponible para dejarse afectar y no temerle a su propia locura. 

La escuela inglesa por lo general concibe un proceso de regresión en los analizantes, y en el prólogo del libro de Little se plantea que ser soporte de estas transferencias psicóticas supone un proceso de regresión en el analista, siendo la cuestión hasta dónde y cuánto estamos preparados para soportar estos procesos de regresión. Winnicott decía que solo podía atender a un paciente de estas características por vez.


Otro aspecto interesante que ilumina el texto de Little, es que se trata de un tercer análisis, en donde los dos anteriores son relatados brevemente. En el primero advirtió que su analista no le ofrecía ninguna posibilidad de poner en juego esos fracasos constitutivos que la acosaban por lo que se adaptó a las necesidades y posibilidades de su terapeuta. En el segundo, en cambio, sí se abrió esa posibilidad, sin embargo la interpretación sistemática de su analista la fue dejando en el lugar de “loca”. Esto resultó verdaderamente catastrófico, ya que Margaret percibió que aquella estaba gravemente enferma, lo que le fue interpretado como una proyección. A dos semanas de su percepción, su analista falleció. Como resultado de esa catástrofe llegó Margaret al análisis con Winnicott.


Hay que sopesar que si un analizante pone en juego todo este padecimiento supone un riesgo y que es tarea del analista considerar si existen condiciones para permitir que eso suceda, lo que nunca es fácil para el analizante pero tampoco para el analista. Se trata de -al decir de Winnicott- aprender a…esperar, esperar y esperar... pero entender también que ese esperar es una tarea muy alejada de la pasividad. Desde ciertas perspectivas analíticas se sostiene que no debe permitirse que el analizante utilice la realidad como una defensa contra sus fantasías, es decir, como un modo de protegerse de su mundo interno. Sin embargo, debe considerarse la posibilidad de que el analista entienda que debe aceptar por cierto tiempo que el analizante recurra a ese tipo de defensas por no encontrarse en condiciones de poder lidiar con ese mundo interno hasta que no experimente la confianza en el espacio y en el analista. El analista, entonces, no tiene que obligar a lidiar, es decir a adaptarse aunque no haya condiciones. En esa espera se considera la necesidad de hacer ese uso, que aunque tenga un carácter defensivo, no debe ser atacado. Será tarea del analista encontrar el modo paradojal que permita sostener la defensa y al mismo tiempo que reconozca el temor que se teme y desea.


M. Little subraya el peligro de interpretar cuando se convierte en la única herramienta del analista y en un modo sistemático en que es el analista el que rechaza esa transferencia que llama psicótica, delirante o delusional.

El rechazo de la percepción del analizante, por más que el analista la considere delirante, lo único que produce es locura, ya que ubica lo loco sistemáticamente en el analizante, y lo cuerdo en el analista. Es una pura estigmatización.


Es un problema semejante al que encontramos en el legado de Freud, cuando actualmente proliferan las situaciones abusivas y desde el psicoanálisis nos encontramos con el problema de dilucidar cuánto del abuso es real y cuánto es fantasía, y como los dos polos son igualmente importantes, no deben anularse entre sí. 

Hemos advertido lo catastrófico que puede resultar una situación vivida como abusiva, más allá que en algún momento posterior pueda discriminarse la implicación subjetiva. Esa implicación solo podrá aparecer en la medida en que no se introduzca como un deber de responsabilización, sino porque el marco es lo mínimamente confiable para experimentar que esa implicación no rechaza lo sufrido.


Que lo sexual sea abusivo por estructura no significa que todas las experiencias infantiles y no infantiles ligadas a la sexualidad sean igualmente abusivas. Cuando pensamos a las angustias primitivas o agónicas como un conflicto intrapsíquico, es decir como angustias de castración, producimos un enloquecimiento, porque esas angustias no son producto de fantasías sino producto de fracasos ambientales, de fracasos y no fallas del otro primordial. Y lo que está en juego no es algo que puede ser interpretado sino que es algo que requiere ser desplegado y jugado, y para ello se requiere de un espacio confiable que pueda ser usado, que pueda ser atacado y que sobreviva a ese ataque.


