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Reseña. Psicopolítica de la vida cotidiana/ de Gabriel Rodríguez Varela/ Editorial Indómita Luz

Actualizado: 14 nov 2023


por Juan Pablo Pulleiro





¡Rotxs del mundo, uníos!

¿Qué puede un libro? ¿Hay lectorxs disponibles en el espacio que produce la escasez de caracteres? Y en el campo psi -¡libros sobran!-:¿existen lxs lectorxs dispuestos a enredarse en páginas desobedientes, que brotan cada tanto como agua dulce, entre un mar de letras que solo ofrecen muletillas autocomplacientes?


Muchas veces lxs psicoanalistas leen como leen. Y muchas veces leen siempre lo mismo porque aunque se matice como se matice el estructuralismo es un lastre que sostiene la obtusa identidad psicoanalítica hegemónica. A veces eso lleva al ridículo más impensado. La “genialidad” de leer Mi-ley lleva a encausar el neofascismo en una lectura significante. Lo ridículo de todos modos es una oportunidad para leer algo… Pero a decir verdad todxs leemos como leemos. La cuestión está en la posición. Tener claro que la atención flotante tiene ideales positivistas, que al fin y al cabo tanto para escuchar como para leer se necesitan mediaciones, puede llevarnos justamente a poner más atención en estas últimas, a jerarquizarlas. Gabriel Rodríguez Varela (GRV de acá en más) aunque no lo diga explícitamente viene insistiendo en las mediaciones ideológicas (sí, ideológicas, frente al positivismo lógico que hegemoniza el campo psicoanalítico) desde su libro en co-autoría Manifiestos para un análisis militante del inconsciente y el presente texto no hace sino dar otro paso por esa senda reflexiva.


Pues esta reseña trata de un libro que no puede resultar de interés para obsecuentes del campo psi y para quienes carecen de capacidad de profanar, no es para lxs amantes de los bordoncillos. Un libro de crítica social y esquizoanálisis, que entre lo coyuntural y lo estructural delinea un campo medial, pues aquí la dialéctica se vuelve clave, aunque no en un sentido hegeliano, sino porque benjamianamente nos lleva a pensar desde la psicopolítica lo que tendemos a operar -con el bisturí de la modernidad- como lo psíquico (podríamos decir también: el sujeto, lo singular, etc.) y lo político (aquí puede proponerse lo social, lo histórico, lo grupal, lo colectivo, etc.) en tanto que partes extra partes. La epistemología de GRV deviene a contrapelo de ese vicio diseccionista que tenemos.

Ahora, vayamos al grano: sin Marx cualquier crítica se queda corta. Marx y el inconsciente, encuentros centenarios: ¿Alguien se acuerda de lxs freudomarxistas? Hace noventa años Reich publicaba Psicología de Masas del Fascismo; parece que pasó de moda: ¿estuvo alguna vez de moda?


En nuestros tiempos, o más puntualmente en estos meses que transcurrieron desde las P.A.S.O., muchxs colegas se ocuparon del avance del neofascismo. Hay un consenso que llama la atención: el problema es el Neoliberalismo. Sin Marx la crítica se queda corta… Y condensar la crítica en el neoliberalismo arrastra problemas y emana otros tantos. Nos hace partir del fin de la historia. Nos hace perseguir un Capitalismo serio. Nos hace subsumir la estrategia a la táctica: defender el Estado por el Estado (quo). Nos hace anhelar el pasado: el 2012, el 45… Tenemos a Fucuyama adentro y le damos de comer, de tomar, lo abrigamos… Si se puso de moda Fisher y no Rozitchner es porque del terror que vuelve límite al capitalismo (o del realismo capitalista) no queremos saber nada. La dictadura fue una respuesta al cuestionamiento al capitalismo como único y unívoco modo de vida posible. El Neoliberalismo es la continuidad de tal respuesta por otras vías, la forma democrática neoliberal minimiza la violencia dictatorial en proporciones tangencialmente opuestas a la consolidación de un psiquismo acorde a fines. La dictadura psíquica no deja de remitir a la metaforización (capitalismo humano) e inhibición (votar al menos malo) de otros modos de vida no capitalista, la crisis anímica generalizada adviene de la pobreza de un imaginario que en el mejor de los casos atina a vislumbrar el final de la vida planetaria, porque sí: es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Y ese es un tema de maquinismo psíquico.

