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Composición, tema: "el sujeto"

Actualizado: 30 may 2023



Crédito de la imagen: Dora Tilli, artista plástica



En este trabajo se recorren algunas de las ideas en torno al sujeto que se sostienen en ciertos enfoques psicoanalíticos ampliamente extendidos, tanto en la escala biográfica como en la histórico-antropológica, intentando ubicar si la concepción de “sujeto” permanece invariante o si, al cambiar la escala, se modifican también las categorías con las cuales se piensa al sujeto. Por otro lado, se comparan las concepciones de sujeto que se manejan en la teoría y en la práctica psicoanalíticas, mostrando algunas inconsistencias que podrían llevar a un "desacople" entre teoría y práctica.



por Mercedes Perullini*



El sujeto como tema

Si bien se realiza una “descarga” cada tanto, una especie de “deslinde de responsabilidades”, aclarando que no se confunde el sujeto con la persona, lo cual es muy atinado, ya que el psicoanálisis justamente viene a desarmar la idea de “individuo”, lo cierto es que en los textos psicoanalíticos rara vez se habla de sujeto como tema o asunto a recortar en un análisis. Es interesante que en francés la palabra sujet refiere tanto a sujeto como a tema, asunto, y no es en absoluto trivial delimitar sobre qué vamos a trabajar en el transcurso de un tratamiento, tal como expone Alfredo Eidelsztein en su artículo “Diagnosticar el sujeto”. Mi lectura al respecto es que esto tiene un motivo de ser, y que este motivo se relaciona con el pobre desarrollo de la técnica psicoanalítica. Para el presente análisis, me centraré en la primera acepción de sujeto, no porque la considere más pertinente al psicoanálisis, sino porque es la que prima en los textos.


El sujeto en la teoría psicoanalítica freudiana

Es indudable que, a partir de los estudios de Sigmund Freud en torno al inconsciente, surge un estatuto inédito del sujeto. Un sujeto dividido, que ignora gran parte de su ser, que puede desconocer sus más íntimos deseos o no controlar aquello que “se piensa” en su interior. Ese nuevo sujeto se va contorneando al tiempo que el “cuerpo máquina” de la medicina anatómico-fisiológica va dando lugar a un cuerpo pensado-imaginado-simbolizado. Este nuevo cuerpo se constituye en sustancia receptiva de síntomas psicopatológicos. Tal vez se trate de la idea freudiana más original: un brazo no es solamente un conjunto de tejidos biológicos que sigue una respuesta neurológica y fisiológica determinada, sino que simultáneamente es la idea que tenemos de “brazo”. A partir de un extenso trabajo clínico, Freud irá demostrando que es posible tratar síntomas somáticos (tales como parálisis) a partir de un nuevo método al que va dando forma desde la práctica, mediante un procedimiento recursivo de conceptualización, formulación de hipótesis, experimentación clínica, ensayo y error. En los escritos freudianos existen innumerables fragmentos que dan cuenta del desarrollo de esta nueva técnica terapéutica. El psicoanálisis surge como un método de curación que se basa en evidencias empíricas que conducen a Freud a una nueva conceptualización tanto del cuerpo como de la mente.

El padre del psicoanálisis incluye en el desarrollo de su teoría mucho más que la evidencia clínica con pacientes, incorporando extensas interpretaciones sobre experiencias propias en las cuales puede dar cuenta de un afloramiento del inconsciente: lapsus, olvidos, sueños, etc. Además, retomando intereses de su juventud, incluso previos a haber incursionado en la medicina y la neurología, incluye en su corpus teórico conceptos tomados de otras disciplinas, fundamentalmente la biología y la sociología. Temas tales como la transición del ser humano desde la animalidad a la cultura o la hostilidad hacia sus semejantes son centrales en su obra, en la que también abundan imágenes y analogías tomadas de la física y de la química. Es importante recordar la fuerte marca positivista que impone la época al desarrollo de esta nueva disciplina. Su creador le proporciona un sello científico, entendido en el marco de la epistemología reinante en el siglo XIX.