Cuando lo que está en juego es esa transferencia delirante, la tarea del analista, como en la presentación de objeto, es que el analizante tenga repetidamente la experiencia de crear el objeto que encuentra. Cuando el problema está en el ser, es decir en la existencia, la tarea del analista es ubicar un objeto que pueda ser creado por el analizante. Que tenga la posibilidad de vivir una experiencia de creación. Ese es el problema que aparece en el análisis con Ella Sharpe. Ella que es una conocida analista kleiniana, le interpreta sistemáticamente todo y esto produce un tremendo enfrentamiento especular. Little siente que su analista rechaza toda su percepción, lo que reduplica el fracaso del otro original. 


Hay una referencia en Lacan, en la “Dirección de la cura”, cuando habla de un concepto de Sharpe, que es la “respuesta total del analista” y en donde advierte que el momento de pacificación en el análisis se produce cuando la analista no puede más que apenarse por la pérdida que sufrió su analizante.


Creo que nosotros podemos diferenciar la advertencia irónica de Lacan, sobre lo imposible de una respuesta “total” del analista, con la importancia que tiene para el analizante que su analista también se sienta afectada, barrada por una pérdida. Eso que parece tan obvio y tan sencillo, puede no serlo, cuando la analista se siente más obligada a sostener una impostura, que a poder registrar lo que le sucede, no solo racionalmente, sino también a través de sus afecciones. En esto está la diferencia entre la interpretación que intenta señalar o suturar una falla simbólica, y la interpretación que termina resultando un rechazo al reconocimiento de un fracaso ambiental. Un fracaso ambiental busca no solo un reconocimiento, sino que ese reconocimiento pueda ser el de presentar un “objeto” para que el analizante tenga la experiencia de crearlo. Sino el fracaso ambiental continúa. 


Por otra parte, si todo es escuchado como conflicto intrapsíquico, el lugar del analista es de saber y el del analizante es de locura. Se le niegan sus percepciones e intuiciones. La omnipotencia del analista produce resultados catastróficos. De lo que se trata es de que haya una experiencia de omnipotencia en el analizante. Esa experiencia de omnipotencia es la que irá cediendo muy gradualmente, poco a poco. En los tiempos que sean necesarios para el analizante. 


Lacan piensa los objetos pequeño a, la voz, las heces, la mirada y el pecho, en términos lógicos y binarios. Winnicott no se ocupa de la cesión de esos objetos, sino de cuál sería el ambiente mínimamente necesario para que esos movimientos de cesión o de transición se produzcan. Para él se trata de un movimiento más prolongado y matizado. Los dos de algún modo hablan de lo mismo pero de forma diferente. Para Winnicott es más significativa la transición que la cesión, y la primera es condición de la segunda. De algún modo, todo lo que pensamos como acotamiento, como corte, es discutible si nos están dadas las condiciones para la transición. 


Una observación sobre la que ya hice una mínima mención. Después de 7 años de análisis de Little con Sharpe, ésta la consideraba “curada”. Margaret sin embargo afirmaba que su analista estaba enferma de una cardiopatía, cosa que Ella solo le interpretaba como un modo de no terminar el análisis. El asunto es que Sharpe da por finalizado el análisis de Little y muere a las dos semanas por una cardiopatía. Miren qué interesante la fina percepción que puede tener un analizante sobre la persona del analista, y los múltiples modos de negación que puede haber por parte del analista. Es curioso preguntarse cuántas veces los analistas creemos que podemos negarles a nuestros analizantes, no solo cosas que son completamente evidentes, sino también hasta dónde somos capaces de poner  en duda nuestra confiabilidad cuando sostenemos esos modos de negación. 


