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Desaprender en el hospital:¿Cómo construir una Salud para todxs?



En este artículo, Soledad Volij parte de un recorte clínico de la práctica hospitalaria, para proponernos pensar el sesgo cisexista presente en el campo de la salud. La apuesta es intentar que los privilegios no nos nublen la vista (ni la escucha).




*por Soledad Volij



“Mi cuerpo trans se vuelve contra la lengua de aquellos que lo nombran para negarlo. Mi cuerpo trans existe, como realidad material, como entramado de deseos y prácticas, y su inexistente existencia pone todo en jaque: la nación, el juzgado, el archivo, el mapa, el documento, la familia, la ley, el libro, el centro de internamiento, la psiquiatría, la frontera, la ciencia, dios. Mi cuerpo trans existe.” Paul (B.) Preciado[1]


Introducción A lo largo de este escrito, abordaré las dificultades e interrogantes planteados a partir de un tratamiento en una sala de internación por salud mental, dentro de un hospital general de C.A.B.A. Al mismo tiempo, tomaré la propuesta de An Millet, trabajador social lesbiana transmasculina, y “daré vuelta la lupa” hacia nosotrxs, trabajadorxs de la salud mental. Considero imprescindible poder reflexionar sobre nuestros saberes y prácticas a la luz de la época en que vivimos, principalmente sobre todo aquello que no vemos de nuestra propia formación y ejercicio profesional, y que puede llevar sin quererlo, a reproducir lógicas de poder y opresión. Por último, me gustaría aclarar dos cosas. Por un lado, que este texto está escrito desde la perspectiva de una mujer cis, psicóloga y residente de un hospital público, atravesada por un marco teórico y ético basado en el respeto por los derechos humanos. Por otra parte, que es una decisión incluir en el escrito distintas voces de personas trans, y no solamente lo escrito y teorizado acerca de ellxs. “Sapo de otro pozo” Ana tiene 37 años y es travesti. Travesti, así se nombra ella. Ingresó al Servicio de Salud Mental tras presentar distintos episodios de crisis en la guardia externa de este hospital, luego de quedar en situación de calle tras el incendio accidental de su casa. Esto había ocurrido en el contexto de un olvido, debido a que Ana posee deterioro cognitivo como secuela de una enfermedad neurológica. Antes de eso vivíasola y anteriormente con su madre, fallecida unos meses atrás. No tiene vínculos con familiares ni amistades. Trabajaba en la prostitución (tal como ella se refierea la misma) desde hacía mucho tiempo, aunque ya no tenía contacto con compañeras de dicha actividad. Tiene diagnóstico de Trastorno Bipolar tipo I y HIV, por lo que realizaba tratamiento ambulatorio en el hospital desde hacía aproximadamente 20 años. Desde la guardia, se intentaron distintas estrategias para dar respuesta a su situación: instaurar un plan psico farmacológico, contactar a su hermano, derivarla a un parador. Dado que el hermano la desalojaba tras pasar la noche, Ana regresaba una y otra vez al hospital. Desde el punto de vista de su patología psiquiátrica de base, se encontraba estable, habiendo presentado anteriormente varias internaciones por salud mental en contexto de cuadros maníacos, y cuatro intentos de suicidio. Finalmente, Ana fue internada en la sala de mujeres de Salud Mental, a pesarde lo cual, a nivel institucional se consideró que "notenía criterio de internación". Sin embargo, el grado de deterioro y desorientación era tal que sus conductas la dejaban expuesta a situaciones de mucho riesgo, a lo que se sumaba la falta absoluta de red continente. Se decidió entonces institucionalmente que, dado que "no había nada que tratar", la internación consistiría principalmente en la espera de la derivación a un hogar, en el que pudieracontar con acompañamiento en su vida cotidiana. Yo me preguntaba: ¿no había nada que tratar?, ¿desde qué perspectiva se estaba leyendo que no había nada que tratar? ¿qué era lo que se estaba dejando por fuera? Por otro lado, desde su llegada al servicio, los prejuicios y rumores en torno a ella por su identidad de género, sumado al diagnóstico de HIV, se hacían evidentes tanto en pacientes como profesionales. Se decía que “había intentado agredir a alguien con un cuchillo”, que “había