Ya en Proyecto para una psicología científica se hace evidente su esfuerzo puesto en definir el aparato psíquico buscando trascender la noción de individuo centrado en la razón, y se puede percibir un intento de delinear un sujeto distinto al legado por la modernidad, a partir del descentramiento traído por el descubrimiento del inconsciente. De todos modos, Freud no se ocupó de la tarea de buscar una epistemología propia y en sus textos utiliza los términos "individuo", "sujeto" y "organismo" de manera indistinta, según la tradición científica de la época [1]. Si bien resulta revolucionario plantear que el sujeto que, como punto arquimédico, se sostiene en el hecho de que piensa y por lo tanto existe, no es dueño absoluto de sus pensamientos, el sujeto sobre el cual se arma la teoría psicoanalítica es aún el del cogito cartesiano.

El positivismo sostiene que todo conocimiento genuino se debe limitar a la interpretación de los hallazgos perceptibles sensorialmente y verificables, interpretados a través de la razón y la lógica. Se sustenta en un monismo metodológico, postulando que la sociedad, al igual que el mundo físico-natural, opera de acuerdo con leyes generales y universales. Se imponen a las disciplinas sociales y humanísticas las rigurosidades que se consideran fundamentales en cualquier actividad científica: por ejemplo, el investigador debe ser absolutamente imparcial, capaz de superar fobias, predilecciones o emociones propias. Estas máximas positivistas perduran actualmente casi intactas en la práctica clínica que pregona el psicoanálisis mainstream, en la cual se exige al analista una suerte de neutralidad y abstinencia absolutas. Me resulta increíble que al día de hoy haya no pocos docentes en la Facultad de Psicología que sostienen que tal nivel de neutralidad no solamente es deseable, sino alcanzable (ya sabemos, mediante la formación constante, la supervisión, el propio análisis…).


El sujeto en Lacan

Aludiendo a que sus colegas postfreudianos habrían perdido el rumbo, Lacan propone un “retorno a Freud”, revalorizando la importancia del inconsciente y del ello freudianos dentro de la práctica psicoanalítica . Si bien tampoco desarrolla una epistemología propia, hace una relectura de los textos desde un momento epistemológico muy diferente. A diferencia de Freud, quien muy influenciado por el pensamiento positivista, se había apartado voluntariamente del pensamiento filosófico, Lacan retoma la especulación filosófica y la reintroduce en el psicoanálisis. Apoya el inicio de su enseñanza en la filosofía heideggeriana, incorporando además la lingüística de Ferdinand de Saussure y la antropología estructuralista de Claude Lévi-Strauss. Inmerso en el “giro lingüístico”, como ha dado en llamarse a este movimiento filosófico-cultural fuertemente contextualista que atravesó en forma transversal a todas las disciplinas, Lacan reelabora gran parte de la teoría psicoanalítica, siendo la conceptualización del sujeto una cuestión central en su reformulación.

Para tomar plena dimensión del vuelco que da Lacan en su teorización del sujeto es necesario retomar la fuerte tensión entre las distintas ontologías del ser que estaban en disputa en la época. Por un lado, el modo esencial de concebir la existencia del ente que heredamos de la filosofía platónica y, a su vez, Platón tomó de Parménides, cuya tesis podemos expresar sucintamente como "siendo, se es" [2]. Lo cual implica que, si bien el ente como tal puede sufrir transformaciones, lo importante es la esencia que perdura y constituye una entidad inmutable. Esta idea, base de la cultura occidental, se encuentra muy presente en la matriz de la modernidad, formadora del hombre racional, moderno y libre, en la cual el sujeto fabricado por occidente, además, deviene en reproductor del orden que le dio origen [3].

En La invención de la razón (1983), Châtelet nos conduce a través del pasaje del mito al logos, y nos presenta a la razón como creación humana con pretensiones de prevalencia por sobre otras formas de conocimiento del mundo. Esta es la cuna de la ciencia moderna. La razón que ilumina al hombre y le permite “domar” a la naturaleza, también le posibilita crear su principal herramienta: las ciencias (sobre todo las “naturales”), con sus razonamientos hipotético-deductivos o bien inductivos, que parecen tan distintos, pero llevan a la misma cosa: el universal, la posibilidad de generalizar, de unificar, de llegar a teorías simples y abarcativas. Y no es que esto no sea útil. Sin dudas lo es, pero también es importante lo otro: dejar un hueco, un espacio vacío, un pliegue, justamente como posibilidad de un no-saber, un no-determinar. David Graeber en Hacia una teoría antropológica del valor: la moneda falsa de nuestros sueños [4] nos ofrece un resumen sobre los orígenes del pensamiento occidental, retomando la tensión entre Parménides y Heráclilto:

“La posición de Parménides era obviamente absurda; y, de hecho, la ciencia ha demostrado desde entonces que Heráclito tenía más razón de lo que podría haber imaginado. Los elementos que componen los objetos sólidos están, de hecho, en constante movimiento. Pero se puede argumentar con bastante fuerza que, si la filosofía occidental no hubiera rechazado su posición a favor de la falsa de Parménides, nunca hubiéramos podido descubrir esto. El problema con su enfoque dinámico es que, si bien es obviamente cierto, hace que sea imposible trazar bordes precisos y, por lo tanto, realizar mediciones precisas.”


Podríamos decir entonces que, a partir de Lacan, el psicoanálisis comienza a delinear un sujeto no estanco, justamente tomando plenamente los desarrollos freudianos y una nueva ontología del ser se contornea un sujeto más plástico, con posibilidades de evolución, con pliegues, sombras, zonas que le son desconocidas. Porque si bien el inconsciente es postulado antes por Freud, ese sujeto fragmentado, que tiene posibilidades de engañarse a sí mismo, sigue ubicándose en un “envase estático” en la teoría freudiana. A partir de una ontología del devenir, surge un sujeto con relieve, que Lacan solo puede describir empleando herramientas de la topología matemática. Ya no podremos hablar de un “sujeto” como ente estanco; lo que tiene existencia real es una construcción subjetiva en continua evolución. Justamente por eso es que cobra sentido el trabajo analítico.

Lacan advierte que Freud tuvo el acierto de llevar la palabra del sujeto al centro de la teoría y la práctica psicoanalíticas, terminó de dimensionar a la palabra como el medio por excelencia para acceder al inconsciente. Lacan irá incluso un paso más allá, estipulando que el propio inconciente está asentado sobre la estructura que en el ser humano hace posible el lenguaje, una estructura que existe antes incluso que las palabras y que, si nos permite adquirir éstas, es porque cuando el lenguaje arriba, encuentra ya el terreno preparado para para poder asentarse:

“Antes de toda experiencia, antes de toda deducción individual, incluso antes de que se inscriban en él las experiencias colectivas que sean, pueden referirse a las necesidades sociales, algo organiza ese campo o inscribe en él las líneas de fuerza iniciales” (Lacan, 1987 [1964]).


Teoría y práctica del psicoanálisis lacaniano: un sujeto para cada ocasión

La dirección de la cura en psicoanálisis se irá delineando conforme vaya surgiendo el deseo del analizante en el dispositivo analítico. Considerando entonces al inconsciente estructurado como un lenguaje, en la estructura misma del discurso del paciente se producirán (a partir del trabajo conjunto con su analista) pequeños lapsus, equívocos, olvidos, reemplazos de un significante por otro. El analista tendrá que sostener la escucha con una atención flotante, sin poner el acento en nada en particular, dejando de lado sus propias ideas o preconceptos, de forma tal de estar preparado para recibir ese instante en que el inconsciente se hace presente. En Función y campo de la palabra en psicoanálisis, nos describe así la diferencia entre la “palabra vacía” (discurso del paciente que es gobernado por su parte consciente y que se desarrolla a lo largo de la mayoría del tiempo de las sesiones) y la “palabra plena”, que revela aspectos inconscientes, desconocidos para el propio paciente, y que afloran cuando el paciente no intenta controlar excesivamente su discurso, sino que se entrega a un libre fluir de asociaciones libres. Este sujeto, digno de la filosofía de Heráclito, quien fuera famoso por su insistencia en el cambio, inmortalizado en el dicho: "Ningún hombre se sumerge dos veces en el mismo río", es el sujeto que se presenta en la práctica psicoanalítica. Allí se despliega en toda su dimensión la posibilidad de cambio, de construcción subjetiva; allí se constata su devenir, se vivencia ese río revuelto de asociaciones libres del que, en el momento menos pensado, saltará el pez vivo que el analista entrenado será capaz de atrapar con la mano, como bellamente dice Adelia Prado en su poema “Antes del nombre”.

