En este trabajo, Juliana Colángelo nos aporta su lectura del libro "Los Parano-analistas (y otras preguntas-problema)" de Sergio Ragonese, recientemente publicado por Editorial Vagantes Fabulae. Presenta el trabajo de Sergio como "un río que desborda" los espacios psi instituidos e institucionalizados.
*por Juliana Colángelo
Algunos fragmentos de este texto forman parte del Prólogo del libro recientemente publicado de Sergio Ragonese titulado LOS PARANOANALISTAS (y otras preguntas-problema) por la editorial Vagantes Fabulae.
Es difícil bordear las cosas, definirlas sin ahogarlas y quizás por ello algo del campo del esquizoanálisis casi siempre se nos escapa. Llegué al esquizoanálisis, un poco por azar y otro poco por incomodidad. Los espacios psi instituidos e institucionalizados están muy poco desviados, muy poco desbordados. Cuando digo desviados me refiero a devenires minoritarios que no remitan a un centro, a líneas de fuga de las autopistas del control, a desaceleración en la hiperinflación psíquica, a bocanadas de aires en la contaminación individualista meritocrática y capacitista, en fin, a madrigueras insumisas, que nos han arrimado a tertulias afectivas marginales, colectivas, fugaces, autogestivas. El esquizoanálisis es un desborde, es un desvío y este libro también.
En sus espesuras magmáticas y barrosas radica su potencia y también su complejidad. Se trata de un campo amplio, de una clínica ampliada y sensible que habilita la posibilidad de crear múltiples conexiones, a fuerza de hacerlas, ya lo sabemos “no basta con gritar “¡Viva lo múltiple!”, Hay que hacerlo [1]. Y aquí Sergio lo hace, teje sus hilos conceptuales, arriesga y produce, algo poco común y tan necesario: hacer clínica, y escribir sobre ese hacer.
Obrar la clínica es desear, es pensar, es componer una partitura ética-clínica-política-meticulosa con agenciamientos sensibles, afectivos, territoriales, grupales, comunitarios, pedagógicos.
La escucha clínica es una materia viva, expresiva y sensitiva que en cada composición, en cada situación requiere de nuevos elementos, conceptos, matices, ideas y afectos que produzcan un desvío, una diferencia, cada vez: otra vez. Y ello no quiere decir que haya que inventarlo todo a cada instante, quiere decir, que no podemos negar el movimiento, los ritmos, las variaciones. Negarlo implicaría su sometimiento, su encarcelamiento, su reencauzamiento, su disciplinamiento, algo tan habitual en estos tiempos de crueldad.
Son las combinaciones las que traen la novedad, las que conmueven los enquistamientos que nos producen dolores, malestares y angustias, para seguir, para seguir produciendo, creando, imaginando más que funcionando. Por ello se trata de una tarea (siempre) incómoda e incompleta. Como decía Ana M. Fernandez parafraseando a Deveraux, se trata de hacer de la incomodidad un concepto, y podríamos decir, un método y un modo de vida.
Sergio recoge esa incomodidad y no se escurre en meras abstracciones, por el contrario, pone los textos a trabajar allí donde pertenecen: en el campo clínico-social-político-estético-comunitario. Produce sus líneas, construye y analiza situaciones-problemas de manera teórica y práctica. Hay en sus escritos una búsqueda por el cómo, y el para qué, quizás algo olvidado en muchas teorías, incluso, en el esquizoanálisis. Muchas veces nos perdemos en la fascinación por el saber que nos sumerge en profundidades que poco tocan el mundo real, es decir la vida. Aquí Sergio arma máquinas conceptuales en situación para producir problemas, para pensar. Guattari y Deleuze decían que un concepto “se define por la inseparabilidad de un número finito de componentes heterogéneos recorridos por un punto en sobrevuelo, a velocidad infinita" [2]. Quizás este libro sea exactamente eso: un cúmulo de sobrevuelos.
Primer vuelo: sobre el problema
“¿A contramano de qué se dirige “el” esquizoanálisis en las praxis analíticas?” se pregunta Sergio, y podríamos decir: a contramano de lo que define como parano-analistas. Precisando que no se trata de una característica propia de ciertas identidades sino de prácticas que “suspenden la relación entre deseo/afecto y creación/acción” [3] y que todxs podemos reproducir o perpetrar.
