top of page

Realismo Teórico: Politizar la Inmanencia (Parte I)



En el siguiente artículo, Exequiel Maffei nos ofrece dialogar con diversxs autorxs (Silvia Bleichmar, C.Jung, Mark Fisher, Spinoza), motivado por preguntas sobre los efectos de las composiciones disciplinares en su relación con la escucha clínica, los procesos sociales y la subjetividad.


por Exequiel Maffei*



Existen muchos mundos en este mundo.

Algunos están interconectados. Otros no.”[1]

Perfect Days



Con teorías abordamos mundos sensibles. Y es también por medio de estas que signamos de valor toda intensidad. Una teoría corresponde a una articulación de conceptos. Un entramado de ideas. Una grilla ¿No es entonces una teoría una ideología? La asumimos, en parte, como tal. Compleja, sabemos, es la relación entre epistemología e ideología y sería ingenuo desalojar al saber-poder como herramienta central en ese vínculo.

Al decir de Zizek, es la ideología la fantasía inconsciente que estructura la realidad social. Toda teorización es fantasmática.

A nuestra disciplina le corresponde un campo de realidad en constante construcción. Realidad que, en nosotrxs, poseerá pleno derecho de estructuración psíquica. Componemos con autorxs, ideas, traducciones y prácticas que transmiten la posibilidad de nuevos reequilibramientos en nuestra racionalidad al servicio de nuestra disponibilidad de alojamiento.

Nuestra práctica posee un realismo, no allá a lo lejos, en un mundo de las ideas desenlazadas de la experiencia, sino acá, junto al cuerpo.

Llamamos aquí realismo a toda cosmovisión que, al decir de Mark Fisher, produce como impensable una alternativa. Una pregunta que resulta guía:

¿Con qué componemos nuestro cuerpo teórico?



Realismo capitalista


Mark Fisher al hablar del realismo capitalista[2] aludía a la sensación generalizada de intuir que no existe nada por fuera de esta modalidad de producción.

“El poder del realismo capitalista deriva parcialmente de la forma en la que el capitalismo subsume y consume todas las historias previas”.

Desde allí, se actúa y se produce un único pensable: el sostenimiento del sistema como horizonte “natural”. Otra alternativa deviene inimaginable.

¿No reproducimos lo mismo cuando un sistema teórico se cierra y se nos impone como dogma?, ¿No corremos a veces el riesgo de hacer de la teoría el marco de un principio de realidad?



Realismo del Inconsciente


Para Silvia Bleichmar el gran descubrimiento del psicoanálisis fue el de haber planteado la existencia de un pensamiento sin sujeto. Un pensamiento que antecede a que alguien lo piense. Un pensamiento no pensado por nadie.

Invocando así la tesis de Laplanche del realismo del inconsciente[3], donde postula que éste es una res extensa, materialidad con la cual el sujeto luego enunciará sus verdades, no sin mediación de mecanismos de transcripción entre los sistemas, ya que a estos le corresponden distintas legalidades (proceso primario, proceso secundario). Laplanche retornaba al Freud de la realidad psíquica, dándole así al Inconsciente el estatuto de un verdadero espacio de realidad, un objeto del mundo.

Son las primeras inscripciones las que corresponden a la fundación del psiquismo en una nueva materialidad. Producción de realidad libidinal:

“...el campo representacional antecede a una interioridad en la cual el sujeto se instala.”[4]. Lo que se inscribe pierde toda referencia creándose así algo nuevo, articulando el resto de la vivencia, aquello que excede a la “necesidad” en el plano de la autoconservación biológica, momento de creación de la “representación”, primeras articulaciones fantasmáticas, instalación de la pulsión y producción de las vías colaterales para el despliegue libidinal mediante la intervención de los cuidados del otrx.

Lo exterior no “ingresa” sin modificaciones, habrá metábola. Dirá Bleichmar: neocreación.

