top of page

“Une niñe llega al mundo. La llamarán E y luego elle se nombrará M”

Actualizado: 30 may 2023

(Derivas y algunas intervenciones desde el consultorio con él, sus mapadres y la escuela)




Crédito de la imagen: Oswaldo Guayasamín, pintor ecuatoriano



Las violencias circulan, se coagulan, traen ecos y resonancias en los diversos territorios en los que va viviendo y escribiendo su vida M, une niñe trans de 11 años. Comparto en este artículo algunos de los recorridos que fui atravesando como analista desde el momento en que M y su familia llegaron a mi consultorio hace poco menos de un año.



por Nora Bender*



Une niñe

Une niñe llega al mundo. La llamarán E y luego elle se nombrará M.

Entrar al mundo no es posible sin un acto de violencia, de romper aguas para respirar el aire del mundo. Es esperade, esperado, esperada según las tramas que hayan podido, querido tejer quienes le esperan.

Algo esperan del recién llegade. ¿Y quién llega?, ¿cómo se las verá con este ambiente? ¿Y el ambiente con elle? ¿Le alojará, le hará de sostén y de límite? Límite para armar una subjetividad dentro de una época, para ser une que produzca dentro de las razones de esa sociedad.

Límite que presenta e inscribe un no todo, unas formas de estar y ser en esta familia, en este colectivo social, en el mundo tal como el ambiente que le recibe lo considera.

Une niñe que se pronuncia acerca de su propia autopercepción como no niña en principio, que se pronuncia como en un estar y ser diverso a lo binario.


Una madre

Una madre que espera maternar a una niña.

Una madre que se identifica con los movimientos LGTBIQ+, que apoya las luchas de los últimos feminismos, que ha participado activamente en marchas que acompañaron el tiempo previo a la sanción de la ley de la ILE.

PERO, una madre a la que la llegada de E que se empieza a nombrar M la pone en tensión con sus expectativas, sus deseos de que haya algo de ella en la que ella nombra SU HIJA.

Una madre que parece que está dispuesta a acompañar, a acompañarle pero… la tensión la desborda, la deja sin límite propio o en pleno encuentro con un límite en su posibilidad de elaborar. Entonces, algunos modos de presentarse de M en casa y en la escuela la des bordan (le dejan sin borde, le rompen, violentan SU bordado, el que ella se había imaginado, en el que se venían bordando las mujeres de las generaciones anteriores).

La idea de contrato narcisista que propone Aulagnier pone en relación aquello de esta familia que podría ser leído desde lo privado pero que toma otro espesor al ponerlo en red con lo ancestral, con lo político, con lo social.

“La modernidad descubrió la herencia y la dimensión psíquica de la transmisión del legado (…) y el vínculo que construye el sujeto en su sujeción al orden de las generaciones nos permitió darnos cuenta que no siempre lo que éste hereda puede hacerlo sujeto de esa herencia.

Para Castoriadis Aulagnier el contrato narcisista designa lo que se haya en el marco de la relación posible sujeto / sociedad, individuo/ conjunto, discurso singular/ marca cultural

Es así como los padres hacen del hijo el continuador de su proyecto, el portador de sus deseos no realizados y lo reaseguran en su narcisismo de mismo modo que lo hicieron generaciones anteriores con el anclaje de su propio narcisismo.” (1)


Un padre.

Un padre que se ausenta aun estando presente.

Que cede la palabra a la madre de M.

Un padre que repite (si, repite a la letra) las intervenciones tal como las hace la madre o tal como la madre le dice que las haga. ¿Parece que está implicado, pero… no con M y su crianza?, ¿parece que tuviera voz, pero… es eco de las voces de otres?

Llegan al consultorio con la preocupación de que M no puede encontrar un estar en la escuela que sea acorde a lo que la escuela espera.

M no es lo esperado por sus mapadres.

M no es lo que se espera de une niñe (una niña) en la escuela.

M se esfuerza por participar de estos bordados, por estar dentro de estos bordes. Pero algo de su color y de su textura no termina de tejerse, de estar a tono con los tejidos.

Algo de M parece ser visto y tomado en cuenta, pero no se ve ni se puede considerar. Parece que se habla acerca de su autopercepción como une chique no binarie pero, su estar y su modo de presentarse tensan tanto a la escuela como a la familia que, de distintos modos, producen una invisibilización. Unas formas diversas de negar lo diverso que ahí está presente en este chique que está emergiendo y que se nombra en masculino.

