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Pisar la calle, tomarla.

Crédito de la imagen: Barbi Continanza


En la nota de hoy, nuestro colega Pablo Tajman comparte su experiencia de articulación comunitaria frente a los graves hechos políticos de los últimos días. El terreno de lo común y el cuerpo tienen mucho que ver, nos dice. Y agrega, parafraseando a Roustang, "todo cuerpo es un cuerpo social".



por Pablo Tajman*


Pisar la calle y tomarla. Ir más allá del miedo que impuso la amenaza llamada protocolo y te saco el salario social. Ese paso de la vereda a la calle que dimos algunxs y siguieron muchxs se sintió como si nos sacaran una tenaza del cuerpo. La cana nos saca fotos y después se acerca para ordenarnos -disfrazado de pedido- que nos subamos a la vereda: aumenta el clamor de las cacerolas y ¿vos no sos un trabajador? ¿no vas al supermercado?, preguntamos a lxs policías y avanzamos un carril más. Vuelven a tomar distancia.


El terreno de lo común y el cuerpo tienen mucho que ver. También la memoria. La del 2001 me volvía. Hace 22 años estuve ahí. Tenía 21, ahora tengo 43 y una hija que al ver nuestras caras pregunta qué está pasando, si se murió alguien. Están matando lo común. Hace mucho tiempo, Macri, los Fernández, Milei. Y desde antes. La política económica genocida del Rodrigazo del '75 y del golpe del '76 que nunca se desarmó realmente, que sigue marcando la cancha.


Roustang dice que todo cuerpo es un cuerpo social. Si porta una historia de vínculos de solidaridad, tiene más recursos frente al terror (inclusive la capacidad de alucinar para sobrevivir a la tortura). Si no, tiende a cerrarse sobre sí, a individuarse de un modo más solipsista, a identificarse con el opresor y/o con el lugar al que éste nos fuerza diciéndonos que es el que siempre nos correspondió, a mantenerse al margen para salvarse creyendo que si no interviene para ayudar a los que más fuerte caen, puede zafar. Y no zafa nadie, porque lo terrible es que el terror no digerido, inevitablemente, transforma nuestra subjetividad y se transmite transgeneracionalmente. Así es como se funda una vida de derecha como única opción.


La tenaza se siente cuando aprieta más, pero para los post '76 nunca no estuvo. Esta es la ocasión de sentirla y no ignorarla. De admitir que a los clase media nos llega el efecto después que a los que no tienen para comer. Que a los clase media que ya heredamos dpto. nos llega después que a los que alquilan, pero que no es que "no hay plata", es que está en otros (pocos) lados, fugada, acumulada y eso nos deja afuera a todxs lxs trabajadorxs, estemos más o menos precarizadxs o desocupadxs.


El derecho a la circulación, su choque con el derecho a la protesta, ¿y el derecho a comer? ¿Por qué no choca con ese? ¿Por qué no nos choca (o nos choca más) su vulneración? ¿Por qué admitimos -no nos cansemos de preguntar esto- que sea posible que algunos tengan millones de dólares en patrimonio cuando hay quienes no tienen para comer, que conglomerados económicos tengan más que países enteros? ¿Cómo lograron borrar la idea de las grandes fortunas como el lugar donde sí está la plata del pueblo? ¿Cómo lograron borrar la idea de que el juego de la política partidaria solo funciona cuando hay un afuera de ella desde el que exigir y que ese es el lugar propiamente político, al que no le importa el signo del partido y que puede armar alianzas transversales en defensa de cuestiones básicas?


Comer, vestirse, una vivienda y el acceso a salud y educación (esa que vienen destruyendo sistemáticamente para que no podamos hacer esa cuentita que nos muestra dónde está la plata) enmarcados en una lógica anti-ecocida, anti-colonial y anti-genocida son derechos humanos básicos. Y a no dudar: estamos ante un intento brutal de reprimarización de la economía (se toman medidas económicas que favorecen ampliamente la exportación de granos y dificultan terriblemente la industrialización) que, sumado a la simbología que copia a la de la oficina del presidente yanqui y a su forma de realizar el acto de asunción, resulta en un 1 + 1 = es un proyecto de recolonización. No es que hubiéramos terminado de sacar las patas del barro, es que esto es empujarnos para que caigamos de cabeza. Ya lo había anunciado Macri al imaginar la "angustia" de nuestros próceres.



El señor con la espalda torcida y el pelo blanco que con mucha concentración para mantener el equilibrio le da con pasión a un poste de luz con una cuchara, la trava que anima a la multitud a tomar un carril más, las parejas que se besan en un rapto de emoción por ser parte de la lucha, la nena que (se) mira admirada mientras le da a una cacerola, lxs cuarentones con cara de reventados por trabajar todo el día y ocuparnos de los chicxs que con una sonrisa saltamos y nos sumamos a los cantos…"Qué boludos, qué boludos, ahora el protocolo se lo meten en culo", coreamos a viva voz haciendo de nuestros cuerpos y de la calle un lugar compartido, otra vez. Vamos, barrio, vamos, pueblo, nos vemos de nuevo hoy a la noche.



*Pablo Tajman

Trabajador de la salud mental pública y de la educación universitaria pública


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