Psicopolítica de la vida cotidiana no revisita el freudomarxismo, pero se instala en ese campo de preocupaciones y le da continuidad a ciertos problemas, puntualmente el del avance global del neofascismo. Sorteando la visión limitada del terreno en el que éste es fertilizado, la cual supone que el otro solo odia o es un imbécil irracional, se propone tomar las dimensiones inconscientes de la subjetivación capitalista [como] las vías regias para amplificar sus poderes en la vida social. Para ello parte de un diagnóstico contundente, estamos rotxs:


Y el teatro de operaciones psicopolíticas no es la excepción: la descomposición anímica de nuestras fuerzas parece ingresar en la antesala de una fase irreversible.


La contundencia del diagnóstico es doble: hay rotura existencia generalizada y no hay afuera. Si para nosotrxs, psicoanalistas de pura cepa, los rotxs son siempre lxs otrxs, GRV nos recuerda que no hay Pase. O peor… (¡esa!) no hay más roto que el que se hace el sano en la crisis civilizatoria y planetaria actual.

Vivimos en una guerra de posiciones afectivas. Los afectos no mienten, a condición de politizarlos. El “colapso anímico”, siguiendo a GRV es sumamente fecundo para la lógica siempre insatisfecha del Capital: pues los nidos de víbora que también somos[1] pueden encontrar la temperatura ideal en tomar a los otros como un objeto más (¡y también a uno mismo!), pero además es una condición que disuelve las formas de resistencia de las que tenemos referencias.

La psicopolítica: ¿es un invento neoliberal? ¡Por supuesto que no! Ese punto de miras nos hace amar al capitalismo, nos amarra al keynesianismo anacrónico y conservador. Como dice GRV, la psicopolítica refiere a la factores subjetivos de la historia, a la disputa de los contenidos representacionales que se elaboran en la experiencia subjetiva de la relación afectiva consigx mismx, con lxs otrxs, con los entornos sociales, el mundo y la naturaleza. La psicopolítica remite a la instrumentalización de las fuerzas afectivas, pero también a la producción afectiva: a la economía libidinal. Economía específicamente capitalista. Materia de la reproducción ampliada de su dominio sobre nuestras vidas y territorios. Que en el neoliberalismo las técnicas subjetivas sean más eficaces, claro, pero ello tiene que ver con lo que nos deja rotxs: el terror sobre el se funda aquel.

Sigue el diagnóstico. Si la pandemia expuso una realidad sobre la que nos hacemos los desentendidxs, es porque no produjo la rotura, quizás realizó una aceleración o un plus-de-rotura-existencial. Ya estábamos rotxs. Y si Reich puso luz sobre el deseo de fascismo (quienes leen deseo=Disney, ni se gasten), podemos decir que con la pandemia se pudo ver el amarre siniestro que tenemos con aquello que nos rompe: “¡Que vuelva la normalidad!”, “¡Queremos volver a trabajar!”.


El individualismo: ¿Es un invento neoliberal? El individuo libre es una condición de la expansión capitalista. El Yo también. El individualismo: ¿Es propiedad de los malos? Entre colegas: ¿Cuántos ordenan su práctica en función de un deseo singular traducido chavacanamente en un “seguí tu deseo”?. Y asumámoslo: Es necesario dejar de romantizar la intemperie, el nomadismo y el vivir sin sentido de comunidad. Ese gesto posmoderno solo podría resultar deseable como rapto de entretenimiento para los grupos de privilegio.


Concluyendo el diagnóstico. En la fase actual del capital, y desde el sancionado fin de la historia, parece que la estabilización de un nuevo ciclo criminal de despojo y acumulación capitalista no cierra con nuestras resistencias adentro. El terror, la rotura, parece llegar hasta donde se originan los montos de rebeldía:


Sus capacidades operativas también tornan inocuas las potencias combativas de los métodos de lucha y organización que disponemos para intervenir en el teatro de operaciones psicopolíticas.

El pesimismo analítico que se trasluce en Psicopolítica… y del cual solo parcialmente puede referirse a la contextualización de su escritura (post P.A.S.O.), es una astilla en el ojo negador. La primavera massista no debe contribuir a la combustión de los afectos renegatorios. Porque sí, los mecanismos de defensa que tracciona el poder también se nutre de los afectos. El diagnóstico que propone GRV, que va del rol geopolítico de China a la debacle emocional de los individuos particulares, apunta al reconocimiento de una crisis estructural. En ese sentido, premonitoriamente nos alerta:


No son tiempos para actuar “como si” estuviéramos a la ofensiva. Entre otras cuestiones, el asumir y/o promover ese modo de actuar, podría contribuir a invisibilizar todo un conjunto de tareas urgentes y obstáculos que son necesarios de superar en vistas a transformar la actual correlación de fuerzas objetivas y psicopolíticas.

