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Calores de noviembre (¿esperando el impacto?)


Este trabajo, que fue recientemente publicado (en modo abreviado) en el libro colectivo “Lo inconsciente y lo político en Suramérica” (Ed. Psyche: Zoon Politikón, Colombia). Su autor, Sergio D. Ragonese, nos presenta una addenda, escrita al calor de la semana previa al balotaje para definir quienes ocuparían el poder ejecutivo nacional.




por Sergio D. Ragonese*


Este texto surgió como un posfacio a otro texto que fue recientemente publicado junto con él, en el libro colectivo “Lo inconsciente y lo político en Suramérica” (Ed. Psyche: Zoon Politikón, Colombia). Allí, mi texto trata sobre una discusión (y un tipo particular de uso) de las viejas nociones de Reforma y Revolución en la macro-política argentina de los últimos años, a la luz de la obra de Félix Guattari y Gilles Deleuze. En el cuerpo del mismo, prácticamente no he más que mencionado a Javier Milei y su ascenso en el escenario de la Gran Política, puesto que se trataba allí del desarrollo de un texto previo a todo ello. En este otro texto, addenda de aquel, pongo sobre la mesa algunos puntos salientes sobre este “fenómeno”, como se le denomina.


Javier Milei, libertario de extrema derecha, paleo-libertario, cuenta con serias posibilidades de volverse el próximo Presidente de la Nación en el balotaje que transcurrirá en las próximas semanas, donde enfrentará a Sergio Massa. En dos años, Milei logró conquistar a, al menos, un tercio del país con sus ideas que anudan idearios neoliberales (lo público es corrupto, el Estado debe minimizarse y mantenerse muy acotado) o ultraliberales (el libre-cambismo del mercado debe imperar de modo absolutamente irrestricto, al punto que podría venderse lo que se quiera vender: hijxs, armas, órganos, etc), así como liberales y “libertarios” de raras cepas, aunque no en el sentido anarquista sino más bien una especie de anarco-capitalismo: dice que los funcionarios configurarían una casta política que habría que eliminar… pero por parte de otros políticos (sobre esto, Milei se reterritorializa hacia la representación política de derecha, aquel “que se vayan todos” que en la crisis político-social de diciembre de 2001 surgió como una enunciación colectiva destituyente, como un grito anti-representativo y de desterritorialización); las empresas estatales, en algunos casos como el de Aerolíneas Argentinas, podrían o bien privatizarse o bien entregarse a sus empleados (sic)… para que vendan “más y mejor” o quiebren (no habrá ningún Estado ni espalda legal para respaldarles, como tuvo que haber respecto de muchas, no todas, de las fábricas recuperadas por lxs trabajadorxs post-2001). Además, incluye enunciados fascistas, anti-derechos (respecto de los derechos de segunda o tercera generación), anti-democráticos, etc. Incluso, entre sus votantes (según lo que dicen una y otra vez) no primaría la adhesión ideológica a sus ideas, puesto que amplia mayoría de lxs mismxs refieren que no se trataría de un régimen de exterminio o que “no va a hacer todo lo que dice”, por ejemplo, respecto de la población LGTBI+ (quitarles el derecho al matrimonio, el derecho a tener un DNI con su nombre auto-percibido), o de personas de países limítrofes o, incluso, de quienes delinquen. Es curioso que, esxs mismxs votantes dicen que están cansados de que les mientan los funcionarios políticos (los de siempre, los de la casta). ¿Habrá que deducir entonces que buscan que les mientan otros, unos funcionarios nuevos? (puesto que dicen que Milei no va a hacer lo que dice que va a hacer…). Entonces, ¿se tratará de eliminar a la casta (y sus mentiras) o, más bien, reemplazar a la casta, obtener su poder y sus beneficios? Frente al dicho que dice “mejor malo conocido que bueno por conocer”, ¿no parece esto un “mejor malo desconocido”?

Existen quienes dicen que este ascenso rápido e inesperado que tuvo Javier Milei en el mundo de la macro-política reciente habría comenzado siendo digitado por fuerzas oficialistas (peronistas o, mejor dicho, post-peronistas) y que esto se les habría “ido de las manos”. Un año y medio atrás, el peronismo se habría visto beneficiado con una escisión de los votos de derecha; sin embargo, hoy solo se observa un crecimiento de todo el espectro de la derecha. Si aquello fuera así, solo probaría una gran ingenuidad y subestimación hacia las posiciones de extrema derecha, que han venido creciendo en la región (Bolsonaro en Brasil) y en el mundo (Trump en Estados Unidos, Meloni en Italia, etc).

