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La urgencia: una de las modalidades del malestar actual

  • Bequio y Grunevald
  • 23 may
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 24 may


En estas líneas, Juan Manuel Bequio y Daiana Grunevald nos acercan algunas herramientas para afrontar la clínica en tiempos de urgencia sanitaria, económica, social, moral, educativa... Nos dicen "también son tiempos de resistencia" y nos convocan a pensar junto a autorxs como Aida Perugino, Silvia Bleichmar, Ignacio Lewkowicz y Fernando Ulloa cómo dar lugar a la fuerza vital que resiste en la catástrofe.



por Juan Manuel Bequio y Daiana Grunevald



“Hueco de vida es el modo en que se nombra al espacio o vacío que ha quedado formado en la estructura de un derrumbe, el lugar donde aún podría preservarse aire y así, la posibilidad de una vida bajo los escombros”.

Aída Perugino (2004).


Introducción   

Nos hallamos ante una época signada por el desamparo, el desaliento, la indignidad, el cinismo, la crueldad, la pérdida de derechos, el maltrato y el destrato. Dichas manifestaciones de la época actual producen efectos que observamos en el campo de la salud mental.  Son tiempos de urgencia sanitaria, económica, social, moral, educativa y a la vez son tiempos de resistencia. Son tiempos donde parecen quebrarse los acuerdos sociales; los acuerdos simbólicos que constituyen a un sujeto ético. 


“Algo de la época…”

Teniendo en cuenta la importancia de un Estado garante de derechos y las implicancias de ello a nivel social; luego del estallido del 2001, Lewkowicz (2004) escribió acerca de la sustitución de este Estado por el mercado. Esto implica el estallido del lazo con el otro, con el propio cuerpo y el empobrecimiento del deseo como falta que vitaliza y nos conmueve. El mercado impone un sentido pleno, único, al que vende como una verdad universal. Es tan brutal la simpleza del discurso del mercado que deja por fuera el porvenir y lo subjetivo. Estamos ante la presencia de lo descarnado en donde, en el cálculo mercantilista, la vida no entra, más bien sobra. 

En esta línea, Bleichmar (2005) propone, partiendo del malestar en la cultura de Freud, el concepto de “malestar sobrante” o “sobre malestar” que no se trata de las renuncias pulsionales necesarias para la convivencia con otros seres humanos tal como lo mencionaba el padre del psicoanálisis, sino que se trata de la resignación de aspectos sustanciales para la vida como efecto de circunstancias sobreagregadas. Las dificultades materiales, la imposibilidad de garantizar un futuro, el incremento del anonimato y el cercenamiento de metas en general no alcanzan para definir, cada una en sí misma, este malestar sobrante. El “malestar sobrante” se produce cuando se deja a un sujeto despojado de un proyecto posible que, de algún modo, disminuya el malestar reinante. Este malestar está dado por el desaliento y la indignidad. Esto es no contar en muchos casos con una vivienda, con un empleo, con un plato de comida y la imposibilidad de acceso a la salud y a la educación. 

La forma actual del gobierno de estar presente, estando ausente, conlleva al derrumbe de las garantías mínimas y necesarias para una vida digna. Esto genera sentirse constantemente afectados por amenazas de futuros derrumbes. ¿Qué ocurre cuando hay un derrumbe? ¿Cómo apuntalar un derrumbe que ya ocurrió? ¿Cómo evitar que se multipliquen los derrumbes?  


Efectos de la época

La idea de derrumbe en una catástrofe se enlaza con la noción de trauma en psicoanálisis. Es la irrupción de una cantidad de energía psíquica que agujerea la barrera de protección antiestimulo de la que nos hablaba Freud (1920), inundando el aparato. Por un lado, lo traumático para Freud puede provenir del exterior, que puede ser una catástrofe natural o social, que impacta sobre el interior produciendo la perturbación económica que derrumba justamente los mecanismos psíquicos de la defensa. Nos encontramos ante una urgencia generalizada, donde tanto las instituciones como los usuarios y los profesionales nos vemos afectados. Al respecto, Belaga (2004) menciona que la misma sitúa un traumatismo, tanto en el nivel de lo colectivo como en el de lo singular. Sin embargo, en los derrumbes hay lo que se llama un "hueco de vida". 

La analista Aida Perugino en su libro titulado “Hueco de vida: subjetividad y exclusión” (2004) investigó sobre el concepto “hueco de vida”, el cual se lo puede ubicar en situaciones de derrumbe. Logró situar qué dicen los bomberos, defensa civil, los especialistas en catástrofes, cómo definen tal concepto. “Hueco de vida" es el modo en que se nombra al espacio o vacío que ha quedado formado en la estructura de un derrumbe, el lugar donde aún podría preservarse aire y así, la posibilidad de una vida bajo los escombros. Ese espacio se produce por elementos propios de la estructura y por la modalidad del derrumbe. Es por eso que, para poder acceder al mismo, es necesario conocer y analizar en profundidad la estructura, las condiciones del derrumbe, los elementos que están sosteniendo ese espacio y las posibles características de los atrapados. Uno de los momentos de intervención es el apuntalamiento de la zona. El otro, es el del llamado. Quien esté en posición de llamado y escucha, esperará un lapso de tiempo para que un signo de respuesta pueda aparecer. Quiere decir que hay dos modos de intervenir frente al derrumbe cuando confiamos que hay huecos de vida. Uno es apuntalar para que no se siga cayendo, para que ese hueco de vida se preserve. Para eso hay que conocer la estructura anterior al derrumbe. El otro modo de intervención, no es solo ir a escuchar si hay un llamado que proviene desde el hueco de vida sino llamar nosotros. Nosotros llamar y esperar por alguna respuesta, algún signo, alguna señal de vida. El hueco de vida nos resuena en el trabajo con la urgencia. Allí donde se produce el quiebre, vamos a escuchar cuales son las condiciones de la estructura, qué cosas apuntalaban antes, cuáles fueron las soluciones que ese sujeto tenía. Entonces, no solo se trata de no dejar de escuchar sino que se trata de no dejar de buscar. Hay huecos de vida.   

