Winnicott, la importancia de la ilusión.
- Eduardo Smalinsky
- 15 ene 2022
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 20 abr 2023

CrƩdito imagen: Daniel Ripesi.
Por Eduardo Smalinsky*
Las ciencias humanas y sociales se despliegan en el campo ilusional. No son en sà mismas ni subversivas, ni reaccionarias. Cargan con los ideales predominantes de sus épocas y territorios.
En este mes aniversario de D. W. Winnicott, los amigos de Revista Froi nos han invitado a Daniel Ripesi y a mĆ, a celebrar esta fecha reflexionando sobre sus ideas.
Siempre me ha interesado el modo en que Winnicott reivindica el lugar de la ilusión humana como esa zona privilegiada e intermedia donde transcurre nuestra existencia. Por razones poderosas, siempre han existido dificultades para asignarle la importancia que merece.
En un artĆculo de Seligman de 2018 "La ilusión cómo principio psĆquico" se afirma que
es la ilusión la que desempeña un papel esencial y progresivo a la hora de establecer un contacto comprometido y efectivo con el mundo.
Grolnick, Barkin y Muensterberger en 1978 afirman:
"La capacidad de formación de ilusiones... es necesaria para una experiencia vital gratificante, y representa una solución mÔs saludable y adaptativa que la decepción, la inquietud y la desilusión".
Creo que ha existido y existe en el pensamiento contemporĆ”neo desde fines del siglo XIX hasta nuestros dĆas, un prejuicio negativo hacia el campo de la ilusión, percibiĆ©ndola siempre con el matiz del engaƱo y queriendo diferenciarla muy nĆtidamente del discurso de la ciencia.
Freud fue muy crĆtico con el papel de la ilusión en la vida psĆquica, sobre todo en su seƱalada crĆtica de la religión como defensa contra la ansiedad edĆpica, desarrollada en obras tan explĆcitas como āEl futuro de una ilusiónā de 1927 y āMoisĆ©s y el monoteĆsmoā de 1939.
Sin embargo a mi entender no hay posibilidad de desilusión "exitosa", pérdida de objeto, duelo, etc. si no hay un proceso de ilusión permanente y transitorio al mismo tiempo.
SegĆŗn Winnicott, nos encontramos en una zona paradójica, una epistemologĆa paradójica donde las situaciones no reales se toman como reales y significativas, sin que sea una cuestión de psicosis.
Las ilusiones no son simplemente una cuestión de proyecciones que eclipsan las realidades, especialmente cuando hay un consenso social sobre ellas, como cuando una pareja permanece enamorada durante mucho tiempo y construye una fuerte relación, o cuando millones de aficionados viven y mueren con su equipo. Pensar en la ilusión apunta a las infinitas transacciones matizadas entre lo que estĆ” "en el mundo" y lo que estĆ” "en nuestras mentes", que tienen su propia dinĆ”mica y energĆa. No solo hay que ceder a la ilusión, sino que hay que mantenerla y transformarla.
Cierto psicoanÔlisis ha intentado sostener que la simbolización racional puede escapar al campo de lo imaginario, al campo de los ideales. Sin embargo esa pretensión no deja de ser otra ilusión. Y dentro del universo ilusional, el aspecto mÔs problemÔtico es cuando se intenta disimular esa esencia ilusional de la que estÔ hecha toda producción humana.
Winnicott le dio una nueva connotación al tĆ©rmino "ilusión" y lo elevó al rango de concepto fundamental en la teorĆa y la prĆ”ctica psicoanalĆtica. Las inevitables decepciones, frustraciones, ausencias, carencias e impotencias introducen en el sujeto la conciencia de sus propios lĆmites, de la "realidad" de sus propios contornos. Pero en condiciones óptimas esta conciencia no destruye la capacidad de ilusionar, no causa desilusión, de la misma manera que la capacidad de ilusión no oscurece en modo alguno la percepción clara y distintiva de la "realidad" de los propios lĆmites.
La ilusión une nuestro sentimiento bÔsico de vivir en un mundo del que formamos parte, pero que es simultÔnea e inextricablemente diferente de nosotros mismos.
