por Juan Pablo Pulleiro
Actualidad de la crítica guattariana
El libro objeto de esta reseña es el resultado de la indagación sistemática que se ha planteado la Cátedra Abierta Félix Guattari, y de la pesquisa de una serie de producciones del francés no incluidas en las publicaciones que encontramos en las librerías. La compilación realizada reúne textos conectados por la evidente prepotencia de una intención: establecer conceptos y prácticas que partan de la congruencia entre los sufrimientos individuales y colectivos con la proliferación mundial del modo de vida capitalista. Huelga resaltar que, en divergencia con sus coterráneos convertidos en figuras del mainstream del psicoanálisis, Guattari escribe en esos términos, y no hay que buscar con lupa ni con mucha astucia para encontrar alguna cita que insufle espíritu subversivo. Desde el comienzo del primer texto se denota el horizonte guattariano: anticapitalismo molecular.
La lectura de los textos convoca variadas apreciaciones que sin duda comparten la actualidad y por ende la anticipación (ya que los textos tienen más de 3 décadas) de la caracterización del estado de las luchas de clases, y de la relevancia de inyectar un carácter múltiple a lo que tradicionalmente se asume como el sujeto de estas. Clave en ello parece ser el lugar desde donde nos habla el autor: el sufrimiento psíquico se convierte así en índice de un capitalismo que, lejos de ser meramente un modo de organización económico, es el modo que rige la producción de todo lo existente, incluidos los sujetos (también lxs revolucionarixs), individuxs, personas o como se prefiera nominar eso que somos. Asimismo, el pensamiento guattariano no resulta especialmente pesimista. Más bien se empeña en su aspiración de encontrar aquellos resquicios que, en las contradicciones históricamente desarrolladas por el capital -que nunca cumple su tendencia totalista- habiliten campos de batallas y potencialidades frente a las fuerzas opresivas, que no serían solamente aquellas propias de dirección burguesa, sino también las que socavan el “frente del deseo”. ¿Qué transformación objetiva puede darse sin transformaciones subjetivas? La propuesta guattariana se incluye en aquellas que no invitan a esperar que ocurran las primeras, y en ello -como decía al comienzo- existe una territorialidad supurada, una gravitación de los conceptos en torno a la implicación del autor con las penurias del padecimiento y las vidas precarizadas, pero también con la proliferación de otras posibilidades existenciales. Así, es destacable que la jerarquización de lo molecular del esquizoanalista francés no se produce de un modo fragmentario, sino que conlleva una serie de concepciones respecto al capitalismo contemporáneo, que el autor nombra Capitalismo Mundial Integrado y del que se ocupa en la primera parte del libro. La distribución de los textos en éste parece sugerirnos que no es posible hablar de lo que sigue sin esa caracterización, dado que existiría una continuidad entre la lógica del Capital y la lógica de producción subjetiva a partir de lo que Guattari define como sometimiento semiótico. De tal modo, el deseo, la imaginación, las pasiones, y los significantes no son sino matrizados por las maquinas semióticas y deseantes integradas al capitalismo contemporáneo. Visto así, la pregunta en torno al sujeto para quienes tengamos aspiraciones poscapitalistas es por lo menos doble: cómo inventar nuevas organizaciones que catalicen las luchas sociales (obreras, feministas, de las disidencias, del precariado) y cómo inventar nuevas organizaciones psíquicas.
Otro de los tópicos relevantes que nos presenta el libro y en cuyo campo pueden sumarse los aportes guattarianos, es lo que podríamos llamar una epistemología política. Por consiguiente, las luchas de clases moleculares no solo pueden habilitar algunas orientaciones para nuevos existenciarios en estos tiempos de realismo capitalista, también exigen concepciones epistemológicas que no cercenen las potencias allí presentes. Ello al mismo tiempo supone reposicionamientos de cada campo intelectual especifico, que en el propio (el Campo Psi) claramente significa la confrontación con el positivismo (falo)lógico aún vigente[1]. Prueba de ello es la revisión conceptual que nos ofrece Guattari en torno al inconsciente, y la orientación práctica que de allí se deslinda, en tanto para el autor de Psicoanálisis y Transversalidad: “Los verdaderos problemas del inconsciente no son neutros ni benefactores. No existe ni un solo problema del inconsciente que no implique una problemática micropolítica a nivel de la familia, de la empresa, de la escuela, del barrio o grupo social en el que se halla inmerso”.
Asimismo, y como se refleja en el recorrido aquí esbozado, el encadenamiento de los capítulos realizado por lxs compiladorxs nos lleva desde una reflexión general a otras más específicas. Dejando en tal itinerario un tendal de ideas que requerirán de mayor exhaustividad, sea esta forjada en una lectura pormenorizada de la obra guattariana, sea en exploraciones que deben aun realizarse. Entre aquellas podemos situar la necesidad de reconfigurar el bagaje Psi que sitúa al dispositivo familiar como nuclear de subjetivación, cuando cabría evaluar instituciones de inconmensurable eficacia -como lo son la mass media y la informática- en pos de plurificar el esquema de sobredeterminación. También las transformaciones relativas a las relaciones entre semejantes, que en el capitalismo contemporáneo supondrían una serie de mediaciones ejecutadas por montajes maquínicos, entre los que es posible advertir las formaciones de poder, que de ser evadidas en nuestros análisis (y en nuestras prácticas) probablemente nos lleven a colaborar en la obturación de probables luchas micropolíticas del deseo. Temáticas que para albergarlas con el estatuto justo van a reclamarnos la profunda desacralización de los teóricos psi, realizado de mínima a partir del elemental reconocimiento de la situación en la que produjeron sus teorías y la que nos ha tocado en suerte.
Por último, entre los textos compilados se halla una incitación a problematizar el trabajo y las instituciones propias de lo que por estos lares llamamos “Campo de la Salud Mental”. Guattari no duda en denunciar los efectos de poder que promueven determinadas concepciones y prácticas psi. En un país en el que las mismas tienen una fortísima penetración en el socius, y en donde el psicoanálisis se autoadjudica un rol subversivo, sostenido (entre otras cosas) en la construcción del chivo expiatorio de las Terapias Cognitivo-Conductuales y afines, la lectura de esos textos puede resultar un insumo loable para establecer una crítica de otro tipo, menos exterior y donde se vuelva ineludible advertir aquellas prácticas que no hacen sino reproducir opresiones. A ello interpela Guattari cuando nos habla: “¿Se comportarán ustedes como especialistas o como aliados de todo lo que en el campo social tiende a cambiar este poder? En ese sentido, y como formulé al comienzo, el archivo guattariano debe inscribirse más bien lejos del archivo de quienes hablan en impoluto francés y más bien próximo al archivo de un Cuestionamos y su- me permito afirmarlo- aún vigente legado.
[1] Comentario al margen: la aberración que produce “lo ideológico” en el mencionado campo en función de supuestos criterios lógicos, se halla solo superada por la aberración por las masas.
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