Resueno con el texto de Bernardo Kononovich, y su relato acerca de lo ocurrido dentro del hospital Borda en su tiempo como psicólogo concurrente y pienso en lo que sucede en la familia y en la escuela de M.

“La negación, la renegación, la desmentida y todas las variantes de las mismas, no son sólo des instituyentes del suceder psíquico. Son también operadores en otros campos como el jurídico, el sociológico, el histórico, el político, el institucional, etc., dando cuenta de distintas formas de producción de subjetividad.” “Esos discursos de desmentida, de mistificación y ocultamiento bajan las líneas de acción desde las esferas del poder macropolítico hacia los espacios micro institucionales. El acto canalla se constituye en el prototipo del acto de poder. Instaura y legitima una modalidad vincular que desconoce al otro como sujeto, en su potestad ciudadana y en su soberanía para el ejercicio de sus derechos humanos.” (2)


M puede decir algunas cosas. Con palabras que aparecen como quejas hacia las violencias en forma de risas y malos tratos que recibe en la escuela de parte de algunes chiques.

Chiques que son también violentades por algo que se les presenta como diverso y peligroso en relación a lo que elles mismes están construyendo como propio, dentro del binarismo que forma y construye sentido a través de palabras, gestos e intervenciones de muches dentro de esa escuela.

En muchos momentos como analista de M, me encuentro percibiendo una violencia que la familia de M solo puede convertir en protesta hacia la escuela. No saben cómo poner en juego otras nuevas acciones para que M ya no necesite comerse las uñas y lastimarse los dedos hasta hacerlos sangrar.

Me pregunto como analista de M, ¿afectaría de otro modo a M, podría haber una elaboración con menos padecimiento, recibiría otro tipo de violencia M si fueran manifiestos y claros los enunciados de familia y escuela en discrepancia con su autopercepción?

Sugiero un cambio de escuela, apostando a producir algún cambio a partir de ese movimiento y poniendo la mirada y la intención en los efectos que podrían producirse en M si la dimensión institucional, si su espacio de socialización, funcionara menos paradojalmente.


¿Trabajos de mierda?

M concurre a una escuela pública de la ciudad de Buenos Aires.

En la escuela a la que concurre M trabajan maestres, directores, coordinadores, profesores.

¿Ser maestre, trabajar en una escuela pública, en la Argentina, en CABA en 2022 (luego de que el sistema público ha sido desmantelado, empobrecido y maltratado por un gobierno neoliberal desde hace ya 16 años) puede ser considerado un trabajo de mierda?

Me convoca pensar en este punto y tomar prestado del texto de Graeber este fuerte y disruptivo modo de pensar algunos trabajos como trabajos de mierda (“Trabajos de mierda” - David Graeber – Editorial Ariel). (3)

Modos de trabajar y lugares de trabajo en los que la subjetividad va quedando arrasada por lo imposiblemente creativos que se tornan.

Si el trabajo de les maestres es cansador porque las condiciones edilicias, económicas, de formación y gremiales fueron siendo cada vez más maltratantes, por qué no pensar que el trabajo de un maestre puede ser considerado hacia dentro y fuera de la escuela como un trabajo de mierda.

Algunos datos de lo ocurrido desde hace por lo menos 16 años dentro del sistema de educación pública de la Ciudad de Buenos Aires lo confirman: la salud mental y física de les maestres empeora cada día, cada mes, cada año. Se sostienen y sostienen a les pibis en condiciones cada vez más violentas y adversas.

El desarrollo que Sebastián Plut realiza en su artículo: “Neoliberalismo, trabajo y, subjetividad. Voluntades robadas” (4) me da lugar a pensar cómo es esto dentro del sistema educativo en estas épocas neoliberales.


Juego a hipotetizar que esta violencia ejercida hacia les pibis intentando aplanar las diferencias y leerles desde una perspectiva binaria (por fuera de lo que la ESI propone como enfoque) no solo en lo referido al género, sino también en aquello que tiene que ver con la complejidad de darse a conocer en un grupo y construir una trama social en el marco de una institución (aunque esta siempre será multi y complejamente causada) podría pensarse causada y transferida desde la violencia de la des consideración que elles reciben como trabajadores.

Profunda y complejamente atravesado por el modo singular en que cada une pueda vérselas con estas condiciones de trabajo, algunes tal vez podrían estar ubicando esa violencia que se vierte sobre el sí mismo y el propio cuerpo en la rigidización y la pérdida o decaimiento de su potencia creativa para atravesar las diversas coyunturas que lo plural y lo singular de la escuela les plantea cada día.