robado”, que “dejaba sangre en el baño a propósito”, que “seguro consumía porque ejercía la prostitución”, y otros comentarios teñidos de carácter moral. Cabe aclarar que ninguno de esos hechos aparecía evolucionado en la historia clínica. Al mismo tiempo, entre lxs pacientes internadxs eran frecuentes los actos de violencia y discriminación hacia ella. Solían llamarla con pronombres masculinos y, en cierta ocasión, un paciente varón le exhibió los genitales, hechoque no era frecuente haciaotras pacientes mujeres. Dichas violencias no eran nuevas en la vida de Ana: venían a sumarse a la larga historia de maltratos padecidos como integrante del colectivo trans. Ella relataba cómo, tiempo atrás, había tenido que huir de agresiones físicas en la vía pública, así como enfrentar distintos hechos de violencia institucional. "Mesiento sola en la vida”,fue una de las primerascosas que me dijo cuando la conocí. Manifestaba, además, sentir mucha angustia en relación a la muerte de su madre (“lo único que tenía era a mi mami", decía) y en torno a no haberlapodido acompañar, relatando cómo la habían echado las enfermeras del hospitaldonde su madre había estado internada. “No tengo con quien compartir, un “para qué hacer las cosas”, “no le encuentro sentido a seguir viva", “no tengo nada”, eran frases que insistirían a lo largodel tratamiento. Algunas veces, manifestaba deseos de poder formar una pareja y tener un hijo, pero refería que "se sentía vieja para eso". Por otro lado, comenzó, desde la primeraentrevista, a mostrarme escritossuyos. “Me libera un poco, escribo lo que me pasa y lo que pasa”, decía. Con el paso de los días, Ana comenzóa manifestar quejas sobre distintas cuestiones del servicio, como la “falta de códigos” en sus compañerxs y las “injusticias” en torno a las normas,refiriendo que esto le generaba“impotencia”. La intolerancia frente a estas cuestiones empezaba a incrementarse, y en las entrevistas conmigopronto solo hablaba de eso. Le propuse entonces, que en los momentos en que sintiera "impotencia", escribiera sobre las cuestiones del servicio que la incomodaban para que luegolas conversáramos. Comenzó a hacerlo, y en ocasiones recurría a llevar escritos al equipo de guardia, los cuales yo luego tomaba para las entrevistas con ella. Entre las cuestiones que manifestaba se encontraba la queja en torno a la falta de actividades en el servicio(“acá no hay nada para hacer”), mencionando que sus intereses incluíanuna amplia gama de áreas: mecánica, electrónica, expresión corporal, costura, teatro, política. Solía expresar también que se sentía “sapo de otro pozo”, ya que sus compañerxs solo “veían dibujitos en la tele y hablaban de boludeces”. Por otro lado, manifestaba particular incomodidad en relación a los pacientes varones ("los masculinos"), refiriendo que notaba prejuicios ligados a su identidad de género. Por otra parte, el deterioro cognitivo de su cuadro, sumado a las dificultades con las normas, llevaba a que se exponga a situaciones de riesgo. No resultaba sencillo distinguir cuándo se trataba de una transgresión de la norma y cuándo una consecuencia de su deterioro. Institucionalmente se insistía con "ponerle límites", planteando que desde el equipo tratante teníamos que “ponernos más firmes” con ella. Fue así que, en cierta oportunidad, resultónecesario quitarle momentáneamente sus objetos eléctricos (entre ellos planchita y secador de pelo), para evitar así prácticas riesgosas (solía quedarse dormida con dichos artefactos encendidos). Tras explicarle los motivos, Ana accedió, aunque mostrándose evidentemente disgustada, alegando que en la guardia externa ya había desaparecido su notebook.