Desde el punto de vista de lo que se considera asĆ como primario, entonces, el principio de realidad debe adquirirse, ya sea creado o descubierto; la autonomĆa y la objetividad del mundo como dado no pueden darse por sentadas.
Al proponer la ilusión como una función mental bĆ”sica que debe considerarse de forma afirmativa, Winnicott conceptualizó esta transacción como un tercer principio psĆquico: una capacidad imaginativa en la que la mente y sus objetos se toman juntos como parte de una subjetividad perceptiva unificada; parte de un Ćŗnico marco mental, en el que no se harĆ”n "preguntas" sobre lo que estĆ” dentro frente a lo que estĆ” fuera, lo subjetivo frente a lo objetivo.
Winnicott, por tanto, es decisivo al enfatizar que el sentido seguro y esperanzador de que hay personas y cosas que son "reales" y perdurables es en sĆ mismo una especie de creación mental: no se trata simplemente de dirigir la atención a lo que estĆ” "ahĆ fuera". Al teorizar el potencial espacio transicional y el paso al "uso del objetoā, Winnicott aƱade la ilusión como tercer principio de funcionamiento mental y amplĆa los dos originales de Freud elaborando una dimensión evolutiva.
Para Winnicott los objetos del mundo no estĆ”n simplemente ahĆ en sĆ mismos, sino que se convierten en algo cuando se les inviste con la energĆa de la mente. Para Ć©l, la sensación de una "realidad objetiva" depende de que los objetos sean a la vez encontrados y creados cuando nuestras mentes llegan al mundo.
Lo que quiero decir es que los procesos de ilusión, que en los orĆgenes estĆ”n ligados a la capacidad del otro primordial de adaptarse a las necesidades del niƱo son determinantes en cuanto a la posibilidad de aprovechar los procesos de desilusión o de desadaptación o de frustración.
En todo caso, podrĆamos advertir lo heterogĆ©neo del campo ilusional, que abarca las artes, las ciencias, la cultura y puede adoptar modalidades representacionales, formales, lógicas, abstractas y/o concretas.
También es cierto que lo ilusional estÔ articulado y entramado de diversos modos con la simbolización, pero no hay modo de que lo simbólico pueda escapar de lo ilusional.
Lo que se nombra como real, estÔ perdido y en todo caso la ilusión articulada a la simbolización aprehende siempre en forma transitoria y provisoria eso que se nombra como real.
Por detrĆ”s de la ilusión, hay nada, pero un universo desilusionado carece de vitalidad y estĆ” inmerso en un ocĆ©ano de melancolĆa.
A veces los analistas pueden pasar por alto el grado en que los analizandos son incapaces de investir sus mundos (objetales) desvitalizados y atemorizados con una imaginación a menudo cotidiana, pero sin embargo especial, que los haga vivir, dando vida a su propia subjetividad en el mismo movimiento.
En muchos casos, la ilusión debe ser sostenida, restaurada y (re)creada antes de que podamos esperar que procedan la verdadera desilusión y el duelo. Esto tambiĆ©n nos muestra que las ilusiones no son homogĆ©neas ni producen los mismos efectos. Hay un campo ilusional, que nos pone en contacto con los otros, para transformar la realidad que padecemos y para "usar" aquello que fuera necesario para posibilitar esas transformaciones. DirĆa que este campo ilusional apunta a la sensibilización de los que participamos en Ć©l, para reconocer, visibilizar y desnaturalizar, ya no "el malestar en la cultura", sino particulares malestares producto de como una subjetividad capitalista nos hace padecer.
Por otro lado existen múltiples ilusiones que son parte de la subjetividad capitalista, que apuntan a la sistemÔtica insensibilización, al consumo a través de la publicidad y a idealizaciones "salvadoras", que implican creer en poderosos que nos aseguran grandezas, poniendo al mal lejos de nuestras identidades y proyectando la culpa sobre los conflictivos.
El modo en cómo el poder real viene consiguiendo en una gran parte del mundo democrÔtico de occidente un apoyo electoral creciente, es una prueba de cómo el voto estÔ orientado por creencias e ilusiones y no necesariamente por las necesidades económicas. El poder real ha sabido desde el final de la segunda guerra sustituir el poder de la fuerza militar por otra batalla, reconocida por Foucault como cultural. El modo en que la subjetividad capitalista nos infiltra es feroz, y recién estamos haciendo los primeros esfuerzos por explicitarlo.