Los parano-analistas, como presenta Sergio, son modos de expresión paranoicos que interrumpen el devenir de un proceso mediante “prácticas de sujeción”, es decir: la apropiación de un saber sobre otrx, un modo clínico que se sustenta en la posibilidad de apoyarse en la reproducción de lo sabido más que en la novedad, “un cura” o “un policía” más que unx artesanx, que encauza los micro-ramales de un río, precisamente para que éste no desborde. El parano-analista le teme al desborde, trabaja “para la anti-producción” es un labrador de cauces por donde empuja al agua a seguir “el camino correcto”, por miedo, entre otros. Es un paranoico que le teme al caos, a su propio caos, le teme a no saber, le teme a la anormalidad. Le teme a la novedad, le teme al diluvio, ya que “el diluvio es el flujo que rompe la barrera de los códigos” [4] , que rompe la comodidad de lo sabido, la supuesta seguridad de lo codificable y el costo subjetivo-social que ello implica. Y “este es el drama. Encontramos algo que se derrumba y no sabemos qué es”. “Algo que chorrea y que arrastra esa sociedad a una especie de desterritorialización”, “algo que derrite la tierra sobre la que se instala” [4].
Un río que desborda es un río descontrolado, anormal, esquizo, desviado que difícilmente puede ser reconducido a los cauces labrados durante siglos de normalidad sin perpetrar la crueldad, la exclusión, la patologización. Los diluvios ponen en jaque los sistemas de codificación social y por lo tanto desorganizan, caotizan, desterritorializan los modos de subjetivación, sus órdenes, sus formas. Es por esto que “si las sociedades no tienen tal temor es porque todo está codificado: la familia, la muerte. Aquello que trae pánico es que algo se desplome sobre los códigos haciéndolos crujir” [4]. Y eso asusta, lxs asusta y también nos asusta. No es fácil correrse de los propios bordes de los que estamos hechos, nosotrxs también le tememos al diluvio. Por lo que entonces, sigue Sergio, “captar esta cuestión y operar sobre estos puntos, de hecho, es una indicación eminentemente clínica y micro política” [5].
Segundo vuelo: Sobre el obrar
Es difícil romper los espejos sin quedarse fijado en el reflejo, en el resentimiento o en la fascinación donde unx mira. El esquizoanálisis no nació reactivo, ni revolucionario, ni “en contra del Psicoanálisis”, ni tampoco es “una sub-variante de éste”, más bien, se dirige “a los inconscientes que protestan” [6], que desbordan.
Quienes le temen a la incomodidad insisten en remitir todo a sus puntos de partida desde donde anticipar y garantizar tranquilidad, seguridad: un bucle sobre sí, la vuelta de lo mismo. En el esquizoanálisis y en el libro de Sergio se trata de otra cosa, aquí no hay origen, no hay causa, no hay representación, no hay teatro, o en todo caso se pone el teatro a trabajar en su propio drama, en los modos de funcionamiento de los guiones trágicos que habitamos, para su desarme, su desacople, su desfinanciación.
El esquizoanálisis es una invitación “para aquello que aterra a un parano-analista: fallar” y, agrego, para crear, producir, ignorar, desbordar. Fallar en este sentido, es asumir un riesgo, lo que no equivale a ponerse en riesgo, sino a asumir que no existe un saber previo ni nada absoluto, puesto que nada “garantiza llegar a ninguna tierra prometida”, ni manual calcable donde ir a buscar recetas, aquí ese camino hay que hacerlo, y hay que hacerlo en situación y cada vez. A su vez, “esa suerte de selección compositiva nunca viene hecha y no obedece a argumentos universales, solo se la puede trazar a partir de un trabajo activo que analiza la relación entre ideas, afectos, y experiencias” [7] . Es decir, nos requiere, nos convoca a estar allí. Para cortocircuitar los caminos codificados, ponerlos en duda, sobre todo cuando lastiman, aprietan, coartan el deseo, la vida. Es importante, recordar, otra vez: no fallan las personas, fallan, desbordan, se quiebran los circuitos por donde se pasa, por donde pasamos. Precisamente son las narrativas del fracaso, de “ser unx fracasadx” las que responden a prácticas de sujeción que quieren volver a colocarnos en las sendas donde dejar de fracasar se ofrece como promesa de una felicidad (inexistente), en los términos de Ahmed.