¿Y qué se puede hacer? Está claro que el libro no lo dice, y a esta altura no da esperar que eso pueda un libro. Pero coherentemente con lo que intenté transmitir de su desarrollo, lo que se haga no puede no priorizar la recomposición anímica de nuestras fuerzas y la interferencia de la reproducción ampliada de la adhesión de los existenciarios neofascistas, [ya que] se presentan como dos de los desafíos urgentes para la actual coyuntura.


Asimismo, para tal perspectiva el faro guattariano de GRV no reluce el posmodernismo hippie de las derivas más representativas de la recepción local del pensamiento del coautor de El Anti-Edipo. De tal modo que, el registro micropolítico, psicopolítico y molecular nunca se zafa de la totalidad capitalista en el que se producen:


Las dramáticas y conflictivas psicopolíticas que se elaboran en cada unx de nosotrxs están en última instancia determinadas por disputas y conflictos entre fuerzas de magnitud civilizatoria (...). En ese sentido, el internacionalismo no responde a preceptos valórico-morales altruistas. Dado el sistema-mundo capitalista, hace parte de una necesidad real de primer orden; abiertamente interesada en disputar la dirección del proceso civilizatorio que subtiende a determinar el conjunto de las vidas del mundo.


La última advertencia, en línea con desarrollos previos de GRV en torno al análisis militante del Icc, pero también vislumbrando los límites de tal enfoque, sitúa un posible desvío de la jerarquización de una necesaria psicopolítica “desde abajo y a la izquierda”, que refiere a una insuflación de la función tecnocrática psi: La construcción de una agenda psicopolítica del movimiento popular que se desarrolle en función de horizontes emancipatorios político-militantes; superando así los imaginarios profesionalizantes de la tecnocrapsia progrepsista. Pues la función tecnocrática psi, no puede sino insistir en normalizaciones que solo terminarán siendo combustible para el motor que mueve al capital: Amar y trabajar. Con tal finalidad es que el autor propone otorgarle mucha más importancia estratégica a las prácticas militantes de autogestión y autonomía comunitaria sobre los medios de producción de subjetividad y vectores psicopolíticos involucrados en los territorios populares de existencia.

(…) las prácticas productivas, organizativas y estéticas contraculturales de la economía popular, los feminismos, activismos de las disidencias y del movimiento obrero organizado, ofrecen siempre mejores elementos prefigurativos que las prácticas psi más progres y comunitarias para crear una verdadera programática psicopolítica popular y democratizadora.

Ese punto de miras que resulta una aberración para los sectores más conservadores de nuestro gremio, que no paran de reaccionar(ia-mente) ante el feminismo, que aferrándose a una epistemología que reniega de su tradición lisa y llanamente burguesa insisten en pretender separar “ideología” de “lógica”, o de recurrir a la matemática sin conocer su origen y su función en la multiplicación de la dinámica del capital, se halla radicalizado en la propuesta de GRV:

Las matrices epistémico-políticas militantes y/o activistas, populares, democráticas y emancipatorias serán las únicas capaces de erradicar definitivamente de las propias prácticas los lastres de la pretendida apoliticidad y “neutralidad” de los saberes científico-técnicos expertos. Son las que nos devolverán la posibilidad de fugar de los límites que imprime en nuestra imaginación psicopolítica la racionalidad psicotécnica burocrática del capital.

Para ir arrimando el final de esta reseña, me resulta importante plantear que el libro aún cuando en parte responde a una coyuntura política, sobre la cual es urgente reflexionar y tomar cartas en el asunto, nos lleva -si tenemos la disponibilidad- a vislumbrar los límites del psicoanálisis (y de cualquier artefacto que pretenda un análisis de las dimensiones inconscientes de la subjetivación, tanto como del padecimiento situado históricamente), tema del que en esta Revista se ha debatido recientemente en un dossier. Pues queda claro que dichos límites no solamente pueden vincularse al estribillo de la incompletud. Es cierto que conviene sostener una vigilancia epistemológica respecto a nuestros límites para reducir sus efectos indeseados, pero está también en juego que salirse del One psicoanálisis, por la heteronomía de tales límites, puede propiciar -más vale que no desde cualquier lado, y las referencias a las que tributa GRV son un ejemplo parcial- restablecimientos categoriales y, también, ético-políticos que alteren la definición de los mismos. Ya nos resbala que nos digan “eso no es psicoanálisis”, pero no por ello dejamos de lado la tarea de establecer nuestros límites. Y en tal orbita de problemáticas, una tarea urgente es la de proyectar qué dispositivos vamos a crear. En ese orden de cosas, el avance del neofascismo enmarcado en una crisis civilizatoria y planetaria acelera más aún el estado de urgencia. Como identifica GRV en Psicopolítica de la vida cotidiana, debemos discutir el desfasaje que enfrentamos hoy entre “lo que podemos especular” y “lo que están en condiciones de transformar nuestras armas psicopolíticas” con relación a la reproducción ampliada de la adhesión de los existenciarios neofascistas. En ese sentido, como el autor indica, la intelectualidad crítica que se ha logrado referenciar resulta impotente para trascender el teoricismo: ¿y la práctica? Tales referencias son nuestros Feuerbach.