Aquí hablamos entonces de otra acepción al realismo de la que nos comparte Fisher, la que él mismo advierte en su potencia emancipatoria dialogando con el psicoanálisis. El realismo que plantea Laplanche es un real. Pero un real interno al psiquismo, inscripto. El Inconsciente considerado entonces ya no como un mero fenómeno de sentido. “...su conocimiento no agota su existencia”[5]


Consideramos, junto al modelo del aparato psíquico de Bleichmar, que aun cuando los elementos inconscientes sean indestructibles, el aparato psíquico es un sistema abierto a lo real, por lo que aunque no podamos hacer un trabajo arqueológico de precisiones filosas develando un pasado que ya está perdido, las construcciones, en constante elaboración, dialogan con los elementos que ingresan en reequilibración continua. Hablamos de un Inconsciente real, a-lenguajero, separado por represión originaria del sistema Prcc y la conciencia. Como se verá, una compleja danza de elementos heterogéneos en interrelación formal.



Realismo Teórico


El realismo teórico es el borde de nuestra capacidad de ser afectadxs, que puede bien devenir inhibición de la escucha y la inventiva.

Si los elementos Inconscientes constituyen una res extensa, entonces lo pensado tiene corporalidad. No hablo aquí de lo somático.

El realismo teórico se engendra cuando la palabra adquiere materialidad exclusiva. En nuestra práctica por ejemplo, ahí cuando el sujeto del analista se diluye en la búsqueda de referencias con las exclusas de la percepción cerradas. Toda afección deviene “interna”. Situación donde no hay clínica posible a causa del estatuto onírico de las conceptualizaciones.


La percepción es determinada en parte por las relaciones entre las distintas materialidades psíquicas, biológicas y el influjo cultural. No solo hablamos de lo que se inscribe, sino también de aquello con lo que el órgano compone, y por supuesto, lo que deja afuera.


Si “La clínica psicoanalítica no se basa en la novedad, sino en la imposibilidad de percibir la novedad, o en la dificultad de cambio frente a la novedad, o en la desarticulación que la novedad impone…”[6], un trabajo análogo al interior de nuestra relación con el cuerpo teórico será posible de desplegar.



Las formas interiores


Silvia Bleichmar decía: “...es la condición del pensamiento humano no caracterizarse por operar sobre el mundo, sino por producir otros mundos.”[7]

Si damos consistencia a un mundo intrapsíquico, su imaginarización se nos hace fundamental. Las formas con las que enmarcamos aquello que ingresa a un aparato psíquico determinan en gran parte a qué le damos importancia en el discurso de otrx, como también, las ofertas de sentido que se despliegan como posibles en un análisis. Un más allá de la lectura “a la letra”.


En contraposición a la idea de “realidad virtual”, Slavoj Zizek se interesa sobre la realidad de lo virtual. Hace referencia a los efectos reales producidos por “algo que no es totalmente factual”[8]. Articulando los registros lacanianos, no olvidando su tratamiento como nudo, elabora el concepto de Lo Imaginario Virtual. La imagen tomada en su dimensión de realidad. Aquí la imagen estructura, por ejemplo, los modos de vinculación. Abandonar la posibilidad de intervención en el campo imaginario es un acto de ingenuidad, además de corresponder a una enorme limitación terapéutica. Por otro lado también es un autoengaño. No es posible de hacerse. Es en este registro donde también operamos con el cuerpo teórico mismo.

¿A qué imagen nos referimos en la clínica?


No hablamos de hacer emerger en lx analista lo real descapturado de lenguaje, (en Zizek sería algo más del orden de lo Imaginario Real), sino advertir que la teorización reprime produciendo impensables.

Campo en el cual también se nos hace fundamental interpelarnos sobre las autorepresentaciones que tenemos como analistas en relación a nuestra práctica.

La imagen es performativa, como tal, también un prisma.



Cuerpo imaginado


¿Qué lugar ocupa la determinación en aquello que entra al campo de mis percepciones?, ¿Cómo es bordeado el afecto que resuena en lo que delimito en mi relato como “cuerpo”?, ¿Cómo me hago de un cuerpo?

El individuo es una producción moderna, como lo es también la noción de interioridad. Las posibilidades de composición de un sí-mismo pueden variar, tal vez, indefinidamente. El yo es un ejemplo de ello.


Cuando me nombro invoco una imagen. A ese recorte le corresponderá cierta potencia de acción.

Sacralizando a Spinoza, diremos: nadie sabe qué puede la imagen de un cuerpo.

¿No son acaso las identificaciones composiciones que habilitan o clausuran posibilidades de acción?

Sabemos que la capacidad volitiva puede verse afectada, en mayor o menor grado, por el posicionamiento subjetivo.

Consideremos entonces sus límites y posibilidades como un pliegue dinámico.