El psicoanĆ”lisis, como tantas otras disciplinas, tambiĆ©n se despliega en esa zona intermedia que nos permite tanto el concebir la dinĆ”mica psĆquica como percibir quĆ© es aquello que hace que la vida merezca la pena de ser vivida.
QuizĆ”s la pretensión que ha tenido el psicoanĆ”lisis es aparentar la solidez y coherencia de las ciencias duras, exactas, sin embargo, mĆ”s allĆ” de las apariencias, sus mejores desarrollos estĆ”n ligados a lo ilusional. QuizĆ”s desde sus orĆgenes los psicoanĆ”lisis en su intención de hacer consciente lo inconsciente, o de buscar modos de elaboración de lo traumĆ”tico apelaron a la asociación libre y a su par, llamado atención flotante, como parte de un mĆ©todo que parece dado, obvio. Sin embargo, como modo de elaboración, la asociación libre muestra rĆ”pidamente sus limitaciones, y las intervenciones aparentemente lógicas del analista, terminan resultando aparentes. No hay en ese punto una neutralidad que las posibilite y mucho menos las garantice. Para que el proceso analĆtico de elaboración se sostenga es insuficiente la enunciación de la regla fundamental como asĆ tambiĆ©n unas supuestas intervenciones puntuales, tanto para el relanzamiento del discurso como para resolver los obstĆ”culos que se presenten. Eso que se produce en un anĆ”lisis, puede ser un decir que se da en un entre, llamado transferencia, es tambiĆ©n un jugar del que el analista no puede dejar de participar.
Ese espacio intermedio supone el despliegue de ilusiones que quedaron interrumpidas en sus orĆgenes y que buscan su desarrollo. El analista no puede posibilitar esto sin "ensuciarse", sin arremangarse y tirarse al piso. En ese Ć”mbito potencial se despliegan las ilusiones y lo que es mĆ”s interesante aĆŗn es que el despliegue de esas ilusiones, su desarrollo, es lo que permitirĆ” que en algĆŗn momento y de algĆŗn modo se produzcan las desilusiones, las tambiĆ©n llamadas pĆ©rdidas de goce.
Es una paradoja que sean las ilusiones las que estén en la base de los procesos de desalienación y no las desilusiones, que dependen del desarrollo de las primeras para producirse.
Esto permite pensar cómo en polĆtica, incluso en las polĆticas de los psicoanĆ”lisis, han sido los grupos mĆ”s ianos, tanto freudianos, kleinianos, lacanianos etc. los que asimilaron armados teóricos en apariencia muy consistentes que terminaron produciendo efectos de masa poderosos y alienantes, pero que creen situarse en un plano "cientĆfico", por fuera de todo ideal, cuando es muy evidente que esas "iglesias" poseen una ortodoxia, severidad y falta de pensamiento crĆtico proporcional al sentimiento de pertenencia identitario que provoca en sus acólitos y participantes.
Es decir que mi primer propósito fue reivindicar la ilusión no solo como un aspecto central de las teorĆas de los psicoanĆ”lisis, sino tambiĆ©n como un aspecto central de la Praxis.
Si gobernar, educar y analizar fueron presentadas como prĆ”cticas "imposibles", la imposibilidad estĆ” en que sean "una", es decir pueden desarrollarse en diferentes direcciones en la medida que reconozcamos la imposibilidad de lo neutral y posibilitemos la producción de polĆticas, educaciones y anĆ”lisis con su materia de ilusiones que posibilitarĆ”n tanto experiencias, como sus propios ocasos/rupturas.
En este sentido mi segundo interĆ©s es apartar tanto al psicoanĆ”lisis como a muchas otras disciplinas de cualquier esencialidad revolucionaria y/o subversiva. Las disciplinas sociales y humanas se han desarrollado en Ć©pocas y territorios y estĆ”n constituidas por los ideales e ideologĆas que prevalecieron en su Ć©poca. En ese sentido puede haber aspectos ideológicos y prejuicios en sus desarrollos que serĆa Ćŗtil reconocer, mĆ”s allĆ” de que eso nos guste o ponga en duda el prestigio de nuestra prĆ”ctica e identidad.