Los regímenes biopolíticos corroen la tierra para sembrar el cemento y trazar las sendas por donde nos movemos. Edipo, quizás sea, entre muchas, la codificación-vedette más cliché, más vetusta y gastada, más moderna, más heterociscapitalista de todas, pero también aún, la más efectiva. Es por ello que “el psicoanálisis debe esquizoanalizarse” al decir de Ragonese, más que de creer que el edipo no existe, claro que existe [8], en tanto es la fórmula por excelencia de organización y de sobre codificación de las vidas sobre la que se montan prácticamente todas las instituciones donde se alojan nuestras existencias e identidades. Lo que no es cierto ni real, es que dicho modo de subjetivación responda a algún tipo de orden natural o significante o esencial o imprescindible o irreductible. El esquizoanálisis, entonces, invita a ser anti-edípicos, ¿cómo? a partir de ubicarlo como un “aparato de represión de las máquinas deseantes”, que reduce el deseo al campo familiarista y que perpetúa la constante “desviación de las fuerzas del inconsciente” [8] a un modo muy específico de triangulación dónde subyugar toda cuestión. Entonces la cuestión no es si existe o no, sino qué función y qué rol cumple en el campo del deseo. Es decir, “se trata de elucidar el lugar real-social que Edipo tiene en una formación social capitalista” e individualista que nunca “se pone del lado de los flujos sensibles y las intensidades, sino del lado de los códigos” [7] en determinada economía de los deseos. Y por ello, para nosotrxs, esto es un problema tanto ético como micropolítico y nunca personal e individual. La invitación del esquizoanálisis es a inundar los bordes del triángulo a veces familiar, a veces institucional, a veces empresarial, a veces académico, etc. para poblarlo, abrirlo, transformarlo, interrumpirlo, reversionarlo, recordando que “no se trata de que cada uno escape "personalmente”, sino de provocar una fuga, como cuando se revienta una cañería o cuando se abre un absceso” [6], o cuando el río desborda.
Tercer vuelo: seguir con el problema
Seguir (...) como bichos mortales entrelazados
en miríadas de configuraciones inacabadas de
lugares, tiempos, materias, significados.
Donna Haraway
Si estamos “hechos de líneas (….) experimentales, metodológicas, o epistémicas” [7], en constante movimiento, entre máquinas de flujos y cortes: vinculares, biológicos, familiares, alimenticios, oníricos, sociales, barriales, políticos, económicos, territoriales, es que que en la clínica esquizo nos importan más las relaciones, la forma en las que se comportan, de qué están hechas y para qué están hechas. Interesa más el cómo por sobre el qué. Esto nos habilita a perspectivar los modos de funcionamiento, sus movimientos, sus bloqueos, taponamientos, represiones, velocidades.
Sobrevuelos que nos convocan a un “estar pendular oscilante”, a hacer, más que repetir, a desconfiar de los códigos normativos, a permanecer en la incomodidad, en la precariedad más que en la supuesta seguridad de los dogmas.
Este libro, como el esquizoanálisis, es “un arco abierto”, una obra abierta e inconclusa que nos convida a seguir, a seguir con el problema, es decir seguir componiendo con un mapa plagado de múltiples referencias que nos recuerdan que precisamente “seguir con el problema requiere generar parentescos raros: nos necesitamos recíprocamente en colaboraciones y combinaciones inesperadas, en pilas de compost caliente. Devenimos-con de manera recíproca o no devenimos en absoluto” [8]. No sé cuántos esquizoanálisis habitan aquí, ni qué pueden, ni cuántos quedan por inventar, quizás todos los que necesitemos toda vez y cada vez, hasta que todos los ríos desborden.
* Juliana Colángelo
Magíster en Estudios y Políticas de Género (UNTREF), Licenciada y Profesora en Psicología (UBA), Psicodramatista y docente en la materia T. y T. Grupos I (Psicología, UBA). Actualmente se dedica a la escucha clínica Esquizoanalítica, escribe y coordina talleres de formación y covisión. Integra el grupo de Clinicas y Pensamientos esquizoanaliticos, el Grupo de Filosofía Aplicada y Políticas Queer (PolQueer) y es mima activista antimanicomial en el grupo de mimo "Adentro y Afuera" del Frente de Artistas del Borda. Recientemente publicó Perspectivas Esquizo-Queer. Aportes del esquizoanálisis y la Teoría Queer a una escucha clínica micropolítica, por la editorial Letra Viva.
Notas:
[1] Deleuze, G. y Guattari F. (2006): Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Pre-Textos, Valencia, p.12.
[2] Deleuze, G. y Guattari, F. (1991): ¿Qué es la filosofía?, Anagrama, Barcelona, p. 26.
[3] Ragonese, S. (2024) ¿Qué no es deseo? Texto inédito.
[4] Deleuze, G y Guattari, F. (2005). Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia. Buenos Aires: Cactus.
[5] Ragonese, S. (2024) ¿Qué no es deseo? Texto inédito.
[6] Deleuze, G. y Guattari, Entrevista con Catherine Backes-Clément. F. L'Arc, n.º 49, 1972.
[7] Ragonese, S. (2024) LOS PARANOANALISTAS (y otras preguntas-problema). Ed. Vagantes Fabulae.
[8] En palabras de Guattari y Deleuze (1972): “No queremos decir que el psicoanálisis haya inventado a Edipo. Se limita a responder a la demanda, cada cual se presenta con su Edipo. El psicoanálisis no hace más que elevar Edipo al cuadrado -un Edipo de transferencia, un Edipo de Edipo- en la ciénaga del diván”. Entrevista con Catherine Backes-Clément. F. L'Arc, n.º 49, 1972.
[9] Haraway, D. (2019): Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno. Ed Consonni, Bilbao, p. 24.
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