Un arquetipo que no engulle


Para Jung los arquetipos son quienes dotan de forma estructural a la psique. Los describe como restos arcaicos organizadores.

El arquetipo es un modelo. Imágenes universales, las cuales podemos intuir, por ejemplo, en los mitos, creencias, relatos, sueños, como proyecciones del Inconsciente Colectivo, el cual Jung definía como el estrato más profundo de la experiencia humana. Imágenes sin contenido específico que darían cuenta de un ordenamiento psíquico puramente formal. Observamos como para Jung “imagen” no es un término que corresponda en absoluto solo a una representación o a un simple elemento especular, sino más bien relacional. Es en el plano de la consciencia donde el arquetipo se intuye representándose de forma simbólica.


Sobre el final de su obra elaboró junto a Pauli una teoría general ampliada sobre los arquetipos ubicándolos como estructura formal de la materia: Unus mundus, donde la sincronía y el significado darían cuenta de la cualidad psicoide del psiquismo. Esto es, un continuum entre los elementos psíquicos y el mundo físico. Paralelismo psicofísico llevado literalmente hasta sus últimas consecuencias.


Aunque mucho de su trabajo él mismo adjudicó apoyarse en las ideas platónicas de un “mundo celestial de las ideas”, donde éstas serían preconcebidas a la experiencia, también podemos notar que más allá de esta postura tendiente a un trascendentalismo, Jung se ha dedicado continuamente a buscar las huellas de un reequilibramiento en el cual, ni las ideas ni la experiencia fenoménica serían una causa de la otra. Movimiento dialéctico constante, explicitado en su análisis sobre la integración de los opuestos.


Cada modelo del aparato psíquico ha delimitado su núcleo duro, con las consecuencias teórico-clínicas que de ello deriva. Para Jung la locura era el efecto de alienación dado por la fuerza de un arquetipo. Unx podría así quedar fascinado identificándose con las proyecciones.


Me permito jugar con sus ideas y componer con otras.

El arquetipo entonces ¿ Es una subjetividad producida? ¿Un entramado de oferta extraído del magma de significaciones sociales? ¿Un tejido construido metabólicamente en base al proyecto identificatorio y el contrato narcisista?

Para Jung no se trataba de nada de eso, aunque las producciones históricas influyan en sus contenidos específicos. Ubica a los arquetipos como tendencias hereditarias, instintivas, representaciones colectivas que su origen no podría rastrearse. Darían cuenta, en oposición a los principios de causalidad, de un principio a-causal[9]. Por lo tanto, su emergencia y el encuentro con sus manifestaciones serían del orden de la contingencia, en estrecha relación con la inventiva. La emergencia en la consciencia podría enfrentar a una persona a una experiencia de cualidad numinosa, esto es, a un enigma. Algo que bien podría tornarse, de indecible a ominoso o cautivante.


Cuando estudiaba su trabajo se me vino una pregunta que no dejó de tener efectos a lo largo de mucho tiempo:

¿Qué potencias despliega un arquetipo?


El mito y el héroe


Para Jung los arquetipos, en sentido estricto, podrían diferenciarse en “tipos”. Tomemos el llamado arquetipo del “héroe”.

Joseph Campbell, inspirado en la obra de Freud y Jung en su estudio sobre mitología comparada, conceptualiza el “camino del héroe[10]. Extrae de distintos mitos de diversas culturas y tiempos históricos, un núcleo en común, el monomito, donde ubicaría la función cultural de acompañamiento de los seres humanos en su encuentro con el misterio de la vida.


Es el héroe aquel que al aceptar un llamado, luego de pasar pruebas y obstáculos, consigue una “transmutación vital”, para luego regresar a compartir el don adquirido con otrxs. Esta segunda parte es de fundamental importancia. Agrego, sin retorno no hay devenir pueblo.


Podemos pensar el mito como la oferta de un espacio transicional que actualiza potencias. Estas actualizaciones arquetípicas se darían en un campo virtual, un territorio sensible donde pueden fugar, desterritorializando y reterritorializando sus propios movimientos. Consideremos así al arquetipo como la foto de un rizoma.



Autosuficiencia


Un peligro nos urge considerar: la entronización hacia el individuo.