Sobre él y este “fenómeno” pesan muchas hipótesis en la población, y sobre esto quiero situar unas pocas coordenadas:

1) A diferencia de lo que circula comúnmente en las calles o en las redes y círculos psi sobre que Milei sería un loco, un psicótico, alguien que no transita la “carretera principal” lacaniana, etc., debemos tener claro que una psicología o psicosofía crítica no puede limitarse a emitir enunciados psicopatologizantes y cuerdistas en esta coyuntura. ¡Como si hubiera alguna prueba de que, de ser conducidxs por gente cuerda, fueramos a ser bien gobernadxs (la historia no lo prueba, ni en este país ni en ningún otro)! Aquí se debe ser claro: Milei no está loco, es un fascista. Un fascista molar.

Ahora bien, no nos engañemos: este enunciado (“Milei no es loco, ¡es fascista!”) es, a su vez, algo que proponemos como un grito, un gesto performático, pragmático (en el sentido semiótico de ese término: la pragmática del lenguaje se diferencia de la gramática y la sintáctica), no algo que deba ser racionalizado en términos de su exactitud o correspondencia conceptual perfecta, en términos de significante-significado-referencia. Quiero decir: es evidente que no se trata de proponer, entonces, una romantización de la locura y del loco/a. No todo “loco” es “loco lindo” (como se dice). Lo que aquel enunciado viene a traer es, entonces, el hecho de proponer algo distinto a lo ya instituido o establecido, esa famosa ecuación moderna nunca suficientemente desactivada: locura = peligrosidad. Se trata de no asimilar lo peligroso de Milei a una característica mental y psicopatológica; se trata de evitar la individualización y psicologización de La Política y lo político. Lo que Milei tiene (o lo que más tiene) de peligroso es su fascismo, y eso es lo que debe ser visibilizado: una dimensión política y no una dimensión psíquica. De ahí que aquel grito de guerra anti-fascista sea también anti-cuerdista. Pero también de ahí se desprende que discutir su lógica significante sea una actividad verdaderamente estúpida o profundamente reaccionaria, como lo es el discutir ese otro grito político “Fueron 30.000”, que no es un grito que busque representar adecuadamente un referente. Lo estúpido sería creer que lo que se está implicando en ese decir es que, efectivamente en los hechos, el número de detenidos-desaparecidos en la última dictadura militar fue exactamente 30.000 personas. Ese preciso número redondo.

2) Otra cuestión de la discusión pública argentina en los últimos meses ha venido siendo intentar pensar el por qué se ha canalizado la ira y la protesta hacia la derecha (extrema), siendo que, históricamente, esto solía ser hacia la izquierda; en casos extremos como la crisis político-económico-social de 2001, esto giraba a un eventual anarquismo espontáneo bajo el enunciado “¡que se vayan todos!” (y la creación de miles de asambleas de democracia directa en diversos sectores de la vida civil y laboral). De hecho, gran parte de la población votante de Milei está entre lxs jóvenes que emiten sus primeros votos, la que también solía ser esa con la que los partidos de izquierda encontraban su renovado apoyo necesario. Aquí se encuentra una especie de perturbación de aquello que, mencioné, solía ser un lema típico de los partidos de izquierda: “¡cuanto peor, mejor!”, puesto que actualmente lo enuncian de modo explícito Milei y P. Bullrich, en relación especialmente a la cuestión económica general. Como si fuera bueno que la economía estalle urgentemente para que la multitud se decante por descartar a su adversario, el actual ministro de economía, Sergio Massa. Interesantemente, esto parece haber forzado, a su vez, al Frente de Izquierda a re-agenciar su propia posición al respecto: M. Bregman ha cambiado el discurso de la izquierda institucional de hace décadas, el que decía que Milei, Macri, Massa, Scioli, C. Kirchner, y otrxs, eran todos lo mismo.