Por otro lado, lo traumático también puede provenir del interior: mociones pulsionales que se activan, excesivas, que han quedado fijadas en un tiempo anterior y que se reactivan. Freud nos enseña que interior y exterior en el ser hablante se entrelazan. Que no hay tal diferenciación entre lo subjetivo, lo singular, el sujeto y lo colectivo. 

Sotelo (2015) define a la urgencia subjetiva como ruptura, quiebre, irrupción en lo real, fractura del lazo. En la urgencia se trata de una angustia masiva, desbordada, deslocalizada. Este des-borde es producto de la incertidumbre y del desasosiego. Encausar la urgencia al decir será el trabajo del analista, quien intentará re-encausar al sujeto en aquello que lo aqueja. Producir un pasaje de la transferencia de angustia a una transferencia que trabaje. Para que la palabra pueda tener una chance requerirá antes que nada de la hospitalidad de un entorno. Un entorno es una concreta cantidad de gestos que involucran tiempo, prohibiciones, comida, techo, palabras, miradas y molestias (Rehin, 2018). Frente a la angustia y el dolor que puede presentar un paciente ante un desmoronamiento subjetivo, la Institución y sus trabajadores/as, deberán estar dispuestos a acompañar un cuerpo caminando por los bordes de una cornisa subjetiva y por un analista que considere los actos de palabra como aquellos de mayor amparo. 

Estamos en una época de derrumbes. En las instituciones como en los pacientes y en los trabajadores de la salud, hay urgencias. Hay derrumbes, hay desbordes, hay falta de recursos. Los profesionales tenemos que estar advertidos de ello para que no obstaculice nuestro trabajo, y de este modo poder hacer lugar, pausa y tiempo.           


Palabras finales

Consideramos fundamental introducir el concepto de 'ternura' propuesto por Ulloa en su obra 'La novela clínica psicoanalítica' (2011), ya que este concepto nos brinda una perspectiva valiosa para comprender la importancia de crear un entorno seguro y acogedor en el que el sujeto pueda sentirse contenido, escuchado y validado. La ternura, en este sentido, se refiere a la capacidad de brindar un espacio donde sentirse alojado, que permita al individuo desarrollarse y expresarse de manera auténtica. Al tener en consideración este concepto en nuestra práctica clínica, podemos fomentar una relación terapéutica más profunda y significativa, que promueva lo singular.

El analista debe transformar en demanda aquello que el sujeto no puede poner en palabras pero le causa sufrimiento y dolor inefable. El primer efecto que se necesita es el de poner en juego un vector, una direccionalidad: que el que sufre en su urgencia tenga a quién dirigirla. Que haya un Otro quien pueda alojar dicho malestar.

La urgencia finaliza cuando, a partir del trabajo con el usuario, la misma se ha subjetivado, es decir, cuando deja de ser algo ajeno para el sujeto, ubicando en el lugar de la causa aquello que le concierne. Trabajo que requerirá tiempo, herramientas, un equipo, y un sistema de atención que esté presente durante todo el proceso como estructura de apoyo que lo sostenga.

Situamos nuestra práctica como una decisión política-terapéutica. Hablar de política es hablar de la ética del psicoanálisis; del deseo del analista, eso que nos lleva a pagar con nuestra persona. Como trabajadorxs del sistema público somos parte de ese Estado que intenta dar respuestas posibles frente a la coyuntura actual. Intervenir ante personas que están en situación de derrumbe social y subjetivo, implica construir la presencia de un lugar y de un tiempo para sostener al sujeto. Ubicarnos en posición de llamado y escucha, de apuntalamiento y horadación, esperar que esa persona identificada en el lugar del escombro y del desecho emita alguna señal, e inicie un llamado orientado a rescatar-se como sujeto. 

Los analistas, al decir de Lacan, debemos estar a la altura de la subjetividad de la época, con el objetivo de poder responder ante la urgencia de los padecimientos mentales que estamos observando y escuchando actualmente en los distintos dispositivos asistenciales. 




BIBLIOGRAFIA

Belaga, G. (Compilador) (2004). La urgencia generalizada I. Grama Ediciones.

Bleichmar, S. (2005). La subjetividad en riesgo. Topía.

Freud, S. (1920). Obras completas. Tomo XVIII. Más allá del principio del placer. Amorrortu.

Freud, S. (1927-1931). Obras completas. Tomo XXI. El malestar en la cultura. Amorrortu.

Lacan, J. (1962-1963). El seminario. Libro 10: La angustia. Paidós.

Laurent, E. (2002). El caso, del malestar a la mentira en Cuadernos de psicoanálisis. 

Lewkowicz, I. (2004). Pensar sin estado. Paidós.

Mitre, J. (2018). El analista y lo social. Grama Ediciones.

Perugino, A. (2014). Hueco de vida: subjetividad y exclusión. Yotser Libros.

Rehin, J. (2018). Elogio de la persecución: Un deseo en mal estado. Letra Viva.

Sotelo, I. (2015). DATUS: dispositivo analítico para el tratamiento de urgencias subjetivas. Grama Ediciones.

Ulloa, F. (2011). La novela clínica psicoanalítica. Historial de una práctica. Libros del Zorsal.  


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