De la identificación con un arquetipo al pensamiento mágico traccionado por promesas de “superación” hay pocos pasos. Estamos a una moral de ello. Sabemos del alivio que le corresponde a la deserción de preceptos totalizantes que reproducen un in-dividuo aislado y autosuficiente capturado en una narrativa lineal. Alivio de proferir la negativa a responder ante aquellos enunciados identificatorios que operan como mandatos superyoicos que exigen con violencia y fuerza coercitiva la correspondencia a un Ideal.


Un arquetipo que no me devora, es a la vez, una “imagen” que yo no consumo. Nos movemos en territorio del yo, no como la operatoria misma de narración, aquel aprendiz de historiador[11] que Piera Aulagnier nos conceptualizaba sus atributos, sino de un yo narrado constituido por la composición de los elementos en un lugar de emplazamiento. Un yo res cogitans de máscaras mutantes. Formas vertiginosas al pensamiento mismo.


Aludo a una imagen en la que no me termino de consumir, y a través de la cual soy afectadx.

Las producciones preconscientes merecen el respeto de lo identitario, y como vemos, no se excluyen ciertos riesgos, por ejemplo elevarlas a fetiche de la mercancía. Es la propiedad, en el registro ideico, donde se reflejan en laberintos las imágenes con las que componemos nuestra individuación.


Pensemos entonces las manifestaciones de la subjetividad en términos de ritual de pasaje, no de herramienta de conquista. Ya sabemos con qué imaginarios compone la subjetividad heroica[12] o, por nombrar otro tipo de arquetipo, el sabio, cuando todo lo sabe. También aquí los sentidos sufrientes se coagulan, ahí donde el viaje queda truncado a medio camino.


Hay otras historias que contar, otros arquetipos a inventar. Ursula K.Le Guin propone, siguiendo a Virginia Woolf, la botella como héroe. Un elemento contenedor, un recipiente. Relatos no centrados en el combate, la caza, la espada, sino en espacios contenedores, cuidados y temporalidades diversas al cuento del progreso lineal. Historias que no reproduzcan la alabanza al conquistador.


“Lo que importa es el relato”[13], nos repite. Como dirá D. Haraway: “Importa qué historias contamos para contar con ellas otras historias; importa qué conceptos pensamos para pensar con ellos otros conceptos.”[14]


Con Alan Badiou reparo en la potencia de lo múltiple contra la pretensión identitaria individual. Me pregunto:

¿Podrán ciertos ordenamientos devenir alianza de reactualización potencial que permitiera nuevos agenciamientos? ¿Acaso puedo invocar a mis fantasmas en tregua con nuestras potencias? Reformulo: ¿Puede un arquetipo no engullirme al ser llamado a mi identificación?



Tiempo Ideal


Resuena en mi ahora la diferenciación entre Ideal del yo/yo ideal. Consideremos que allí donde opera el ideal del yo, exige del funcionamiento de la lógica ternaria. La diferencia como carencia operatoria permitirá el desplazamiento, el movimiento simbólico. Esto despliega la posibilidad de evitar quedar devorado en la captura imaginaria de un Yo Ideal totalizante al modo de un narcisismo primario.

¿Pero acaso no hemos escuchado un sinfín de relatos de “situaciones límite” donde una fuerza libidinal, signada en una confianza absoluta, ciega a sus limitaciones, habilitó potencias no pensadas? Del mismo modo claro, que su fuerza desmedida extendida en el tiempo, proscrita la capacidad de freno o movimiento, podría devenir en la emergencia de un sujeto de características despóticas, perversas, caprichosas y totalitarias.


Pero no todo arquetipo que abraza a un mundo ocluido produce tal sujeto carente de la ética del semejante. No es la fascinación lo que signa al otro como amenaza u objeto a suprimir. Por ejemplo, como se viene advirtiendo en el último tiempo: no todo estado de locura es fascista, como no todo fascista está loco. Un análisis simplista podría caer en la patologización estigmatizante, en la des-responsabilidad de la crueldad política o en la romantización espectacularizada de lo desconocido para quienes son ajenos a ciertos malestares. Lo cierto es que hay regímenes que moldean subjetividades.


Algo se nos presenta en su evidente importancia: La duración de un estado.

Deleuze cuando trabaja la Ética de Spinoza[15] nos recuerda la importancia de las velocidades. El pensamiento produce velocidades, lentitud, rapidez, reposo.