[2] Unos días después, comenzó a insistir fervientemente con recuperar sus pertenencias, refiriendo que si no se las devolvíamos "se cortaría las venas". Tras varios intentos fallidos de persuadirla de usar otros métodos para alisar su cabello, junto al médico del equipo le planteamos que entendíamos que esto era muy importante para ella, y le propusimos conversarlo. Para sorpresa nuestra, notamos que sus reacciones irritables y agresivas enseguida cedían, por lo que de a poco comenzamos a compartir esta estrategia con el resto de lxs profesionales de la sala. En el espacio psicoterapéutico, le propuse a Ana que conversáramos acerca de la importancia que tenía para ella el cuidado de su pelo.Comenzó a hablarde las partes de su cuerpo con las que "no estaba conforme", entre las que se encontraban la panza, vello facial, cabello.También admitió titubeando, que unos días atrás se había realizado cortes en la mano debido a que sus pertenencias no le eran devueltas. En este punto me pregunto por el efecto desestructurante que tenía para ella la imposibilidad de “arreglarse”, dado que esta situación parecía diferenciarse de la serie de “dificultad para aceptar las normas” de modo general. ¿Estaríamos entendiendo realmente la importancia para ella de ese “arreglarse”? ¿Qué efectos subjetivos y estructurantes tenía esto en ella? ¿Estaba relacionado con su identidad de género? ¿Cómohacer lugar para su subjetividad dentro del contexto institucional? “Fue la paciencia” Comencé entonces a conversar con Ana en torno a formas posibles de ocuparse de su cuerpo durante la internación. Ella repetía con insistencia que extrañaba “arreglarse” para salir, por lo que empezamosa pensar posibilidades de “arreglarse” con lo que había. Al mismo tiempo ella comenzaba a preguntarme por mi pelo y a recomendarme formas caseras para cuidarlo. En cierta oportunidad, se ofreció a coser parte de mi ambo que se encontraba descosido y accedí. Progresivamente comenzaba a coser su ropa y a compartir esta actividad con compañeras, así como a plancharles el cabello. Otro tema de gran importancia para ella era su depilación. En ocasiones reconoció que no salía de su cuarto por no poderdepilarse y que sentía vergüenza e incomodidad al respecto. En ese momento, decidí empezar a acompañarla con esta tarea, para poder garantizar condiciones seguras, ya que era comúnencontrarla realizando prácticas riesgosas como introducir cera dentro de la pava eléctrica. Fue así que comenzamos a pautar cada semana qué día la acompañaría con la depilación. Algo a resaltar es que de eso no se olvidaba, y hasta solía acercarse a recordármelo.[3] Progresivamente Ana comenzaba a estar más tolerante con las normasde la sala, y las quejas en torno al servicio y a sus compañerxs disminuyeron hasta desaparecer. De a poco, también comenzaba a transformarse la actitud hostil y prejuiciosa que el resto tenía hacia ella. Un tiempo después, entabló un fuerte vínculo con su compañera de habitación, con la que comenzó a salir de permiso e ir a comer pizza frente al hospital. En las entrevistas conmigo, continuaba insistiendo la expresión “no tengo nada”. En una ocasión intervine preguntándole si creía que no tenía nada para dar, señalándole el fuerte vínculo que había entablado con su compañera de cuarto. Me respondió que sí, que disfrutaba de ayudar a lxs demás, y que teníamiedo de aferrarse mucho a su compañera. Agregando que esto le ocurría principalmente desde que había perdido a su mamá. Al mismo tiempo, comenzaba a manifestar sorpresa por estar “sana a su edad”, y a referirse al paso del tiempo como ligado a la experiencia y aprendizajes, apareciendo otros sentidos distintos al de "sentirse vieja". Refería también, tener interés en “desaznar” a la gente, por ejemplo, en relación a la prevención del HIV. Le propuse entoncesasistir al taller de radio de la sala para poder compartir su saberal respecto y aceptó. Al mismo tiempo,la consideración de la “falta de educación” en lxs demás por parte de Ana, resultaba un recurso suyo frente a la incomodidad que le generaban los prejuicios por su identidad de género. Un tiempo después, Ana comenzó a manifestar interés en estudiar para terminar el secundario. Ante esto le ofrecí la posibilidad de asistir a Casa Trans para realizar dicha actividad, con lo que se mostró entusiasmada. En ese momento, no solo se la observaba con mayor comodidad con sus compañerxs de internación, sino que también comenzaba a participar de algunas actividades grupales como el karaoke, cantando y bailando con lxs demás. Al preguntarle con qué creía que tenía que ver ese cambio, respondió: “fue la paciencia”. Luego agregó: “Ahora cierro el pico, para cuidar un lugar en el que me siento bien”. En este punto pienso que quizás, para que alguien pueda cuidar un lugar, primero tiene que tener un lugar allí.