Sumadamente, y un punto nodal de Psicopolítica… que sintetiza el espíritu de los pasajes que venimos recorriendo, ocurre cuando GRV pone en cuestión el consenso anti-conciencialista vigente en el campo psicoanalítico hegemónico y su mistificaciones inconciencialistas. Campo que define sin titubear como de orientación burguesa, y frente al cual convoca a “soltar amarras”, proponiendo como alternativa viable un “retorno a Reich” mediado por el “esquizoanalisis guattariano”. Para ello, no arroja al bebé junto con el agua, pues sobre el final del texto GRV ofrece una mínima pero precisa caracterización de lo que considera una plataforma en la obra lacaniana desde la cual podría refuncionalizarse -al menos en parte- el legado del francés. Se trataría de reformular políticamente (marxistamente para ser más claros) la economía libidinal lacaniana:


Es de lamentar, que al reducir esa dinámica social a la operatoria combinada de una supuesta estructura del lenguaje (u otra instancia) transhistorizada, como toda perspectiva de orientación burguesa: el psicoanálisis prehistórico, tiende a invisibilizar que la misma remite al modo históricamente específico de funcionamiento abstracto de la relación social capitalista y de sus formaciones de poder derivadas.

(...)

Aunque lxs lacanianxs no lo sepan, el goce del que nos hablan es siempre de las “formaciones de poder” (Félix Guattari) que integran el nexo social capitalista. Y en última instancia, pero no por eso menos ni más importante: Goce-del-Capital del que esas formaciones derivan y al que tienden a servir.

Para ir concluyendo, y volviendo a qué puede un libro, en este caso apostar por la camaradería de lxs rotxs. Por una izquierda advertida de esa situación. Y desde ahí, abordar la rotura para poder expandir la imaginación o relanzarla:


La creación de posibles existenciales inéditos puestos en la vida social por los procesos de lucha y organización social y políticos emancipatorios. Y entonces, disponerse a intervenir en las conflictivas, sufrimientos, dramáticas y soluciones sintomáticas de compromiso que resultan como producto del combate de esos posibles contra las resistencias inconscientes de las formaciones de poder capitalistas. Con esto, buscando contribuir a la amplificación del campo de decisión, deliberación y/o desobediencia que habilitan esos nuevos posibles socio-existenciales.


Retomando la pregunta que inicia estas líneas, en lo personal pienso que es un libro para dialogar, para incitar un pensamiento cooperativo, que parta de la identificación del propio estado anímico de situación... de la rotura existencial. Habilita así un espacio alternativo a los imperativos tecnocráticos psi, también psicoanalíticos: deseá, actuá, sé potente, sé o tené el falo, hacé síntoma, asociá. Un pensamiento de la rotura parte de los afectos, vuelve a escarbar bajo el manto de falsedad tecnócrata que hemos colocado sobre los mismos. Pero no lo hace tampoco para exaltar la angustia, para regodearnos en la impotencia. Porque la condición es politizar la rotura. Es un pensamiento que no tiene un origen ni un final, que no jerarquiza, sino que dialectiza lo individual y lo histórico-social, en el sentido de lo medial. Es un pensamiento neoguevariano que supone no solo sufrir las injusticias del otro como propias, sino además las propias como efecto de una trama histórica. Y nos plantea, al mismo tiempo, la recuperación anímica en el marco de una politización, lo que no es sino el relanzamiento de proyectos comunes, no como paso siguiente sino como única forma posible (¡ya hemos probado las técnicas psi!) de recomposición psicopolítica.


[1] iSí, también somos, y les dejo a modo de ejemplo un fragmento de un posteo que circuló por las redes. El mismo planteó lo siguiente: “El hijo de la señora que trabaja en casa es mileista. Vende plantas por la calle, vive en Puente La Noria en una villa, terminó la secundaria gracias al FINES y a la beca Progresar. Pero es mileista.” ¿Es tan difícil ver lo racional de esa salida y que lo que está en juego es que el otro vote para que quien enuncia pueda ser gozando de lo que justamente ese otro no goza?


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