Entonces, la historicidad como registro de una temporalidad requiere de la operatoria simbólica que corta con la omnipotencia de un yo ideal que se representaría eterno, como si no fuera también cuerpo. O como si el mismo no tuviera límites. El Yo Ideal cree saber que puede un cuerpo: todo, siempre. No hay diacronía estructurante, o ella misma es capturada por una forma de realismo de la inmediatez.

Se hace necesario una pausa ¿Ésta se desprendería exclusivamente del medio con el que se compone?, ¿Existen condiciones en que la fuerza libidinal de un yo Ideal podría invocarse hacia un auto-rescate subjetivo?


Llevamos a otrxs en nosotrxs. Invocamos una imagen que desarme, que acompañe, que refleje la disponibilidad del cuerpo.

Freno, metáfora, suspensión, división subjetiva, pausa.

Apertura. Gesto-ritual. Reposo. Des-automatización ¿Desvío? Una carta.



Consciencia


En su trabajo sobre el texto de “Lo Inconsciente”[16], Silvia Bleichmar señala la importancia de la conciencia en el trabajo analítico. Específicamente en su rol con el señalamiento como operatoria de reforzamiento de investidura sobre los elementos. Esto es, la importancia de la atención y su relación con otrx(s).

El señalamiento como afección que moviliza la atención.


¿La detención de un automatismo acaso no podría ser la evocación a un señalamiento? Viene a mí el personaje de Memento quien escribía en su cuerpo lo que necesitaba indicarse. La historicidad necesita de agentes que defiendan su espacio de advenimiento.


Conjunto a la pregunta sobre la duración y la pausa, emerge un espacio para repensar la elección:

¿Hay formas de darle lugar sin caer en los dominios donde la individuación corre hacia el individualismo?, ¿Podemos rescatar un sentido de la libertad que no nos la hayan arrebatado las lógicas neoliberales?


*Exequiel Maffei: Psicoanalista (UNLP), diplomado en Perspectivas de Géneros y Bioética Aplicada (UCH). Músico. Escritor.


[1] Wenders, Wim. “Perfect Days”. (película). Master Mind Limited Wim Wenders Productions. 2023.


[2] Fisher, Mark. “Realismo Capitalista: ¿No hay alternativa?”. Editorial Trivillus. 2009. Pág.15


[3] Laplanche, Jean. “Nuevos fundamentos para el psicoanálisis”. Editorial Amorrortu. Buenos Aires. 1987


[4] Bleichmar, Silvia. “El Psicoanálisis en debate”. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2020. Pág.48


[5] Bleichmar, Silvia. “El desmantelamiento de la subjetividad”: estallido del yo”. Editorial Topía. Buenos Aires. 2010. Pág.79


[6] Bleichmar, Silvia. “El Psicoanálisis en debate”. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2020. Pág.30


[7] Bleichmar, Silvia. “El Psicoanálisis en debate”. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2020. Pág.316


[8] Zizek, Slavoj. “La Realidad de lo Virtual” en Revista Iberoamericana de Comunicación, Número 38. 2020. Pág.185


[9] Jung, Carl. “Sincronicidad como principio de conexiones acausales”. Editorial Sirio S.A. Barcelona. 1988


[10] Campbell, Joseph. “El héroe de las mil caras: Psicoanálisis del mito”. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 2014


[11] Piera Aulganier. “El aprendiz de historiador y el maestro-brujo”. Editorial Amorrortu. Buenos Aires. 2003


[12] de la Aldea, Elena. “La subjetividad heroica” en “Los talleres: cuidar al que cuida”. Editorial Los Talleres. Año1. Buenos Aires. Mayo de 2014.


[13] Le Guin, Ursula K. “La teoría de la bolsa de transporte de la ficción”. Traducción de Kamen Nedev y José Pérez de Lama de “The Carrier-Bag Theory of Fiction” (1986). 2021. Disponible en https://es.theanarchistlibrary.org/library/ursula-k-le-guin-la-teoria-de-la-bolsa-de-transporte-de-la-ficcion

[14] Haraway, Donna. “Seguir con el problema”. Editorial Consonni. 2019. Pág. 182


[15] Deleuze, Gilles. “En medio de Spinoza”. Editorial Cactus. Buenos Aires. 2008. Clase


[16] Silvia Bleichmar. “Lo Inconsciente: fecundidad clínica de sus paradigmas” en Lecturas de Freud. Editorial Lugar. Buenos Aires. 1990

Comments


bottom of page