Travesti "Todo el día los insultos, la burla. Todo el tiempo el desamor, la falta de respeto, las avivadas criollas de los clientes, las estafas, la explotación de los chongos, la sumisión, la estupidez de creernos objetos de deseo, la soledad, el sida, los tacos de los zapatos que se quiebran, las noticias de las muertas, de las asesinadas [...] Todas habíamos pasado por eso"[4]. “El término travesti ha sido y sigue siendo utilizado como sinónimo de sidosa, ladrona, escandalosa, infectada, marginal. Nosotras decidimos darle nuevos sentidos a la palabra travesti y vincularla con la lucha, la resistencia, la dignidad y la felicidad.”[5], refiere Lohana Berkins, activista travesti argentina. Considero que una lectura del tratamiento de Ana y su sufrimiento, así como de los vericuetos institucionales durante su internación, no puede obviar el contextosocio histórico y político actual de las subjetividades trans en Latinoamérica [6]. Así, la autora mencionada plantea, citando a Josefina Fernández (2004: p. 198), que “no es posible escindir la construcción de la identidad de las condiciones de existencia de las travestis en nuestras sociedades. Estas condiciones de existencia están marcadas por la exclusión de las travestis del sistema educativo formal y del mercado de trabajo. En este tipo de escenarios, la prostitución constituye la única fuentede ingresos, la estrategia de supervivencia más extendida y uno de los escasísimos espacios de reconocimiento de la identidad travesti como una posibilidad de ser en el mundo”. [7] Al mismo tiempo, la autora señala que la criminalización de la identidad travesti en la sociedad tiene consecuencias en la vida cotidiana y en la subjetividad (Berkins, 2008), y afirma: “El Estado es el principal violador de los derechos de las travestis, por acción u omisión. Por otro lado, la desvalorización social se expresa a través de los insultos y estereotipos, que sistemáticamente remiten a las travestis a un supuesto origen biológico masculino e impugnan nuestras posibilidades de existir en nuestrospropios términos”[8]. Así, la autora se refiere a la opresión sufridacomo de dos tipos, por un lado,la que tiene que ver con el imaginario colectivo de lo que es una travesti y, por el otro, dice: “Sufrimos la violencia institucional, aplicada en aras de salvaguardar la moral, las buenas costumbres, la familia, la religión. Esta violencia es consecuencia de otra, la social, y nos es aplicada por atrevernos a desafiar el mandato social de lo que tenemos que ser y hacer”.[9] En este punto, considero importante analizar cuánto de dicha opresión cotidiana sufrida por las personas trans tuvo lugar dentro de la sala de internación, así como qué trabajo fue posible hacer con eso. En este sentido, podría pensarse que el trabajo y las dificultades durante la internación fueron no solo con Ana como paciente, sino tambiéncon lxs distintxs actorxs involucradxs en la sala. Ahora pienso que también de eso dependíala posibilidad de que ella pudiera construirse un lugar. Por otro lado, quisiera detenerme en la cuestión de la edad de Ana y su sufrimiento en torno a esto. Ella “se sentía vieja, no encontraba sentido a seguir viva, sentía que no tenía nada”. Me pregunto ahora, cuánto de ese sufrimiento, singular, hablaba a la vez de sus condiciones de existencia trans en este socio histórico particular. Teniendoen cuenta la baja expectativa de vida de las personas trans en nuestra sociedad, Berkins plantea: “Ocurre que faltan generaciones de travestis mayores de treinta años y que las jóvenes no conocen travestis adultas que les ayuden a entrever un momento más allá del presente inmediato y una dimensión que trascienda la individualidad. La pérdida masiva de compañeras travestis interviene en la falta de un relato colectivo, de una memoria comunitaria que nos permita proyectarnos al futuro, afectándonos a cada una y a todas a la vez”.[10] Subjetividad y relaciones de poder En su libro “Edipo Gay, Heteronormatividad y Psicoanálisis”, el psicoanalista Jorge Reitter (2020) advierte sobre lo que implicaescuchar en tantoanalistas, a un sujetx que sea parte del colectivo LGTTBI. Según el autor, es importante entender que dicho sujeto debe enfrentarse constantemente a una hostilidad y a un mandato de no existencia, ligado a un orden simbólico que le otorga un lugar inferiorizado en el orden social y sexual. En este sentido, afirma: “Si no se entiende esta ubicación del sujeto (y en particular del sujeto cuya sexualidad no responde a las expectativas de la heteronorma) en las relaciones de poder, que no son parte de su subjetividad pero que la determinan enormemente, es muy difícil que de verdad se pueda escuchar a ese sujeto, porque se va a terminar atribuyendo al sujeto la responsabilidad por esa parte de sufrimiento que tienesu origen en su lugaren las relaciones de poder”.[11] Es así que plantea la importancia de poder distinguir el campo específico de lo subjetivo de aquello que no lo es, para poder trabajar en todo caso con las respuestas singulares de cada sujetx frente a ese malestar: “Es un sufrimiento específico pero, primera trampa en la que no hay que caer, no es un sufrimiento producto de una condición patológica en ese sujeto [..] se padece independientemente de todas las otras enormes diferencias individuales que pueda haber en cada sujeto, y por eso va a haber respuestas muy distintas a ese sufrimiento (y a esa hostilidad)”.[12] Resulta pertinente considerar, desde esta perspectiva, el padecimiento de Ana respecto al vínculo con lxs demás cuando mencionaba el "sentirse sapo de otro pozo", el "cerrar el pico para no hacer quilombo", la "impotencia frente a la faltade códigos". ¿Cómo impactan en su subjetividad las relaciones de poder en juego?, ¿cómo hacer lugar, en la escucha analítica, a la incidencia y los efectos de las relaciones de poder? Ana tenía en claro que "la paciencia" era lo que le permitía hacerse un lugar, poder estar y "compartir" con otrxs. ¿Sería la pacienciauna forma de arreglárselas, una solución singularfrente a ese sufrimiento e incomodidad en los vínculos? Siguiendo lo desarrollado por Reitter (2020), puede ocurrir que tengamos un lugar diferente en las relaciones de poder con respecto a la persona que escuchamos, lo cual es importante no invisibilizar. Es fundamental tener en cuenta esa lectura para evitar la proyección de nuestros prejuicios (de clase, de raza, de género, etc.) en la escucha. Por otro lado, al trabajar con sujetos cuya sexualidad escapa a la heteronorma, propone “estar atentos al lugar que tiene ese sujeto en el discurso que lo nombra, [..] que abre o le cierra posibilidades de nombrarse, de tomar la palabra, de apropiarse de su cuerpo y su goce, de establecer lazos". [13] Respecto a la cuestión del cuerpo, ¿qué soportes le permitían a Ana sostenerse, armarse subjetivamente para poderestar entre otrxs?¿tendría que ver con el cuidado de su imagen en tanto “arreglarse”? Teniendo en cuenta que el hechode tener un cuerpo no tiene nada de natural, ¿cómo impactaría la desvalorización y criminalización proveniente de la mirada de lxs otrxs sobre la subjetivación y el armado de su cuerpo? En este punto, es importante aclarar que la identidad de género de Ana no era en sí generadora de sufrimiento para ella. Lo que sí parecía serlo, en tanto dificultad para relacionarse con lxs otrxs, era más bien la imposibilidad de “arreglarse”, sumada a las respuestas que recibía de lxs demás en el marco de relaciones de poder.