Sobre esto: aún no se ha terminado de dimensionar el impacto que, en el ascenso político de Milei, tiene su capacidad para introducir nuevos enunciados, nuevas discusiones, en el escenario macro-político y popular general. No importa si estos “nuevos” enunciados son, en realidad, viejos (en lo filosófico-político o en la discusión internacional), puesto que aquí funcionan como nuevos, y desplazan los temas que los mass-media y los políticos en el poder ejecutivo vienen instalando en la opinión pública. Se está corriendo con fuerza y velocidad el borde de lo que venía siendo lo políticamente correcto hace años. Ahora, esta introducción de nuevos enunciados es solo una parte de un ensamblaje más amplio en el que conviven enunciados ex-insurreccionarios que han sido capturados en un astuto aparato de re-territorialización; como mencioné antes, el “que se vayan todos, que no quede ni uno sólo” ya no aplica a todxs lxs gobernantes como en diciembre de 2001 (cuando este grito popular ácrata fue creado-producido) sino solo a algunos de ellos. Esto es un buen ejemplo del proceder paleo-libertario, que consiste en mixturar enunciados aparentemente anarquistas acerca de la “libertad” pero los re-territorializa en un aparato económica y culturalmente reaccionario (de ahí la raíz “paleo”, que L. Rockwell Junior introdujo en los noventas para trazar una diferencia con el neo-conservadurismo neoliberal, y distanciarse más del anarco-capitalismo anterior).

3) Milei no tiene como motor central un ideario realmente conservador o, mejor dicho, lo que Milei tiene de conservador no es lo que tiene de aporte novedoso, puesto que, a diferencia de la alianza que llevó a Mauricio Macri al poder en 2015, él no propone conservar la familia, las instituciones modernas, etc. (una re-territorialización en líneas duras establecidas), sino destruir el Estado actual, la casta de políticos que lo habita, utilizar su “motosierra” para eliminar ministerios y quitar derechos cívico-sociales adquiridos en las últimas dos décadas. Esto sólo puede imponerse de modo autoritario y evitando las reglas actuales del juego democrático (de ahí quizá lo estratégico de su alianza con V. Villaruel). Ahora, esa fuerza de destrucción es sin duda más cautivadora para la población que el soporífero debate entre dos grandes fuerzas establecidas alrededor de una “grieta”, que era lo que venía ocupando toda la escena macro-política en estas décadas. Ello cautiva al punto en que tampoco aquí lo principal de tales propuestas es la racionalidad, la lógica, la exactitud de los datos que ofrece, precisamente porque se trata de una pasión, una pasión de abolición (como le llaman Deleuze y Guattari en su Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia), que excede cualquier intento de análisis significante. Aquí pasión no implica pasividad sino, al revés, un tipo particular de actividad y de conciencia, un tipo de micro-política que tiende a ejercerse o imponerse preferentemente de modo autoritario. Es una propuesta del dúo francés el hecho de que el significante, la significación, y sus códigos como reglas de uso y combinatoria, son parte de un estrato particular, mientras que la subjetivación pasional y autoritaria son parte de otro estrato distinto, con lo que implica otro régimen de signos y otro tipo de agenciamientos de poder.

4) Esta pasión de abolición encarna así uno de los peligros de las líneas, específicamente el peligro de las líneas de fuga, volverse una pura línea de muerte y destrucción. Como cuando Hitler escribe en su telegrama 71 “¡si la guerra está perdida, que la Nación perezca!”: las opciones son matar (destruir) o morir. Es también el peligro de la máquina de guerra: tomar la guerra como objeto y no como medio. Así, como dije, frente a la postura conservadora que todavía apelaba a las viejas costumbres y a cierta racionalidad y justificación retrógrada (reacción conservadora de re-territorialización en líneas duras), Milei expresa una postura destructora de lo establecido que funciona más por la pasión que promueve y que contagia a gran velocidad (la velocidad de un posteo de Tik Tok, y otras redes sociales actuales), lo cual evita el rodeo del razonamiento crítico, que implicaría otros procesos cognitivos que no pueden ser del orden del contagio afectivo instantáneo. Así, algunos consultores políticos hablan de la “tiranía de los cuatro segundos”, el ultra-rápido estímulo-respuesta, como lo que favoreció su ascenso político; en los términos del Deleuze amante del cine, podríamos pensar ese fenómeno audiovisual en juego como una configuración particular del encadenamiento entre las imágenes-percepción, las imágenes-afección, y las imágenes-(re)acción, en ese orden (siendo la re-acción el comentar un video, el compartirlo, reenviarlo, etc). Una vez más, la línea de fuga no es positiva y absoluta, como cuando el desear lleva a la construcción de nuevos agenciamientos que impliquen otra dinámica deseante-afectiva-activa (algo que el esquizoanálisis buscaría cuando es posible de hecho) sino que se vuelve negativa y expresa eso denominado pasión en Mil Mesetas (no se trata de la acepción spinozista en este caso), que si bien se liga a la libido no es expresión directa de esta o (lo que es lo mismo) solo lo es llegando a esas últimas consecuencias auto o hetero-destructivas. Así, destrucción o creación pueden estar al fin de lo que se puede, y no siempre pueden discernirse con tanta claridad. Aunque no nos guste en este caso, hay que decir que es claro que en la pasión-acción de destrucción se está más cerca del proceso deseante que en la re-acción de conservar lo existente. Cualquiera entiende que para crear suele hacer falta destruir, pero eso tampoco puede llevarnos a hacer la “vista gorda”: no da igual ético-políticamente un tipo de destrucción que otra, una destrucción estética o conceptual o una en los imaginarios sociales que una en lo Real-Social efectivo. Milei dice que los derechos alguien tiene que pagarlos, aquí tenemos que decir que la “motosierra” alguien tiene que sufrirla y es evidente que no será principalmente ese grupo de políticos que él y otros paleo-libertarios denominan “la casta”, la supuesta clase gobernante, puesto que estos tienen muchos modos de sobrevivir con comodidades frente a cualquier crisis económica y de inmunizarse y protegerse (aunque implique exiliarse) frente a cualquier crisis política. Lo que, se sabe, estará más vulnerable aún si Milei-Villaruel y sus secuaces llegan al poder ejecutivo, es la clase gobernada popular, las clases baja y media-baja.

