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El amor no vence al odio, discúlpame.



En este texto, Sebastián Cañete comparte sus reflexiones ante los violentos discursos que tan "libremente" están comenzando a circular, avasallando nuestros derechos. Se pregunta qué hacer frente a tanta crueldad y recupera fragmentos de memoria que "sostiene y reacciona".


por Sebastián Cañete* 

 


“El amor no vence al odio, discúlpame”, me dice D por mensaje de texto, mientras nos segundeamos frente a la indignación que nos produce la violencia. Hace 4 meses que nos pasa de todo, una serie infinita de catástrofes que nos deja perplejos, desanudados, frágiles. Entiendo por muchos motivos desde qué lugar esa consigna perdió eficacia, se volvió un estandarte de una época que perdió el brillo, formará parte de las cosas que deberíamos poder volver a pensar y discutir hasta el cansancio. 

“Cuando el Estado promueve, incentiva y financia la homosexualidad como lo ha hecho, hasta la aparición de Javier Milei en la escena, está incentivando una conducta autodestructiva”. Esas fueron las palabras que tan “libremente” se encuentran circulando en las redes sociales, no quiero que quede en polémica o la obtusa lectura de provocación que no alcanza para hacerle frente a tanta crueldad junta. ¿Qué hacemos frente a la crueldad? ¿Dónde está la fuerza que supimos conseguir?  

La memoria sostiene y reacciona: Era Julio de 2010 y tenía 21 años, le había dicho a mi vieja que me juntaba con amigos a estudiar, pero ese fue un pequeño engaño, me estaba emancipando en distintos niveles. En realidad, estaba en el congreso con mi grupo de compañeros maricas con los que militábamos el conurbano bonaerense, La Matanza, Morón, Moreno, Lanús y otros municipios cercanos. Todos pibitos de barrio, clase trabajadora, estudiantes, artistas, seres increíbles. Nos formábamos políticamente con el calor de las travas más hermosas del condado, ellas nos sostuvieron siempre, ellas nos heredaron la dignidad de la furia. Esa noche teníamos la esperanza entre los labios, si todo salía bien se iba a aprobar la ley de matrimonio igualitario, un avance, una ampliación de derechos civiles, un reconocimiento como ciudadanos de un país que nos resultaba maravilloso, la posibilidad de empezar a nombrar nuestros afectos con nuestras propias palabras, algo crucial para nuestra comunidad.   

Muchos fuimos testigos del debate acalorado en el congreso, recuerdo muy bien la intervención de Pichetto que en ese momento dio una exposición acusando a Negre de Alonso de fascista al proponer la “objeción de conciencia” frente a la unión de dos personas del mismo sexo. Pichetto denunciaba que la inclusión de esa cláusula era propia de un modelo de Estado totalitario. Al ser el jefe del bloque mayoritario fue el encargado de cerrar el extenso e histórico debate, una clara posición contra los discursos eclesiásticos, él votó a favor.  

El frío calaba en los huesos, amuchados y amuchadas alrededor del congreso se aprueba la ley de matrimonio igualitario. Recuerdo el pico de adrenalina, el cuerpo reclamando exaltación, la oportunidad de abrazarse con el chico que te gustaba y que pululaba cerca, a unos metros. Besos intensos por toda la plaza, lágrimas y gritos, cantos y bailes, la furia en la boca devino en grito de liberación. Como una horda sin padres corrimos a danzar alrededor del obelisco, un pogo de cuerpos que no necesitaban de música para hacer contacto.  

Todavía puedo ver la sonrisa del Chino, de oreja a oreja y ese brillo en los ojos que me gritaban que esa noche era todo esperanza. Algo en el pecho se había vuelto un poco más liviano, creímos que nunca más nuestras vidas iban a ser objeto de cuestionamientos o el blanco fácil de las mentes obtusas. Estábamos plantando justicia frente a años, infancias, historias y personas sometidas a destrato sistemático. Ya los miedos no nos abrumaban, tuvimos la capacidad política de inventar nuestro propio amparo. ¿Cómo nos vamos a defender ahora? ¿De qué o quiénes nos tenemos que defender? ¿Qué inventamos de nuevo para atravesar esta derrota?  



Psicoanalista (UBA), Escritor. Trabajador de la Educación, Lic. En Psicología Min. De Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Docente en Dirección de Orientación y Acompañamiento a las y los estudiantes Universidad Nacional de Hurlingham. Maestrando en Estudios Interdisciplinarios de la Subjetividad (FILO-UBA).



 

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