Cisexismo y salud: “dar vuelta la lupa” “Ahora yo les pregunto: cada vez que el Sistema de salud ignoró, desconoció o reprobó nuestra identidad, cada vez que expandió el interrogatorio sin que viniera al caso, cada vez que nos llamaron a los gritos con un nombre distinto al nuestro en una sala de espera repleta de gente, cada vez que se rieron de nosotrxs, cada vez que nos ignoraron, nos subestimaron, nos maltrataron, cada vez que nos negaron la atención, ¿no se dieron cuenta de que de este lado del lente también se ve? Les vemos las ideas y las prácticas, las preguntas desubicadas, los comentarios que no vienen al caso, los formularios, las asunciones, los prejuicios, los miedos. Les vemos la mirada, la herramienta cisexista”.[14] En términos de An Millet, una persona cis es aquella “que no es trans o [...] que se identifica con el sexo/ género que le fue impuesto al momento del nacimiento.”[15] Respectoal Cisexismo, el autor lo define como “un sistema complejo y totalizador capaz de hegemonizar la creencia de que las opiniones, las identidades, los deseos, las experiencias, los cuerpos; en suma, las vidas de las personastrans, valen menos que los de las personas cis y a partir de esta idea arbitra una distribución desigual de violencias y privilegios”.[16] Siguiendo la propuesta de Millet, de desplazar la lupa desde “la población trans” hacia el cisexismo en el campo de la salud,en este apartadome propongo correrel foco de Ana en tanto “paciente trans”, y tomar herramientas para pensar su tratamiento en el hospital desde otro lado. Millet (2020) se refiere al Cisexismo como a un lente a través del cual leemos el mundo, a partir del cual “la Salud ha objetificado a las personastrans, travestis y no binaries justificando prácticas intrusivas, violentas y exotizantes. Desde una perspectiva patologizante ha justificado que nos midan con miradas, con reglas, con jeringas, con balanzas, con preguntas”. [17] De esta manera, el autor sostiene que la falta de formación e información en las instituciones de salud no alcanza para explicar las situaciones de maltrato y discriminación hacia las personas trans (Millet, 2020), y sostiene que el problema no se circunscribe únicamente a “la necesidad insatisfecha de seminarios, cursos,jornadas, incluso maestrías para formar especialistas en “salud trans”. Más bien, radica en los contenidos cisexistas de la educación formal desde el nivel inicial y en la naturalización de esta perspectiva. [...] Porque la formación que imparte el sistema actual no carece de una perspectiva específica sobre lo cis y lo trans, justamente lo contrario, lo que hace es formarnos en cisexismo”.[18] Al mismo tiempo, es innegable que la Ley 26.743 de Identidad de Género, sancionada en nuestropaís en el año 2012,ha marcado un punto de inflexión respectoa los derechos de las personas trans.[19] Sin embargo, Millet (2020) propone la idea de que existe un desfasaje entre los paradigmas y prácticas propuestas por dicha ley y la formación recibida por lxs profesionales. Para saldar dicha distancia, sostiene la importancia de propiciar instancias de desaprendizaje del cisexismo. Por último y volviendo a Ana, me quedo con una pregunta: ¿Qué cosas no habré entendido o escuchado durante su tratamiento, precisamente por mi propio lente cisexista?