Cuando analizamos el corpus teórico del psicoanálisis lacaniano e intentamos desentramar la ontología del ser que sustenta a la noción de sujeto, hallamos que no se condice en nada con la teoría de la complejidad que daría lugar a matices, sutilezas, devenires y contradicciones. Por el contrario, se trata de un sujeto ahistórico, sin ningún tipo de diferenciaciones culturales, de raza, de época, de género, de orientación sexual o de clase social. Además, en cada concepto central de la teoría se siguen encontrando cuestiones centrales que, epistemológicamente hablando, responden más a un modelo anterior, a una ontología del ser propia de la filosofía platónica: estática, definida. Por su parte, el inconsciente que teoriza, y sobre el cual basa su práctica, también responde en gran medida a esta posibilidad de universalización. En algún punto, el psicoanálisis lacaniano se permite pensar que el sujeto “es hablado por el lenguaje”, y que ese lenguaje/discurso conecta elementos heterogéneos que engloban marcas políticas, sociales y culturales, pero finalmente termina postulando que toda esa multiplicidad se “encarna” en un inconsciente individual y estructurado (no respondiendo esa estructura a una naturaleza dinámica, sino más bien estática o, al menos, direccionada).

En este punto, una cuestión clave a revisar es aquella concerniente a la reversibilidad. La teoría de la evolución, si bien ha constituido un hito fundamental en el pensamiento científico, también ha sentado las bases de un obstáculo epistemológico enorme. Suponer que existe una evolución natural, que conlleva cambios temporales que apuntan en cierta dirección y son irreversibles, nos conduce necesariamente a representarnos un insconciente inicialmente plástico o maleable, con múltiples potencialidades, que se va rigidizando en el tiempo y adquiere una cierta estructura que queda cristalizada y fija. Ni Lacan ni los postlacanianos han logrado reestructurar (valga el juego de palabras) sus teorías psicoanalíticas de forma tal de incorporar otra concepción de insconciente que diera lugar a una mayor plasticidad. Como dice Graeber, “A comienzos de la década de 1980, existía un consenso generalizado acerca de que el gran problema del momento era cómo llegar a una teoría “dinámica” del estructuralismo que pudiera dar cuenta de los caprichos de la acción humana, la creatividad y el cambio” [4]. Lamentablemente, después de cuatro décadas, seguimos postulando estructuras fijas.


Conclusiones

A partir de lo expuesto, se puede decir que existen diferencias epistemológicas en las conceptualizaciones de sujeto que se sostienen en la teoría y en la práctica en el psicoanálisis lacaniano. Se contrapone una teoría universal y abarcativa, planteada para un sujeto en la escala histórico-antropológica, en la que no hay lugar para modulaciones, variaciones e historicidades, con una conceptualización del sujeto en la clínica que solamente responde a particularidades del “caso por caso” a escala biográfica, en donde pareciera que no pueden trazarse generalidades (por ejemplo, cuestiones relacionadas con violencias de género, raciales, de clase, etc.). Se trata entonces de dos extremos. Planteo como hipótesis que una consecuencia natural de esto podría ser la dificultad para el desarrollo de la técnica psicoanalítica, que no solamente no ha tenido grandes avances, sino que es hasta denostada por muchxs practicantes del psicoanálisis freudolacaniano.

Si se parte de una teoría basada en categorías universales y generales y se quiere aplicar a distintos casos, en los que se consideran solamente cuestiones particulares y puntuales, la única posibilidad de acercamiento de teoría y práctica es contar con escasos lineamientos globales y siempre válidos: asociación libre y atención flotante. Se exige, además, una utópica neutralidad y abstinencia por parte del analista, lo que responde a ideales positivistas, que siguen presentes en el ambiente psicoanalítico, aunque no estén explicitados.


* Mercedes Perullini:

Investigadora (CONICET) y docente (UBA), mercedesp@qi.fcen.uba.ar



[1] de Freitas Barroso, A. (2012) Sobre la Concepción de Sujeto en Freud y Lacán. En Alternativas en Psicología. Revista Semestral. Tercera Época. Año XVI. Nro 27.

[2] Cordero, N. L. (2005). Siendo se es. La tesis de Parmenides. Biblos.

[3] Mairet, G. (1980) “La ideología en occidente, significado de un mito orgánico”. En Chatelet, F. y Mairet, G. (Eds.) Historia de las ideologías (pp. 232-241). Madrid: Akal.

[4] Graeber, D. (2018 [2001]). Hacia una teoría antropológica del valor: la moneda falsa de nuestros sueños (J. Gaztañaga, Trad.), Fondo de la cultura económica de Argentina.




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