No es necesario, ni posible, que Freud, Lacan, Winnicott o quiƩn sea, lo hayan dicho o pensado todo. Tampoco es necesario que nos identifiquemos con sus ideales.
Sà es necesario que reconozcamos qué aspectos de los psicoanÔlisis estÔn influidos por cuÔles ideales y explicitarlos hasta donde sea posible.
Por otra parte el psicoanĆ”lisis, como la sociologĆa, el derecho o la matemĆ”tica no son de derecha, ni de izquierda, estĆ”n afectadas por sus Ć©pocas y territorios y los profesionales que las desarrollan pueden adherir a diversas tendencias polĆticas y partidarias.
Es una ilusión bastante ingenua la de suponer que el psicoanĆ”lisis estĆ” por fuera de la polĆtica, y es mejor reconocer que los psicoanalistas son un colectivo lo suficientemente amplio y diverso para advertir que representan, desde sectores sumamente reaccionarios y/o conservadores hasta otros que tienen posiciones de apertura hacia las diversidades, disidencias y otras minorĆas.
El capitalismo tiene una enorme capacidad para absorber a toda producción humana y ponerla a trabajar a su servicio. Su subjetividad es la de la insensibilización sistemÔtica al servicio del consumo y asà los psicoanÔlisis corren el riesgo de convertirse en otro servicio premium para ser consumido.
Hay otras subjetividades que tienden a sensibilizar, a reconocer aquello que pugna por surgir, el malestar que es rechazado, reprimido. El par sensibilidad/insensibilidad es el marco en que situarĆa la escucha/disponibilidad analĆtica, tal como Derrida la plantea en lo hospitalario. A quĆ© le vamos a dar lugar y hasta dónde somos capaces de transformarnos cuando recibimos a la alteridad mĆ”s radical.
Al respecto me resuenan estas palabras de Silvio RodrĆguez.
Absurdo suponer que el paraĆso
Es solo la igualdad las buenas leyes
El sueƱo se hace a mano y sin permiso
Arando el porvenir con viejos bueyes.
Me parece una excelente sĆntesis sobre el error de suponer que un ideal puede ser reemplazado por un universo "simbólico" perfecto.
El sueño, cómo se nombra a la ilusión, es siempre producto de una tarea artesanal, provisoria, original y casi siempre en oposición a lo instituido
Para finalizar quiero mencionar como un ejemplo de como la ilusión posibilita tramitar aquello que quedó ahĆ, relegado, los excelentes relatos del muy reciente libro, "Mi educación sentimental" de NicolĆ”s Riveros, Escritor Paraguayo que tuvo que existir para que alguien pudiera escribir los inicios de una vida sexual y amorosa que no pudo siquiera ser soƱada en su momento.
Jorge Reitter nos comenta:
Un libro que intenta escribir la intensidad y el dolor de la experiencia erótica, que tiene la nostalgia de lo no vivido y que es, al mismo tiempo, un gran elogio al amor.
Lacan escribió al respecto:
"Dejando a un lado las posibles reservas, un relato ficticio tiene incluso la ventaja de revelar una necesidad simbólica de forma mÔs pura en cuanto la podemos hacer pasar por arbitraria."
Del mismo modo en que podemos pensar que un anĆ”lisis intenta hacer jugar lo que no pudo ser jugado, podrĆa tambiĆ©n tratarse de relatar o que el anĆ”lisis "relate" o construya esa ilusión que es soporte y condición de una desilusión posible.
Me parece importante que los analistas reivindiquemos lo ilusorio como un terreno heterogéneo que paradójicamente pueda ser territorio de juego y de transiciones.
Tanto en lo individual como en lo social y lo polĆtico siempre estarĆ” en juego la construcción de relatos transitorios que nos permitan crear/encontrar los modos, individuales y colectivos, que vamos necesitando para existir.
* Psicoanalista, trabajador del CSM N°3 GCBA. Investigador sobre fenómenos transicionales.