Accesibilidad Al referirnos a las personas trans, es usual decir y escuchar que “al hospital en general no llegan”, y es algo común que durante toda la residencia la mayoría de nosotrxs nunca haya atendido a una persona trans. Considero importante no naturalizar esto casi al modo de una particularidad de dicha población, sino pensarlo como una deuda del sistema de salud en tanto cisexista y expulsivo. Respecto a la accesibilidad de las personas trans, Millet (2020) plantea que lo que vuelve a un dispositivo de salud accesible son principalmente las recomendaciones de otras personas trans que no hayan sido maltratadas en dicho efector. Además, el autor ubica que la convivencia con otrxs usuarixs es otra variable que condiciona los acercamientos iniciales y la permanencia en los dispositivos de salud. En sus palabras: “Cuando habitamos una institución en la que las expulsiones delos baños, las miradas con desprecio, [...], los comentarios dirigidos y comentarios más ‘generales’ en conversaciones públicas, el acoso, la agresión, la humillación y el menosprecio se repiten, resultamuy difícil la permanencia”.[20] Ahora pienso en la incomodidad de Ana, en sus quejas,en su “impotencia” y la “falta de códigos”. Y también me pregunto, qué habrá permitido que ella pueda quedarse. Por último: ¿qué responsabilidad nos toca en tanto trabajadorxs de la salud mental, sobre ese sesgo cisexista en nuestra formación y en las instituciones? Para Millet, “el trabajo sobre ese cisexismo debería haber corrido siempre por cuenta de las instituciones, deberían haber sido ellas las que propiciaran instancias de desaprendizaje. En cambio, venimos siendo lxs usuarios, lxs activistas y profesionales trans lxs que hacemos ese trabajito de hormiga cuando ‘atendemos’ esos comentarios, esas miradas, esas (micro)expulsiones. Ya no podemos permitir que se dilate más la toma de responsabilidad de las propias instituciones de salud en este asunto, deben ser ellas las que se esfuercen por desarticular el cisexismo institucional reconociendo que las perspectivas y prácticas de usuarios también son parte de la institución”.[21]