5) El fenómeno Milei funciona, sin dudas, como un analizador institucional (en el sentido de R. Lourau) de la sociedad argentina actual, en el sentido de lo que permite hacer ver y analizar. Por un lado, ha llevado en las últimas semanas a la fractura interna del principal partido opositor al peronismo (oficialismo actual), “Juntos por el Cambio”, retirándose Macri y Bullrich (sus principales figuras) de este, y generando que varixs funcionarixs de aquel partido declaren afinidad con S. Massa, candidato oficialista. Esto lleva a que todas las fuerzas partidarias en juego deban re-organizarse e intentar asimilar a quienes han quedado fuera del balotaje a realizarse en los próximos días (lxs candidatxs y los votos que podrían llegar a ir con ellxs). Esto independientemente de que hace algunas semanas circulaban serias acusaciones y causas judiciales entre quienes hoy están en el bando de Milei (no se puede entender esto con elucidaciones significantes, se trata de enlaces en función del poder como dominio y como privilegio, y eso excede al estrato de significación). Esto sumado a que el Frente de Izquierda haya recién modificado parte de su discurso, como dije. Asistimos sin dudas a una re-configuración general del campo macro-político en Argentina, la cual marcará no solo la historia del país sino también las coyunturas venideras y sus campos de posibles.

6) Por último, cuando Milei refiere que quizás los hospitales, escuelas y universidades no deban ser públicas, viene a traer otros nuevos enunciados (nuevos en el escenario macro-político local) que resuenan con algunas propuestas foucaultianas respecto de las instituciones modernas (lugares ejemplares para estudiar los diagramas del poder disciplinario) y su función biopolítica. Sin duda, Foucault no estaría de acuerdo en nada más con este fascista libertario, pero esto nos lleva a otra cuestión (que, al igual que la anterior, tomo en parte de Martin Rimbretaud): la oposición a Milei termina haciendo campaña (explícitamente: es el caso de Massa) por defender unas instituciones públicas que, en realidad, están estalladas, desfinanciadas, sin el presupuesto y la infra-estructura necesaria como para operar de modo aceptable para usuarixs y para trabajadorxs. Así, quienes tienen idearios progresistas democráticos o, por supuesto, de izquierda, terminando volviéndose ellxs mismxs conservadores de lo establecido. Esto sucede aun cuando lo establecido y lo extendido es el destrato o el trato de pésima calidad, y otra cosa se presenta como una excepción (el buen trato, la ternura, el miramiento, de los que hablaba Fernando Ulloa), intento de fuerza instituyente cada vez más acorralada… ¿Se ha desactivado, entonces, toda izquierda posible y, aun, todo progresismo posible?, puesto que las opciones (al menos al nivel macro-político partidario del poder ejecutivo nacional) son destrucción o conservación. Sin duda que no. Sin embargo, la dirección general a tomar en cualquier caso (bien lejana de aquello con lo que escribí el artículo anterior, discutiendo las viejas opciones acerca del cambio macro-político: “¿reforma y/o revolución?”) se dirimirá en los próximos días y condicionará las próximas batallas macro, meso, y micro-políticas.



*Profesor y Lic. en Psicología con orientación en clínica analítica; compositor musical. sergioragonese@gmail.com 


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