Hay un relato tanto de Winnicott como de Little, sobre la primera entrevista donde Margaret estuvo acurrucada y en silencio. Winnicott, lo único que le dijo al final fue: “no sé, pero creo que me está evitando”. Little, escribió que ese no saber de Winnicott fue lo que más confianza le dio. Por mi parte, siempre tengo presente el aliento que me causó el que un analista al que llamé me dijera que podíamos tener una entrevista, pero que no sabía si iba a poder tomarme en análisis.


Asimismo, quería aclarar que Winnicott no piensa tanto en intervenciones, sino que lo que hace y dice es producto de algo que va fluyendo. En términos de Spinoza, se trata de cómo el analista está disponible para dejarse afectar y permitir que esas afecciones vayan trabajando en el analista, no olvidando a qué lugar se lo convoca.


Después de algunas entrevistas de un clima opresivo, M. Little describe sentirse desesperada, estima que nunca sería entendida y piensa en arrojarse por la ventana, pero supone que Winnicott se lo impediría, entonces se levanta del diván, toma un jarrón y lo arroja al piso haciéndolo trizas.


Representémonos lo extremo de estar con un analizante que de repente tiene la necesidad de hacer algo loco, extremo, para conmover a Winnicott. Este último, ante aquello no reacciona ni de un modo moral ni manteniendo un semblante de indiferencia. Se va, quizás conmovido porque no puede hacer otra cosa. Porque es el modo que tiene de introducir una “estructura de demora” como la denominó Ulloa. Se nota que además sale porque está en el límite de lo que puede soportar. Regresa sobre el final de la entrevista y dice: “suponía que esto podía pasar pero no tan pronto”. Little, sobre esto dice que no entendió si era que no suponía que estuviera arreglando el estropicio o que una acción tan intempestiva podía suceder más adelante. 

A mi entender, Winnicott dimensiona tanto la necesidad destructiva de Little, como su capacidad de reparar, que era algo de eso lo que iba a jugarse en ese análisis. El salir del consultorio fue la respuesta que pudo tener como para no reaccionar.


Al mismo tiempo, en la entrevista siguiente, apareció un jarrón idéntico al original y creo saber que en esa entrevista él señaló que eso que había ocurrido el día anterior era “algo que podía ocurrir una sola vez en ese análisis”. Lo que hizo fue, sin valorar lo ocurrido, pero entendiendo que fue algo no solo inevitable, sino en gran medida necesario, señalar que la medida de eso ya estaba cumplida, ni por bueno ni por malo, sino porque era la medida de lo posible en ese análisis. Creo que hay allí el reconocimiento de que ese acto, tanto destructivo cómo creativo, era necesario, pero que ese analista en particular podía hacerle lugar en esa medida.

Lo que estamos intentando pensar es cuáles son las condiciones del advenimiento del sí mismo, del ser. Esas condiciones son tanto lógicas como cronológicas. El armado de una experiencia requiere de un proceso sofisticado que necesita desarrollarse a lo largo de no poco tiempo.


Little menciona que durante las primeras sesiones requería de bastante tiempo para salir del clima perturbador y opresivo de su infancia pero es Winnicott el que le propone tener sesiones más prolongadas, entendiendo que era otra forma de reconocer en acto el tipo de necesidades que tenía Margareth y lo inadecuado de plantear cualquier tipo de prisa.


Este caso tiene algo de paradigmático, y nos permite entender la coexistencia de una conflictiva intrapsíquica con un fracaso de lo ambiental. Es bueno que el analista pueda discriminar entre los dos registros y que sea particularmente sensible a no interpretar los fracasos ambientales.



*Eduardo Smalinsky: eduardosmalinsky@gmail.com 

Trabaja en psicoanálisis, coordinando dispositivos institucionales desde el CSMN3 “Ameghino” e investiga el área de fenómenos intermedios.


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