El trabajo de les maestres está fuertemente atravesado por la delegación, desde la familia y el estado, de acercar a les pibis a objetos culturales valiosos y acompañar a construir ciudadanía tal como se la imagina este colectivo de ciudadanos.

Entonces… ¿Son les maestres en este punto violentades por una nueva renegación? ¿Se nombra su lugar como valioso y necesario para les pibis y para la comunidad, pero son violentades sistemáticamente por las condiciones en las que trabajan?

¿Qué lugar para elles que acompañan a les recién llegades en tamaños desafíos?

Un lugar social de bajos salarios, de condiciones laborales que empeoran año tras año, día tras día.

¿Dónde poner entonces la violencia que la depreciación de su lugar como trabajadores les ocasiona?

La violencia de no tener/poder construir/usar su lugar de trabajo como un espacio para desplegar y compartir aquello que, de la llegada y presentación de M les moviliza, les acontece en el propio cuerpo.

Es probable que sea en la pelea por sus derechos en las calles, en la sindicalización y en la potencia y agresión creativa necesaria para la construcción de pertenencia a un colectivo, que se pueda resguardar la subjetividad de cada une, en un espacio de socialización y comunidad de derechos.


M en la escuela.

La violencia va sobre sí. Una pregunta que podría rondar a M sería ¿Cómo hay que hacer para ser y estar en este lugar, para que este espacio de sostén me tenga en cuenta, no me borronee?

Padecimiento. Llorar. Considerar que algo, que no queda muy claro qué es, cae sobre él y su modo de presentarse…

Qué con este auto percibirse que deriva, que le sucede. ¿Lastimar? Lastimarse.

“El cantar me salva. Sé que en algunos momentos canto y molesto a les demás” (dice M en algún momento de nuestros encuentros)


Les pibis. Sobre la violencia en la escuela.

Tal vez

Si algune adulte propusiera usar de otra manera el espacio de la escuela propiciando una grupalidad, un compartir, un poner en común (con otres pares, otres semejantes) lo que flota, lo que no se dice, entonces, ¿se podría dar lugar a M con su singularidad?

Si pibis y adultes lo desmarcaran y entonces él se desmarcara de la rareza en la que se mueve, ¿podría desdibujarse la rareza, el malestar, la violencia, la tristeza de ese existir para nadie o existir con una potencia que escandaliza y angustia a les otres?

Entretanto,

angustia de les pibis, angustia de les adultes que tendrían que sostener y facilitar el bordado, el entramado en lo grupal y lo institucional de ese color y esa textura que M trae.

¿Transformar?

¿Quién tiene que adaptarse a qué cosa, salvarse? Esa es la idea de M cuando habla de él. Salvarse de no ser mirado sino desde unos altos prejuicios, desde una idea de que él está equivocándose en algo y de que lo que le hace falta es que le pongan límites para regresarlo a la norma.

Cuando hablamos con M acerca de la posibilidad de un cambio de escuela, de mover esa pieza, él dijo con una cara mezcla de tristeza y resignación, “no puedo irme de ahí, voy desde que era muy chiquito y tengo muchos fans.”

Pienso, me posiciono, juego con algunas intervenciones. Con M. trabajando acerca de la no adaptación a la violencia que recibe, interrogando los usos que puede/ podría darle al espacio de la escuela, los usos de la relación con sus pares y de su cantar no solo para salvarse (de la inexistencia, de los límites que lo aplastan) sino para presentarse, estar ahí con su voz y su canto propio.

Con les docentes que trabajan con M. para escucharles, ofrecer un lugar para que se escuchen, para que escuchen y sean escuchados.

Para que lo escuchen a M.

Para que me escuchen hablarles de M.

*Psicóloga, psicóloga social, maestra. norabender60@gmail.com



(1) Kaës, René - “El malestar en el mundo moderno, los fundamentos de la vida psíquica y el marco metapsíquico del sufrimiento contemporáneo” - Conferencias pre congreso AAPPG. 2007

(2) Kononovich,Bernardo – “La desmentida. acto canalla y contraacto”. (Una escena revisitada) **

(3) Graeber David - “Trabajos de mierda” - Editorial Ariel

(4) Plut, Sebastián - “Neoliberalismo, trabajo y, subjetividad. Voluntades robadas”, (publicado en Página12)




Une niñe llega al mundo. La llamarán E y luego elle se nombrará M
.pdf
Descargar PDF • 1.42MB

bottom of page