Conclusiones En este trabajo partí del recorrido realizado con Ana en la sala de internación, para luego “dar vuelta la lupa” y mirarnos a nosotrxs, trabajadorxs pertenecientes al campode la Salud. “Vivimos en un mundo cisexista, racista, capacitista, xenófobo, heteronormado, clasista, gordofóbico, cuerdista; injusto. [...] Ni lxs trabajadorxs ni usarixs que habitamos dispositivos de salud escapamos de eso. Hacemos lo que podemos cuando podemos, abrimos conversaciones sobre cómo las injusticias se reparten y cómo podemoshacer para desmantelarlas. [...] Porque la conjugación entre nuestros privilegios y nuestros privilegios epistémicos nos permite ver con mayor claridad algunos sistemas de opresióny con menor claridad otros.”[22] Creo que estar a la altura de la subjetividad de la época, quizás, tenga que ver no solamente con nuestra formación sino con un camino más incómodo y más difícil: preguntarnos, dejarnos interpelar, tratar de desaprender aquello invisibilizado, en el intento de construir una salud más justa e inclusiva. Ademásde la perspectiva cisexista, ¿qué otras cuestiones deberíamos desaprender? Soledad Volij


Bibliografía:


Berkins, L. (2008).Travestis. Una identidad política. En Grande,A. (comp.) La sexualidad represora. Buenos Aires, Editorial Topía.


Berkins, L. (2003).Un itinerario políticodel travestismo. En Maffía, Diana (comp.) Sexualidades

Migrantes. Géneroy Transgénero. BuenosAires, Feminaria Editora.


Ley N° 26.743 de Identidad de Género, 2012.


Millet, A. (2020).Cisexismo y salud. Algunas ideas desde otro lado. Buenos Aires, Puntos suspensivos Ediciones.


Preciado, P. (B.). (2019).Un apartamento en Urano. Barcelona, Anagrama.


Reitter, J. (2020).Edipo Gay. Heteronormatividad y psicoanálisis. BuenosAires, Letra Viva.


Sosa Villada, C. Las malas. (2019)Buenos Aires, TusquetsEditores.


Zaccaro, S. (2020). El cuerpo y sus costuras. Buenos Aires, La docta ignorancia.



Notas: 1 Preciado, P. (B.), 2019, p. 217

2 Cabe aclarar que esto había sido efectivamente así, habiendo sido constatado con profesionales de la guardia.

3 Excede a los fines de este trabajo abordar la cuestión del deterioro cognitivo, pero considero importante señalar la complejidad que implicaba realizarun tratamiento psicoterapéutico en esas circunstancias. Esto llevaba a preguntarme constantemente cómo armar algún trabajo posible con Ana, a pesar de sus olvidos.

4 Sosa Villada, 2019, p. 33- 34.

5 Berkins, 2008, p.44.

6 En este punto quisieraaclarar que esto responde a una manerade entender la subjetividad como situada en condiciones socio históricas, y no a la identidad de género de Camila.

7 Ibid., p.46

8 Ibid., p.45

9 Berkins, 2003, p. 136

10 Berkins, 2008, p. 48.

11 Reitter, 2020, p. 56.

12 Ibíd., p. 55

13 Reitter, 2020, p. 54.

14 Millet, 2020, p. 22.

15 Ibíd., p. 10.

16 Ibíd., p. 9.

17 Ibíd., p. 22.

18 Ibíd., p. 63.

19 Entre los puntos más importantes, establece el derechode las personas al reconocimiento de su identidadde género y a ser tratadade acuerdo a la misma. A su vez, instituyea la rectificación registral como un derecho,sin que sea requisito acreditar tratamientos de hormonización, intervenciones quirúrgicas de reasignación genital parcial o total, o tratamiento psicológico o médico. Respectoal nombre de pila adoptado, plantea que deberáser utilizado para cualquier gestión o servicio en ámbitos públicos y privados.

20 Millet, 2020, p. 83.

21 Millet, 2020, p. 85.

22 Ibíd., p. 84.


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